Yerko Alfaro, el pintor granadino ciego que sigue viendo colores
El Centro Artístico acoge una muestra del autor, de origen chileno, que usa gafas de realidad virtual para continuar viviendo con los cinco sentidos
Yerko Alfaro nació en Ovalle, Chile, en 1994. Es licenciado en Comunicación Social, profesor, orientalista y especialista en Historia de Europa y América. También es escritor. Y pintor, Y ciego. Estas dos últimas condiciones pueden parecer contradictorias, pero la exposición que hasta el próximo sábado día 5 puede observarse en el Centro Artístico desmiente los lugares comunes. Yerko ahora no ve con sus ojos, pero vio hasta los 12 años. Ahora, unas gafas inteligentes le ayudan a llevar adelante el día a día, porque desde el punto de vista práctico, cabe destacar que vive solo y que su condición de invidente no provoca accidentes a diario. Eso sí, tiene muchas ganas de trabajar y de mostrar su trabajo.
Llega a la cita con la sala ya montada –las obras tienen las cartelas en un formato normativo y en braille, también, para facilitar la explicación de las obras a quienes, como él, no ven– y con su libro bajo el brazo: 'A mis 20. Cuando el amor libró', un poemario que publicara el pasado año Ediciones Aliar. Trae una mochila llena con los objetos que habitualmente utiliza para pintar. Distingue los distintos colores por la forma, y en los procesos más delicados tiene la ayuda de su profesora. Desde que llegara a Granada en 2017, su existencia ha sido, quizá como la de todos, un cúmulo de experiencias dispares, pero en su caso, sin duda, más ricas. Porque en ocasiones, lo que falta es lo que más enriquece.
«Guardaba dentro de mí las formas y los colores. Algunos tuve que recuperarlas en mi interior porque las había olvidado», comenta. «Para ello, los ojos de mis amigos, de mi profesora, fueron los míos». Recuerda que cuando ya estaba perdiendo la vista, participó en un concurso de pintura y ganó un premio en una categoría especial para personas con capacidades diversas, con un cuadro realizado a partir de plastilina. Luego, trabajó en artes plásticas publicitarias, diseñando logotipos e imágenes corporativas, y en su carrera hizo asignaturas como Fotoperiodismo y Lenguaje Audiovisual, que le incentivaron a no olvidar espacios y colores, e incluso a imaginar situaciones que luego formaron parte de guiones de diversos cortometrajes.
Unos amigos que habían estudiado Bellas Artes se pusieron a su disposición cuando Yerko manifestó su deseo de volver a tomar los pinceles. Y el año pasado, en mitad de un proyecto que ha llevado a cabo sobre adaptación de juegos de mesa para personas ciegas, encontró una tienda en el Zaidín donde entró en contacto con su profesora. Desde ese momento, comenzó a desarrollar una técnica que le es propia, donde mezcla diversas tradiciones, donde la geometría y su personal ideario están muy presentes. «Es difícil llegar al hiperrealismo sin poder ver. Ocurre igual en la disciplina de las Relaciones Públicas, que estudié. En muchas ocasiones, no es tanto lo que ves, sino tu peculiar interpretación, cómo lo dices, lo que más importa», señala.
Yerko Alfaro pinta su propia vida, pues. Pinta animales porque se siente especialmente atraído por ellos, desde un ecologismo y un vegetarianismo militantes. También hay en su pintura referencias a lo oriental, porque su tesis doctoral la elabora sobre la enseñanza de lenguas asiáticas para personas ciegas. Esa tesis lleva consigo la existencia de una página web –idiomasaccesibles.info– donde recopila los recursos que va generando, como tutoriales y guías.
Cielo, tierra y mar
En las obras de Yerko Alfaro se dan la mano cielo, tierra y mar. Preguntado a propósito de qué echa de menos mirar más, dice que el cielo, porque tanto la tierra como el mar las puede tocar con las manos. «Cuando era niño me interesaba mucho la astronomía, y solía ver con frecuencia documentales como los de Carl Sagan», rememora. Sus mapas celestes pueden parecer abstractos, pero tienen un matiz hiperrealista según algunas de las personas que los observan. El color azul es su favorito, y también los metálicos, algunos de sus tonos preferidos cuando era niño, ya que siempre se sintió atraído por la tecnología tanto como por la cultura de sus ancestros, como se puede observar en obras como 'Reconexiones', donde reproduce diseños propios de las vasijas diaguitas, uno de los pueblos indígenas de su país de origen. «Los diaguitas perdieron su lengua, sufrieron un proceso de culturización muy fuerte, pero mantuvieron su alfarería como elemento identificativo», afirma Alfaro.
No es la única reivindicación que acoge la exposición del Centro Artístico. La igualdad de trato, el respeto a la diferencia –en 'Sueño con serpientes', a partir de un conocido juego de mesa, hace una parábola del ascenso social, las virtudes y los vicios–, e incluso la importancia de incluir a quienes tienen capacidades diversas en el día a día, están entre sus causas. Así, es capaz de pintar una ciudad donde incluso una bombera puede ser invidente, y capaz de bajar a un gato de un árbol. Las obras de Gabriela Mistral, Rafael Alberti, Lorca y sor Juana Inés de la Cruz le han ayudado a dotar de palabras un universo propio, que a pesar de las dificultades, también pinta.
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