La vida nocturna de Federico en la Huerta
El poeta escribía hasta el amanecer con las ventanas abiertas, escuchando el murmullo de las acequias y oliendo el aroma de la higuera y los jazmines, detalles que se narran en las visitas de noche que se han hecho este verano en la Huerta
Mayo de 1925.Federico García Rodríguez, el padre del escritor más leído en lengua castellana de todos los tiempos, Federico GarcíaLorca, compraba la Huerta de los Mudos, un cortijo a las afueras de Granada que al poco bautizó como Huerta de San Vicente –en honor a su esposa Vicenta– y que hasta 1936 se convertiría en la residencia estival de la familia García Lorca. Un lugar donde Federico encontró paz para escribir obras tan colosales como 'La casa de Bernarda Alba', 'Yerma' o 'El romancero gitano' y donde, en horario nocturno, solo se escuchaban el susurro de las acequias y los estrídulos de las cigarras y se olía el aroma de la higuera y los jazmines.
Y es que Federico vivía de día, pero también de noche. «A veces hasta el amanecer», explica el director conservador de la Huerta de San Vicente, Juan José García.Mientras los suyos dormían, Federico encendía la luz de su cuarto, redactaba con el balcón abierto de par en par, se asomaba a la terraza para encontrar la inspiración y fumaba de vez en cuando un pitillo –un Lucky Strike o un Camel de importación–.
¿Cómo eran esas veladas en la Huerta de San Vicente? Este verano la Huerta ha organizado varias visitas guiadas en las que el mismoJuan José García, un profundo conocedor de la figura lorquiana, ha explicado con profusión de detalles cómo era la vida en la Huerta cuando se ponía el sol. Unos meses de felicidad para los García Lorca, que se desplazaban todos los años a esta casa solariega, situada en lo que antaño era el pago de Arabial Alto, en temporadas que se iniciaban con el Corpus Christi, en junio, y que se prolongaban hasta la Virgen de las Angustias, a finales de septiembre. En la última sesión de estas visitas, celebrada el pasado jueves 17 de agosto, treinta lectores de IDEAL, todos suscritos a Oferplan, disfrutaron de la experiencia.
Vaya por delante que una de las primeras inversiones que realizó Federico García Rodríguez fue, aprovechando su condición de accionista de la compañía eléctrica, una acometida que llevara la luz tanto a la Huerta de San Vicente como a la de sus vecinos de la Huerta de San Enrique –ya desaparecida–.Un desembolso que realizaron ambos propietarios. Es decir, no se precisaron velas durante los diez años que los García Lorca habitaron la Huerta entre 1926 y 1936. Lo que no había era suministro de agua potable. El abastecimiento lo llevaban a cabo con burros que portaban cántaros desde la Fuente del Avellano.
Como norma general, dice Juan José García, los García Lorca no eran de quedarse hasta muy tarde, salvo Federico, «que aprovechaba que todos se acostaban para sentarse en su escritorio para pasar horas y horas delante del papel». «Ellos solían cenar dentro –seguro que no faltaba el gazpachuelo–, pero también salían un rato a la fresca», comenta Juan José García. Y había noches muy especiales, como la del 18 de julio, onomástica de San Federico. Entonces se reunía todo el mundo. Los progenitores, los hijos, los que venían desde Fuente Vaqueros, más de cuarenta primos de todas las edades y sus consortes, las amas de los recién nacidos, los conductores... una fiesta por todo lo alto donde no faltaba la limonada con hierbabuena para los menores y algún que otro licorcillo para los mayores.
Muchos documentos
Hay muchos documentos, fundamentalmente cartas de Federico o de sus amigos, que explican cómo era la Huerta hasta que cantaba el gallo. Cuando por la noche se encendía esa bombilla de 125 voltios que había encima de la entrada –un elemento que se ha conservado de forma simbólica hasta la actualidad–. TicaFernández-Montesinos, sobrina de Federico, hablaba de un baile de farolillos con todos los hombres ataviados de blanco y las mujeres de noche. Entre ellas, una con un vestido azul, Soledad, hija del gran filósofo y ensayista José Ortega y Gasset, y Laura, de verde, descendiente de Fernando de los Ríos. Nombres que evidencian el círculo intelectual en el que se movían los García Lorca y su relación con la Huerta.
Federico salía algunas noches de la huerta con el gramófono para oír a Bach junto a una cantaora del Sacromonte
Pero cuando Federico se hallaba en la Huerta –lo hizo entre 1926 y 1936, menos el año que estuvo en Nueva York– también se daba sus paseos nocturnos por Granada. Hay una preciosa anécdota relatada por Francisco Giner de los Ríos al hispanista Ian Gibson. Federico sacaba el gramófono de la Huerta para llevarlo hasta el Sacromonte para que una vieja cantaora que había perdido el duende escuchara a Juan Sebastian Bach. El compositor alemán era uno de sus grandes referentes musicales. La encantaba la cantata 140 y la escuchaba de manera obsesiva mientras escribía 'Bodas de sangre'. En su discoteca tampoco faltaban, por cierto, pizarras de cantes flamencos interpretados por Tomás Pavón o la Niña de los Peines.
También muy interesante aquella misiva que Federico remitió en 1928, en plena crisis afectiva con Emilio Aladrén, a su amigo el poeta colombiano Jorge Zalamea y que decía. «Tú no te puedes imaginar pasarte noches enteras en el balcón viendo una Granada nocturna vacía para mí y sin tener el menor consuelo».
Así era Lorca.El poeta universal que escribía en una casita blanca de la Vega de Granada.
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