La 'última moda' de las doñas de Granada
Las Carmelitas Calzadas exponen una selección de vestidos, joyas y complementos que vestían las aristócratas solteras o viudas que ingresaron en el convento entre los siglos XVI y XIX
Granada. Mediados del siglo XVIII. La aristócrata Rosa Cándida Gnecco enviudó de su marido, el alguacil mayor de la localidad de Adra, Pedro Beneito y Aznar. Perteneciente a una de las familias más poderosas e influyentes de Génova, la señora tomó la decisión de venirse a Granada con todo su séquito de doncellas para 'ingresar' en el Convento de las Carmelitas Calzadas. Ingresar entre comillas porque, a diferencia de las monjas, ni tenía votos ni hacía vida conventual –entraba y salía cuando le apetecía–. Rosa Cándida, que desarrolló una intensa labor como mecenas en Adra, se decantó por las Carmelitas Calzadas de Granada porque aquí se hallaba su sobrina Teresa de Jesús Gnecco y porque en Almería capital no había ninguna sede de esta congregación.
Cuando Rosa Cándida murió en 1793 –nació en 1748–, toda su dote y todo su ajuar se quedó en el Convento de las Carmelitas Calzadas. Uno de sus vestidos, un espectacular dos piezas compuesto por una blusa de terciopelo púrpura con manga a la sisa y una falda con estampado floral, forma parte de la exposición 'Las mujeres que habitaron en el convento', que se puede ver hasta finales de junio en el Convento de las Carmelitas Calzadas –aunque, dado el éxito, se está valorando la posibilidad de prolongarla unas semanas–.
Rosa Cándida Gnecco es una de las cincuenta doñas que han residido en el Convento de las Carmelitas Calzadas desde su fundación en 1508 hasta el siglo XIX. Biografías perfectamente documentadas e investigadas por Venancio Galán, doctor en Historia del Arte de la Universidad de Granada, comisario de 'Las mujeres que habitaron en el convento' y persona íntimamente ligada a esta comunidad que atesora un patrimonio de enorme valor histórico y artístico. Hoy día sigue morando un grupo de ocho religiosas, de nacionalidades española y filipina –con una edad media de cincuenta y tres años–, en el edificio de la calle Monjas del Carmen, en pleno centro de la capital.
Los que se pasen por las Carmelitas Calzadas podrán ver, en un recorrido por siete espacios singulares, cómo evolucionó la moda en Granada –y en toda España– entre los siglos XVI y XIX. Observarán blondas de encaje de bolillos, prendas cosidas con hilo de plata y seda y trajes de azabache. También torerillas, capelinas de encaje, mantones de manila del siglo XVII, mantillas y espectaculares abanicos cantoneses del siglo XIX.
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También todo tipo de joyas y complementos, «que se ponían las doñas cuando asistían a actos sociales en Granada», explica Venancio Galán. En 'Las mujeres que habitaron en el convento' se exhiben, por ejemplo, collares de perlas del siglo XVIII y broches con filigranas.
Recorrido
La muestra ocupa siete de las estancias visitables del Convento de las Carmelitas Calzadas. El patio renacentista está dedicado a Santa Teresa de Jesús, mientras que en el barroco se hallan diferentes piezas textiles de las doñas –parte baja– y de las ducandas –planta alta–. «Las educandas eran las niñas abandonadas en el torno», explica Galán. «Las educaban –prosigue– en el arte de la religión y del bordado y la inmensa mayoría terminaban tomando los hábitos».
En la cuarta sala se han colocado varios modelos de jóvenes diseñadores granadinos como Agüita y Dani Campoy. En el refectorio se recuerda cómo era el día a día doméstico en el Convento de las Carmelitas Calzadas. La penúltima habitación del 'tour' está centrada en Rosa Cándida Gnecco, mientras que en la última se exponen varias creaciones de Maté Studio y de Evelin Martínez.
Venancio Galán manifiesta que el Convento de las Carmelitas Calzadas es un verdadero tesoro porque salió indemne del anticlericalismo. «Aquí no se notó ni la invasión de las tropas napoleónicas, ni la Desamortización de Mendizábal de 1836, ni las quemas del decenio de 1930, ni la Guerra Civil». Todos los bienes muebles, todas las obras de arte y todos los fondos documentales se han conservado en perfectas condiciones. «En el caso de las doñas –dice Galán– mantenemos los testamentos, las cartas familiares, los libros y todas sus vestimentas». También subsisten todas sus devociones en forma de esculturas y grabados.
Las madres enclaustradas se dedican hoy día a la contemplación, a la elaboración de comida para llevar –en los últimos meses se han hecho famosas por la preparación de sushi–, la venta de repostería y el lavado y el planchado de ropa. Estas son sus principales fuentes de ingresos y también los principales recursos para el mantenimiento de un inmueble de 1.800 metros cuadrados, cuyas puertas se abren para la organización de visitas concertadas.
El Convento de las Carmelitas Calzadas guarda muchos secretos. Secretos que, poco a poco, se desvelan para engrandecer la historia de una Granada que nunca deja de sorprender.
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