La última creadora de letras de Granada
Elisa Pérez es rotulista tradicional a pincel, un oficio artesano que se perdió con la llegada de los ordenadores. «En España seremos unos treinta. Y no me falta trabajo»
Elisa acaricia con suavidad el papel en blanco, como si buscara pistas en un mapa del tesoro. Cuando encuentra la idea, coloca la hoja en un gran tablero de madera, sobre la pared, e inicia el proceso con suma tranquilidad. Saca uno de sus pinceles y lo frota con energía, muy fuerte, para quitarle impurezas. Abre un botecito de pintura y deposita una fina capa en un vaso de plástico. Moja el pelo del pincel y comienza a pintar, usando su mano izquierda de apoyo en una postura perfectamente estudiada. Aguanta la respiración y arrastra el pincel poco a poco, que arrasa el blanco como una calmada, imparable y hermosa lengua de lava. Cada pasada del pincel es de una precisión cirujana, limpia como un samurái. Elisa ha dibujado cuatro letras. «A veces me dicen, para adular, que parecen hechas con ordenador. Por eso intento que se vean algunos trazos, algunos 'errores', para que se sienta humano. Único».
Elisa Pérez (Granada, 1993) es rotulista tradicional a pincel. «Vaya, que me dedico a pintar letras como los antiguos», ríe, sentada en su taller, en la calle Arabial. Esta técnica surgió por 1850, con la publicidad. «Las marcas querían diferenciarse con un logo y un nombre. Y eso lo hacían los rotulistas, todo a mano». Una profesión que prácticamente desapareció con la llegada de los ordenadores pero que, sin embargo, todavía ejercen unos pocos. «En España seremos unos treinta. Sí, puedes imprimir un vinilo fácilmente. Pero desde que empecé hace tres años nunca he parado de trabajar. Hay gente que valora lo hecho a mano. Tiene algo especial. Tiene alma».
Granada está llena de sus letras: restaurantes, cafeterías, estudios de tatuaje, barberías, farmacias, librerías... «Me piden letras personas con cierta sensibilidad, gente que aprecia la tradición, que buscan una estética que sea cercana, orgánica y más humana». ¿Y cómo decide alguien dedicar su vida a un oficio tan genuino y tan olvidado? «Es curioso, porque yo hice el bachiller tecnológico para hacer ingeniería industrial –dice Elisa, tomando un sorbo de té de una taza en la que se lee «Always Do What You Love», «Haz siempre lo que amas»–. Menos mal que no entré».
Madame Letters
Elisa Pérez es Madame Letters, apodo con el que es muy conocida en redes sociales. Ella es maestra de 'lettering', una disciplina artística que está muy de moda. «Digamos que si la caligrafía es el arte de escribir bello, respetando la letra tal cual sale de la herramienta, el lettering es más libre. Tú, entendiendo cómo se construyen las letras, las dibujas a tu antojo. Y la rotulación sería el oficio». Lo de convertirse en Madame Letters, sin embargo, fue una pequeña casualidad. Pérez, que siempre había pintado al óleo, cambió la ingeniería por Bellas Artes. «La carrera me desencantó y me pasé al diseño gráfico. Al acabar decidí que quería estudiar tipografía porque se me daba muy mal. Cuando tenía que diseñar un cartel no sabía qué tipografía elegir, podía estar horas y horas».
Así se fue a Barcelona, a estudiar un máster donde descubrió la caligrafía. «Era bonito entender de dónde venían las letras y como se construyen. Luego empezamos con el lettering. Y, más tarde, hice un curso de iniciación a la rotulación a pincel, que me cautivó desde el principio». Tras pasar un par de años trabajando en un estudio de diseño, en Barcelona, decidió regresar a Granada para dar clases de caligrafía en la Escuela de Arte. «Ahí empecé a hacer carteles para amigos, todo a mano. Se corrió la voz y de repente me pedían trabajos constantemente. Entonces fue cuando me dije ¿y si me dedico a ser rotulista tradicional a pincel? ¿Es muy loco querer hacer algo tan olvidado? ¿Estoy loca? –ríe, recordando la escena–. Pero mira, no me ha faltado el trabajo. Ni un día».
Las obras de la granadina Madame Letters van de los 100 a los 1000 euros, según el tamaño del proyecto. «Al final se trata de tener una obra original, hecha a mano, que eso es muy placentero», apunta. «Además, si es un rótulo en madera la trato yo misma. La pintura es un esmalte sintético de base disolvente, especial para rotulistas. Y los pinceles suelen ser de pelo de animal porque fluyen mejor; son caros. Y si uso pan de oro, eso sí que es complejo... –resopla–».
Esta pasión por las letras ha llevado a Elisa a crear su propio curso de iniciación a la rotulación con pincel, que hará en su taller, el día 2 de abril. «Si alguien se quiere apuntar, que me escriba por Instagram (@MadameLetters)», señala.
Elisa da otro sorbo a su té para volver al trabajo. Repite todo el proceso paso a paso, como si fuera una kata de karate: el papel, el pincel, las manos apoyadas una sobre otra, la respiración... En el tablón de madera hay clavados algunos trabajos antiguos y un abecedario completo con las instrucciones para hacer los trazos. «Si lo dibujas a mano –dice, tras terminar la sombra de una letra, una perfecta línea verde– siempre va a ser único».
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