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Carmen Juliá Toledano trabajando en la restauración del Ecce Homo de Diego de Mora; detrás la Dolorosa del mismo autor que fue intervenida a continuación. Ramón L. Pérez
Patrimonio

El Señor de Diego de Mora revive en Granada

El Museo de Bellas Artes ha restaurado un hiperrealista Ecce Homo del escultor granadino para exponerlo temporalmente en sus salas del Palacio de Carlos V

Jorge Pastor

Granada

Domingo, 12 de noviembre 2023, 00:49

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Situémonos en el Concilio de Trento, entre 1545 y 1563. Los prelados se reunieron, convocados por el papa Paulo III, para aclarar diversos puntos de la doctrina católica, 'contaminada' por la reforma protestante. Una de las grandes conclusiones es que la Iglesia tenía que 'conmover para convencer'. Un adagio que, llevado al mundo del arte, se tradujo en representaciones realistas –incluso hiperrealistas– de la pasión y muerte de Jesucristo. Y ahí entroncamos con la afamada Escuela Granadina de escultura de los siglos XVI y XVII y con algo que ha ocurrido en las entretelas del Museo de Bellas Artes de Granada.

Allí, en una sala de los Nuevos Museos, dentro del recinto de la Alhambra, se ha trabajado en la restauración de dos tallas, un Ecce Homo y una Dolorosa, realizadas hacia 1700 por uno de los grandes artistas del momento, Diego de Mora, hermano del celebérrimo José de Mora y continuador de una saga de origen bastetano cuyas obras se pueden disfrutar en alguno de los principales museos del mundo.

Y en este punto es donde enlazamos con esa apelación a la conmoción del famoso sínodo trentino. Porque el Ecce Homo de Diego de Mora, en el que ha trabajado a conciencia durante dos meses la restauradora Carmen Juliá Toledano, es absolutamente conmovedora –impresiona todavía más si se admira en las distancias cortas–. Muestra a un Jesucristo atormentado tras el duro trance de la flagelación con la vista alzada hacia el cielo buscando el consuelo del Padre.

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El hombro izquierdo, hinchado por los latigazos, presenta una herida ensangrentada. La parte izquierda del rostro está amoratada por los golpes. En el globo ocular siniestro se aprecia también una incipiente hemorragia subconjuntival –los capilares, enrojecidos, están a punto de estallar–. Realismo puro y duro. La figura descansa sobre una peana.

Trabajo de restauración. Ramón L. Pérez
Imagen principal - Trabajo de restauración.
Imagen secundaria 1 - Trabajo de restauración.
Imagen secundaria 2 - Trabajo de restauración.

Pero ¿por qué esta talla estuvo en la 'mesa de operaciones'? Pues básicamente porque el paso del tiempo ha hecho mella. El estado de conservación era estable, pero en el transcurso de estos trescientos años la madera, que es un material vivo, se movió, a lo que hay que sumar otros deterioros que también son de origen natural. No había ninguna rotura como consecuencia de que la obra se hubiera caído o se hubiera manipulado de forma incorrecta.

«La restauración fue compleja y llevó unos meses; lo bueno es que la capa pictórica no estaba levantada»

Carmen Juliá

Restauradora del Museo de Bellas Artes

Según Carmen Juliá, «los análisis previos evidenciaban la acumulación de polvo y suciedad, especialmente visibles en las carnaciones». «Además –agrega– se observaban deformaciones por ataques biológicos». Es decir, orificios provocados por xilófagos. Aparecieron grietas en espalda y manto. A todo ello había que sumar faltas de volumen en las sujeciones. O sea, entre las piezas ensambladas unidas por elementos metálicos y posiblemente por espigas de madera.

El análisis de la escultura permitió descubrir al menos dos intervenciones anteriores, de las cuales una de ellas fue un repolicromado integral. Ramón L. Pérez

La policromía también estaba tocada. La capa pictórica presentaba buena adherencia, pero había zonas con mermas. Había clavos superficiales que hicieron saltar parte del aparejo. «Para darle más naturalismo –explica Carmen Juliá– Diego de Mora recurrió al empleo de cuerda natural que rodea el cuello y que cae sobre el pecho». En el cabello se veían desgastes. Las pérdidas de pintura dejaron al descubierto en algunos puntos la madera y el enfondado de plata sobre el que se aplicó pigmento bermellón. El diagnóstico se completaba con alteraciones de color en la vuelta del manto por degradación –también había restos de cera– y oxidación de barnices.

Etiqueta manuscrita

Dentro del Ecce Homo se localiza una etiqueta manuscrita fechada en 1783, cincuenta y cuatro años después del fallecimiento de José de Mora (1729). El texto, en castellano antiguo, dice que «estas dos imágenes de Jesús» –la del Ecce Homo y una segunda no identificada– son una herencia de Pedro de Cañaveral y Ponce, un marino de Granada que trajo a Carlos III de Nápoles a Barcelona y que vivió entre 1736 y 1819. Recibió este legado tras el fallecimiento de su madre María.

Fechas

  • 1700 No hay datos documentados de la fecha en la que Diego de Mora talló el Ecce Homo que se ha restaurado en el Museo de Bellas Artes. Diferentes fuentes apuntan que pudo ser hacia el año 1700.

  • 1945 La talla fue recibida en el Museo de Bellas Artes en el año 1945. Estuvo expuesta hasta 1995.

Posteriormente, el Ecce Homo pasó a propiedad del Convento del Ángel Custodio de Granada, que fue demolido junto a su iglesia en el año 1933. Fue depositado en el Museo de Bellas Artes por el Patronato de la Alhambra. La fecha de ingreso fue 1945. En las fichas antiguas se dice que este Ecce Homo y una Dolorosa, en la que se actuó en los meses siguientes, fueron adquiridas por el Ayuntamiento de Granada, aunque no existe constancia documental.

Dolorosa de Diego de Mora también restaurada por el Museo de Bellas Artes. Ramón L. Pérez

En la guía de Gallego Burín se indica que estas imágenes, junto a otras procedentes del Convento del Ángel Custodio, fueron compradas ex profeso para la Casa de los Tiros y el Museo de Bellas Artes, donde estuvieron expuestas al público entre 1958 y 1995, cuando fueron guardadas en los almacenes, donde han permanecido en perfectas condiciones ambientales hasta nuestros días. La idea es que, una vez finalizada intervención que se llevó a cabo, se vuelvan a exhibir «durante un tiempo», según ha adelantado el director del Museo de Bellas Artes de Granada, Ricardo Tenorio.

«Diego de Mora es más clásico que su hermano José, que se caracterizaba por su dramátismo y expresionismo»

Ricardo Tenorio

Director del Museo de Bellas Artes

«Lo primero que hice –comenta Carmen Juliá– fue consolidar todo lo que había». A partir de ahí, la faena continuó con una limpieza química y la reparación de las oquedades. Después implementó una pátina de barniz y realizó una reintegración cromática 'discutible'.De esta forma, aclara Carmen Juliá, el espectador puede diferenciar a simple vista lo nuevo de lo antiguo. «El proceso es complejo y llevó unos meses de labor, aunque lo favorable es que la capa pictórica no estaba levantada».

Trabajando en la restauración. Ramón L. Pérez

A juicio de Ricardo Tenorio, «las creaciones de Diego de Mora, cuyos principales clientes son las órdenes religiosas, tienen ese 'aire' característico de los talleres de los Mora, aunque hay algunas singularidades». «A diferencia del dramatismo y expresionismo de José, Diego es más clásico y está más imbuido por el maestro Alonso Cano y sus formas idealizadas», dice. «Aunque sí introduce algunos cambios respecto al canon, fundamentalmente que las proporciones de las cabezas son más pequeñas».

Una etiqueta manuscrita reconoce que la primera propietaria fue María de Ponce, madre del marinero Pedro de Cañaveral

Diego de Mora (1658-1729) alcanzó notoriedad en su época, aunque artísticamente siempre estuvo varios peldaños por debajo de José, dieciséis años mayor que él. Buena prueba de la fama alcanzada por José es que fue designado escultor de cámara en la corte de Carlos II –durante su estancia en Granada residió en la Casa de los Mascarones–. Diego tuvo varios estudios, todos en el barrio del Albaicín. Allí se formó, por ejemplo, el gran Torcuato Ruiz del Peral, considerado por muchos uno de los mejores imagineros de España. Siempre talló en madera, básicamente de nogal, castaño y roble, aunque eventualmente también esculpió en barro, un material que se utiliza sobre todo para los bocetos, pero que a veces también se emplea como acabado.

Si Diego de Mora viviera hoy, las hermandades se lo rifarían. Lo suyo fue arte. Arte con mayúsculas que, afortunadamente, está al alcance de todos en el Museo de Bellas Artes.

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