Los 'resucitadores' de fotos antiguas de Granada

José García Ayola fue uno de los principales fotógrafos granadinos de finales del siglo XIX. Retrató el orientalismo de Granada, con la Alhambra como gran protagonista, pero por su estudio de Puerta Real también pasaron personajes tan célebres como el gran Mariano Fernández Santiago, alias Chorrojumo. Ahora, el Museo Arqueológico de Granada, dependiente de la Junta, está trabajando en la recuperación de una extraordinaria colección de 117 negativos de gelatino bromuro –y algún colodión– de García Ayola que permanecían en sus almacenes desde 1983, cuando fueron donados a esta institución por Carmen Granados.

Este trabajo permitirá obtener a alta resolución un lote de fotos de extraordinario valor histórico y etnográfico de Granada. Una labor que están acometiendo durante un mes y medio dos reputados especialistas en la restauración de documentos y obra gráfica, Rafael Lorente y Romina Domínguez.

El Museo Arqueológico de Granada cuenta con un laboratorio perfectamente dotado para ello. Allí se meten todas las mañanas Rafael y Romina para dejar como nuevos estos vidrios de unos 150 años de antigüedad. «Unos están más perjudicados que otros», asegura Romina, quien agrega que uno de los principales motivos del deterioro era las cajas donde se guardaban, «ya que la madera aporta acidez y además no estaban totalmente estancas, por lo que se encontraban en contacto con la atmósfera». A ello hay que sumar otros factores degradantes como una manipulación incorrecta, el sometimiento a oscilaciones de temperatura y humedad, las reacciones químicas provocadas por la suciedad impregnada y sobre todo la incidencia directa de la luz.

«Como consecuencia de ello –explica Rafael Lorente– los cristales sufren el efecto 'espejo de plata', la aparición de una especie de halos, a lo que habría que sumar otros daños como quebrados, capas desprendidas o la presencia de adhesivos de intentos anteriores de rehabilitación». Es decir, si todo esto se positivara tal y como se encuentra en estos momentos, las fotografías reflejarían todos esos quiebros, lagunas y, en definitiva, «se verían de una manera incorrecta».

El proceso de 'resurrección' comienza con cl correcto acarreo de todos los documentos, depositados hace medio siglo en el Arqueológico, hasta el taller. A continuación, se toman unas instantáneas que permitirán comprobar, entre otras cosas, cómo estaba el material y cómo estará una vez que Rafael y Romina culminen su faena. De forma paralela, comenta Rafael, se lleva a cabo un primer análisis visual que ya permite discernir, por ejemplo, qué tipo de alteraciones hay y si estas son graves. «Información básica para determinar los tratamientos».

El siguiente paso es la limpieza a partir de una máxima: proteger lo más sensible, las emulsiones. Sobre ellas solo se puede actuar con brocha suave y pera de aire. Para sanear el resto de la superficie se aplican isopos de algodón humedecidos con agua y etanol. Acto seguido se quitan añadidos y los vidrios se meten en sobres protectores.

La actuación es más compleja cuando el daño es mayor. Al cristal original, de unos dos milímetros, se le implementan otros dos del mismo tamaño, uno por una cara y otro por la otra, una especie de 'sandwich' que garantiza una reproducción a máxima calidad.

El director del Museo Arqueológico de Granada, Manuel Ramos, afirma que los programas de restauración, que se realizan con la expectativa de un ejercicio completo, «son fundamentales para la preservación del patrimonio». ¿Qué criterios se emplean? Se establecen en función del estado de conservación o en función también de la emergencia de uso. Es el caso de los fondos que son prestados para la realización de exposiciones dentro y fuera de Granada.

Manuel Ramos aclara que, en principio, estas placas no se expondrán al público. «Se guardarán en las mejores condiciones más allá de las posibles acciones divulgativas que se lleven a cabo». «Se podrán revelar a alta resolución», añade el máximo responsable del Arqueológico.

Según Ramos, estas imágenes que realizó José García Ayola formaban parte de álbumes producidos como souvenirs para las personas que visitaban Granada. «Tienen valor –agrega– por lo que enseñan, esas estampas de la ciudad a finales del XIX, y también porque muestran de alguna forma la evolución de la fotografía, que en principio precisaba de la luz natural y posteriormente ya valía la artificial».

En el caso del Chorrojumo, García Ayola hace un retrato académico de un señor que da muestras de su edad avanzada, aunque sí aporta un elemento de contexto, una capa deshilachada. Respecto a otros personajes, como una gitanilla, sí la captura con una mirada melancólica de la que trascienden ciertos rasgos de personalidad.

«Fotografiar es colocar la cabeza, el ojo y el corazón en el mismo eje». Lo dijo Cartier Bresson. Lo hizo García Ayola.

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