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J. M. ensaya en la casa de hermandad del Silencio en la Gran Vía. ALFREDO AGUILAR

El tambor de la Madrugada granadina

Semana Santa ·

Desde el anonimato obligado por los estatutos, J. M. narra cómo vive el privilegio de tocar el único tambor que suena en la procesión del Silencio

Jorge Pastor

Granada

Lunes, 4 de abril 2022, 00:07

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La madrugada del Jueves al Viernes Santo tiene un sonido inconfundible. A las doce de la noche, con la Luna encendida y la ciudad apagada, se abren las puertas de la iglesia de San Pedro y San Pablo para que el Señor muerto en la cruz, el Cristo de la Misericordia, recorra las calles de Granada con total solemnidad y un silencio casi absoluto. 'Casi' porque solo se escucha el redoble del tambor que, situado delante de la cruz de guía, acalla el murmullo conforme avanza el cortejo. ¿Quién se encarga de ello? Los estatutos de la Hermandad del Silencio obligan al absoluto anonimato, pero este periódico sí ha podido charlar durante unos minutos con el joven, identificado con las iniciales J. M., que desde 2019 es el encargado de que suene el instrumento de percusión más representativo de la Semana Santa de Granada.

J. M. nació en Granada en 1998 –tiene veintitrés años– y estudia último curso de Medicina en la Universidad de Córdoba. Es un tipo tan brillante como humilde. «Desde pequeño siempre me ha gustado la Semana Santa y lo que más me llamaba la atención era el Silencio, que todo estuviera a oscuras», recuerda. «Cuando volvía a casa, ya no podía olvidar el ritmo del tambor». Un ritmo suave cuando los penitentes se detienen y más intenso cuando retoman nuevamente la marcha. «Siempre lo veía junto a mis padres y mi hermano en Plaza Nueva o en Capitanía, en la calle San Matías», rememora J. M., quien nunca olvidará lo mucho que le impresionó la primera vez que vio la talla en la Carrera del Darro –una réplica de la original de José de Mora– y el escalofrío que experimentó cuando el Misericordioso pasó por delante de él. «Creo que no hace falta ser cristiano para sentir ese sobrecogimiento», reflexiona.

J. M. tocó por primera vez el tambor en 2019 y lo seguirá haciendo en los próximos años. ALFREDO AGUILAR

J. M. tenía claro que quería formar parte del Silencio, una posibilidad que se convirtió en factible cuando Jesús, vecino en el apartamento de la playa y miembro de la cofradía, le enseñó el camino. «Tuve que esperar hasta los dieciocho años porque con menos edad solo puedes ser monaguillo, y yo quería hacerlo como nazareno», explica. En 2016 alcanzó la mayoría de edad y salió con el cirio durante tres años. Hasta que en febrero de 2019 recibió la llamada del secretario de la Hermandad del Silencio para ofrecerle el puesto de tambor que se había quedado vacante. «Si confiáis en mí, yo estoy dispuesto», respondió sin titubear.

«Mi predecesor me enseñó a sujetar el tambor, coger la baqueta y llevar la cadencia correcta»

Y así fue como debutó en la Semana Santa de 2019. «Quedé unos días antes con mi predecesor, que me enseñó cómo sujetar el tambor, cómo coger la baqueta y cómo llevar la cadencia correcta», relata J. M. «El mismo Jueves Santo, antes de que se iniciara la estación de penitencia, realicé un último ensayo en el patio de la parroquia de San Pedro y San Pablo». «Durante la primera hora de procesión –añade J. M.– me sentí un poco nervioso por la responsabilidad, pero en las tres horas restantes disfruté mucho».

El desgaste físico de estar cuatro horas en acción y soportando los cinco kilogramos que pesa el tambor es perfectamente asumible para un chaval de veintitrés años. «Con la vela se carga un poco más el brazo y con esto la espalda», dice. J. M. lleva siempre dos baquetas. La que toca y una segunda de repuesto dentro de la 'pleita' (cinturón de esparto).

Momentos más intensos

J. M. afirma que los dos momentos del itinerario que vive con mayor intensidad son la llegada a Plaza Nueva, donde le resulta inevitable retornar a aquellos años en que veía el Silencio junto a sus progenitores, y el acceso a la Catedral, «cuando entramos por la puerta de las Pasiegas y salimos por la del Perdón», un tramo cargado de simbolismo y que se realiza completamente en silencio. «Solo se oyen los pasos de los costaleros y el acarreo de las cadenas».

Las manos del tambor. ALFREDO AGUILAR

Tras estos dos años de parón obligado por la pandemia, J. M. se prepara ya con ilusión para la Semana Santa de 2022. «Ojalá que el tiempo lo permita», confiesa. «Y si no tampoco sucede nada, es un momento propicio para rezar y para reflexionar sobre las cosas que te pasan». Una actitud positiva que mantiene ahora, en el presente, y que seguirá manteniendo mientras pueda ejercer como tambor del Silencio.

La Hermandad del Santísimo Cristo de la Misericordia, más conocida como la del Silencio, que cuenta con un censo de 546 hermanos, cumplirá en 2024 los cien años desde su fundación. Una efemérides que irá acompañada de un cuidado programa de actos en el que ya está trabajando una comisión creada al efecto. Habrá conferencias, mesas redondas, un número especial de la revista y una gran exposición en la que se mostrarán documentos y obras de arte.

También está previsto que este mismo 2022 la casa de hermandad del Silencio, que hoy día se halla en la Gran Vía, pase a un local en la calle Veracruz, donde se acometerán obras de reforma para acoger todos los enseres y para el desarrollo de las actividades propias de la entidad.

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