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Cuando firmó por un Covirán en depresión a finales de marzo, Riccardo Visconti (Turín, 8 de octubre de 1998) buscaba una oportunidad para quitarse alguna etiqueta arrastrada del pasado. Y sí, en siete partidos en Granada ya ha enseñado que es mucho más que un tirador.
–¿Qué tal por Granada?
–Es una gran ciudad, perfecta para mi primera experiencia en el extranjero. Es muy similar a Italia, así que me siento cómodo con la gente y el equipo. Claro que las primeras semanas fueron un poco difíciles, pero ahora mismo estoy muy bien.
–¿Qué expectativas tenía tras no jugar nada en la Virtus?
–Para ser sincero, ninguna. Buscaba otra situación. Lo cierto es que llevaba tres años hablando con Andrea –Pecile– sobre la opción de salir de Italia como experiencia vital. Es algo que pensaba hace tiempo. Esta temporada, pues ocho meses en el banquillo, a veces incluso sin ir convocado... Es muy jodido. Por eso no esperaba nada. Solo ayudar al equipo con energía. El inicio fue complicado físicamente, pero ahora estoy encontrándome.
–¿Pecile fue clave para traerle?
–Seguro. Siempre me decía que lo mejor para mi juego era salir de Italia. Para tener responsabilidad y encontrarme como persona y jugador. Es lo que ha pasado y le estoy muy agradecido.
–¿Cómo empezó su relación?
–¡Por casualidad, hace tres años! Coincidimos tras un partido benéfico en un restaurante en Bolonia. Yo había jugado en Brindisi y tenía que firmar un nuevo contrato. Él jugó en Pésaro y fue donde yo firmé. Desde entonces empezamos a hablar habitualmente. Siempre me dijo lo de salir de Italia, porque él lo hizo. Mi carrera sigue sus pasos. Creo que es muy importante escuchar a jugadores que han hecho camino antes que tú.
–Si sigue sus pasos, quizá tenga para tiempo en Granada...
–¡Ya veremos, no lo sé! (risas)
–Siempre se dice que la ACB precisa de un tiempo de adaptación. ¡El suyo no ha sido muy largo!
–Es que me siento implicado en este equipo, y eso es muy importante. Puede que no toque el balón un par de ataques, pero puedo ser útil en defensa y rebote. Estoy aquí para ayudar al equipo. Conozco mi potencial, pero cuando vas por primera vez a otro país, nadie te conoce, y lo primero es demostrarle a la gente lo que puedes hacer, de una forma positiva. En los primeros partidos me costó anotar, pero hice un gran esfuerzo en defensa. A partir de ahí, creció mi confianza. La ACB es un nivel altísimo: la mayor diferencia con Italia es que el juego allí es más lento y se prepara el partido desde el martes pensando en el rival. Aquí piensas más en ti, y todo es muy físico, rápido y te obliga a leer el juego. Eso es muy chulo.
–Su fama es de buen tirador... y mal defensor. En Granada ha demostrado poder defender. ¿Cuesta quitarse etiquetas?
–¡Ay, las etiquetas! Cuando firmé aquí, nadie me preguntó por mi edad, nadie habló de mi defensa. Por eso dije eso antes. Firmé sin expectativas y quería demostrar. Mis últimas temporadas en Italia he defendido así. Al principio de mi carrera, claro, pesaba menos de 100 kilos y sufría, sí. Ahí me pusieron la etiqueta. Y ya da igual si hago una gran defensa, que no se va a reconocer. Aquí nadie sabe eso, y si juego bien en defensa, pensarán que puedo defender. No seré el mejor defensor, pero etiqueta es la palabra exacta, sí.
–¿Se estarán dando cuenta ahora en Italia de que puede?
–Creo que sí, pero he tenido que venirme a España a demostrarlo. Esto le ha pasado antes a otros jugadores. Salir del país hace que te vean de otra forma.
–¿Siempre fue buen tirador?
–Creo que puedo anotar bien desde el perímetro, pero no me siento un tirador. Por ejemplo, en Zaragoza metí buenos tiros, lo que hace un tirador, pero creo que puedo penetrar y hacer otras cosas. ¡Puedo tirar, pero no quiero más etiquetas!
–Es turinés... ¿Juve o Torino?
–¡Juve, Juve! Desde niño. Mi familia es de la Juventus. Es fácil.
–Empezó a jugar con 4 años en una ciudad muy futbolera. ¿Por qué eligió el baloncesto?
–Por mi familia. Mis padres fueron jugadores ambos, hasta segunda división. Y la más importante fue mi hermana; tiene 12 años más que yo. Cuando yo tenía 4, ella se fue de casa e hizo una carrera profesional de 20 años. Por ejemplo, llegó a ser la número 1 del mundo en el ránking de 3x3. Es un ejemplo para mí. Si conseguía algo o llegaba a una selección, para mí era un reto igualarla. Mi padre también, cuando lo dejó, primero entrenó y luego fue directivo de un club.
–Su primera canasta profesional fue en Turín, pero con el Reyer Venezia. Ahí tiene que haber una historia...
–¡Y tanto que la hay! El año antes de esa primera canasta jugué dos partidos: uno contra Trento, en el que fallé dos triples y dos tiros libres. Y otro contra la Orlandina, ¡donde jugaba Andrea Pecile! Fallé otros dos triples. Pensé que no iba a meter una canasta en la Lega en mi vida. La temporada siguiente, ese partido contra Torino, con toda mi familia en la grada... Penetré, perdí el balón, lo recuperamos, tiré un triple y pensaba que se iba fuera por un metro (risas). ¡Pero entró! Fue como un sueño. La sensación de esa primera canasta, en tu ciudad, mirar a la grada y ver a tu familia y a toda la grada aplaudiendo... Una locura. Pero hay más: mi segunda canasta profesional fue en Venecia... ¡Contra Torino!
–Desde muy pronto fue con selecciones italianas y lidió con altas expectativas. ¿Cómo es ese salto tan complejo de los jóvenes al profesionalismo?
–¡Muy duro! Tuve la opción de ir a la Academia Montverde, en Estados Unidos, pero elegí firmar mi primer contrato profesional con Venecia, por cinco años. El primer año fue muy bueno: todo fue bien, jugué de titular varios partidos en la Basketball Champions League y además ganamos la Lega. Con la selección gané un bronce europeo u18 y una planta mundial u19. De locos, en el colegio era un ídolo. Luego me mandaron cedido a Verona y ahí empezaron los problemas: me lesioné el hombro, estuve 8 meses fuera de la cancha. Estás en el cielo y, de pronto, de un momento a otro, estás en la mierda. Piensas muchas cosas, incluso en dejarlo. Tuve problemas con la rehabilitación, de una lesión de hombro y siendo tirador... Me puse a estudiar sin saber qué iba a pasar –tiene dos carreras, Ciencias del Deporte y Gestión Deportiva–. Volviendo a la pregunta, es realmente difícil entender ese proceso, ser paciente. El primer año fue una locura, y después... Jugaba buenos partidos aunque no tenía opción de hacerlo de forma constante. Hacía un buen partido y luego desaparecía durante varias semanas. Entender esa situación es muy complicado para cualquier jugador joven. Creo que es la parte más complicada de este trabajo.
–Con todo, el pasado verano firmó por la Virtus, equipo de Euroliga. Pero no jugaba casi nada. ¿Cómo es alcanzar ese máximo nivel pero que no sea la mejor experiencia?
–Depende de como lo veamos, porque desde luego es un gran aprendizaje. Solo el hecho de ver entrenar a gente como Belinelli, Polonara, Shengelia... ¡Es como ir a la universidad! Ver sus reacciones a todo lo que pasa, ante una derrota o un mal partido, creo que es importante. Y entrenar con ellos, aunque no juegues, es muy útil. Pero... un año así es mucho, sí. Al final, somos jugadores y queremos jugar. Pero creo que fue muy útil. Ahora siento que he madurado, me siento otro jugador. Tengo la forma de jugar de cuando era joven, pero otra mentalidad.
–¿Sigue siendo la meta?
–Sí, seguro. Creo que aún no estaba preparado para ese nivel. Con la Virtus, esperaba jugar más en la Lega, aunque no jugara apenas en Euroliga. ¡Bueno, solo jugué tres minutos, pero seré el único jugador con un 100% en triples en la Euroliga, uno de uno! (risas). Hablando en serio, es una meta, sí. La he tocado, he probado un poco, pero quiero más, seguro.
–¿Y lo del Covirán cómo lo ve?
–Creo que es casi imposible... pero no imposible. Sabemos que es posible perder un partido o que lo ganen los rivales. ¡Es muy complicado! Pero durante las próximas 4 semanas tenemos que pensar en que aparcaremos el descenso para la siguiente semana. Esa es la idea. Así tendremos tres partidos y en la cuarta semana podremos estar salvados. Hay que ir ganando partido a partido. Tenemos al Madrid fuera, que será muy complicado, ¡pero no imposible!
–¿Cómo fue la sensación el sábado en Zaragoza, cuando supieron la victoria de Girona?
–Al principio piensas que estás muerto, sí. Pero pronto confié porque vi una reacción en el equipo. La victoria de Girona para nosotros significaba: «hay que ganar 4 seguidos, 2 fuera». Muy difícil, claro. Pero reaccionamos. Podíamos decir «se acabó», y dejar de jugar. Pero no. Es importante que nadie pensara así. Eso demuestra que este es un equipo, porque nos compactamos para ganar a domicilio. Fue muy importante y tenemos que aprender de eso.
–¿Qué le pidió Pin al venir?
–Fue muy útil nuestra primera conversación en Granada. Me dijo lo que esperaba de mí. Para alguien nuevo en el equipo y en el país, saber lo que esperan de ti ayuda mucho. Entendí lo que él quería, y supe que podía hacer otras cosas que quizá él no esperaba. Así, sentí menos presión y mayor responsabilidad, lo que fue muy útil. Es un buen tío. Por ejemplo, si una semana me ve entrenar algo peor, viene y hablar conmigo. Pero por las buenas, no a abroncarme. Me pregunta si puede hacer algo por mí, si me puede ayudar de alguna forma. Tengo 27 años y sé si estoy haciendo algo mal, pero es importante entender cómo resolver el problema, y en eso él es muy bueno.
–¿Y su faceta 'youtuber'?
–Me gusta compartir mi pasión por el baloncesto, que es un deporte maravilloso. Cuando era niño, soñaba con ser como alguien...
–¿Cómo quién?
–¡Marco Belinelli!
–¡Pues ha jugado con él esta temporada!
–Sí, pero no se lo dije...
–Bueno, quizá le llegue esta entrevista...
–¡Quizá, ya veremos! Bueno, tenía el sueño de ser Belinelli, pero sin saber nada de él más allá de lo que veía en un partido. Ahora le conozco por esos 8 meses, pero de niño conocía a un jugador capaz de conseguir cosas. Yo ahora desde luego no soy el mejor jugador de Italia, pero voy haciendo cosas: he jugado en la selección, ahora estoy en España, he estado en la Euroliga... Así que quiero compartir mis emociones. En mi último vídeo en la Virtus recuerdo que estaba preparado para venirme a Granada. Acababa de firmar con el Covirán, y durante un partido en Trieste, que perdimos y no jugué, estaba muy estresado pensando en eso. Después del partido, pensando en cómo decirle al equipo que me marchaba, empecé a llorar. Tenía miedo... y grabé aquello. También para mí, pero creo que para un niño que sueña con ser jugador es importante ver eso. Que hay buenos y malos momentos.
–¿También enseña lo malo?
–¡Prefiero mostrar eso! Por ejemplo, hice un vídeo cuando me convocaron para la preselección de la Copa del Mundo. Luego me cortaron tras dos semanas. Hay que enseñar eso también, que se puede fallar. Hace seis semanas lloraba como un niño y ahora soy un tío feliz.
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Óscar Beltrán de Otálora
Ivia Ugalde, Josemi Benítez e Isabel Toledo
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