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Campo de concentración de Neuengamme, la ficha de Severiano Ruiz y el reloj, parado a las seis y diez. IDEAL

El reloj del granadino encerrado por los nazis busca el camino a casa

Severiano Ruiz nació en Cherín, Granada, en 1917, y en 1944 los nazis le apresaron en el campo de concentración de Neungamme. El Archivo Arolsen busca a sus familiares para entregarle sus pertenencias

Domingo, 26 de julio 2020, 00:05

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El reloj se paró a las seis y diez. La correa metálica está consumida, como un hueso roído por la enfermedad. Cada muesca, cada resto de tierra, habla de una historia que suma ya cien años; una historia brutal. El frío e inerte metal abandonó la piel de Severiano antes de las seis y diez. Las agujas, confundidas entre puños y palmas en alto, dejaron de cumplir su propósito. El tiempo, donde iba Severiano, se mediría de otra manera. Si el reloj pudiera hablar, como uno de esos huesos milenarios que descansan en los laboratorios de antropología, su relato, al tic tac, sonaría así:

El reloj de Severiano.
Imagen - El reloj de Severiano.

Severiano Ruiz nació en 1917, en Cherín, un pequeño pueblo de la Alpujarra granadina. Cantero de profesión, combatió en la Guerra Civil contra el bando nacional, lo que le obligó a exiliarse a Francia en 1939, donde más tarde sería apresado como sospechoso de ser republicano. Poco antes de la invasión de Normandía, Severiano y otros doscientos presos españoles fueron trasladados de París a Hamburgo, hasta el campo de concentración de Neuengamme. Allí trabajó como esclavo en una de las terribles fábricas de Hermann Göring, donde veía a sus compañeros morir a diario. Tras la destrucción de la fábrica, en enero del 45, Severiano y 9.500 presos de Neuengamme caminaron hasta el campo de Sandbostel en lo que más tarde se conocería como 'las marchas de la muerte'. El 29 de abril de hace 75 años, Sandbostel fue liberado.

Esa es la historia de Severiano. O no.

La trasera del reloj de Severiano.
Imagen - La trasera del reloj de Severiano.

Lo cierto es que el reloj se quedó allí, parado a las seis y diez, en los almacenes de los soldados nazis de Neuengamme, junto a varios documentos de Severiano. El resto del relato son suposiciones basadas en las pruebas que ha recopilado el Archivo Arolsen, un centro de documentación, información e investigación sobre el Holocausto Nazi en Alemania y en las regiones ocupadas. El archivo cuenta con 30 millones de documentos encontrados en campos de concentración; un centenar de ellos pertenecientes a víctimas españolas, como el reloj de Severiano. Ahora, un grupo de voluntarios asociado al Archivo Arolsen recorre España como si fuera un tablero de Cluedo. Buscan familiares y descendientes de aquellos presos para hacerles llegar sus pertenencias perdidas en la barbarie.

Antonio Muñoz Sánchez, investigador del Instituto de Ciências Sociais de Lisboa e investigador visitante de la Universitat Rovira i Virgili de Tarragona, es uno de los buscadores que hay en nuestro país. «Me incorporé hace año y medio. Hemos encontrado ya a unos 25 familiares y es algo muy emotivo. A través del objeto se despiertan memorias y conocimientos. He visto familias que no sabían que su padre había estado en un campo, otras que entienden cómo era o por qué murió joven». Una de las búsquedas más difíciles, hasta hace nada, era la de Severiano. No había casi pistas. Hace unas semanas. El equipo localizó un documento que lo cambió todo: la fecha de su muerte, en París, en 2001. Severiano sobrevivió.

Por su perfil social, es de suponer que Severiano combatiera a Franco y se exiliara en 1939. Su nombre aparece en un documento con el listado de presos españoles que se trasladaron en tren de París a Hamburgo, en mayo del 44. Gran parte de los objetos que están en el Archivo Arolsen, de hecho, pertenecen a los deportados que viajaban en este convoy con destino a Neuengamme. La ficha de entrada en el campo de concentración, también localizada en el Archivo, revela datos fundamentales sobre Severiano: su profesión ('steinhauer', cantero), que estaba casado ('verheiratet') y que, en aquel momento, tenía un hijo ('kinder').

Ficha de entrada a Neuengamme.

La mayoría de españoles apresados trabajaron en la fábrica de Hermann Göring y, más tarde, trasladados a Sandbostel. De ahí es la última pista clave, el documento que atestigua que Severiano fue uno de los supervivientes de Sandbostel. Allí se le perdió la pista.

Superviviente de Sandbostel.

¿Conoce a Severiano?

El tiempo ha pasado y el reloj sigue esperando, a las seis y diez. Los buscadores de Arolsen están cerrando el círculo, acotando las líneas en el mapa, para localizar a los familiares de Severiano Ruiz y entregarle sus pertenencias. ¿Hay algún vecino en Cherín que recuerde su historia? ¿Alguien que sepa de un vecino que viajó a París y se quedó allí?¿Tuvo más hijos? ¿Volvieron a España en algún momento? ¿Seguirán afincados en Francia?

¿Tienes alguna pista sobre Severiano Ruiz o su familia? Escribe a jecabrero@ideal.es para sumarte a la búsqueda

Fernando Alcalde, miembro de la asociación 'Memoria Histórica de Motril', se ha sumado a la búsqueda. «Al estar más cerca puede seguir pistas que para mí son imposibles», dice Muñoz. Alcalde ya está en contacto con el ayuntamiento de Ugíjar, municipio del que depende Cherín, para ver si consigue desentrañar una parte de su vida. «Hemos empezado a moverlo –explica Alcalde–. Ya estamos difundiendo su nombre por nuestras webs y redes sociales. Lo siguiente será visitar Cherín para localizar su acta de nacimiento en la parroquia y, de paso, colocar carteles por el pueblo, por si hubiera alguien que le recuerde o que conozca a su familia. Estamos empezando».

En España aún quedan 33 familias de presos en campos de concentración nazis por localizar. Los andaluces son estos: Vicente Díaz, Sevilla (21 / 9/ 1888); Manuel García, Vélez Blanco, Almería (2 / 8 /1913); Francisco Nieto Granero, Cádiz (25 /2/1922); Fidel Ramos Valera, Riotinto (23/ 3/ 1919); y, claro, Severiano Ruiz, Cherín, Granada (29 /9/1917).

«Hemos encontrado ya a 25 familiares y es algo muy emotivo. A través del objeto se despiertan memorias y conocimientos»

Antonio Muñoz

Antonio Muñoz atesora cada reencuentro entre objetos y personas. Reencuentros que se convierten en vínculos imposibles a través del tiempo. Como cuando estuvo con Paquita González, hija de un deportado, que el año pasado recuperó sus enseres. «Tienen un inmenso valor sentimental, incluso para los que ni siquiera sospechan que tuvieron un familiar en un campo de concentración. Esos objetos merecen un reencuentro porque conectan a las familias», termina Muñoz.

No sabremos la verdad hasta que aparezca su familia. Su historia seguirá siendo una posibilidad, no una realidad. Pero las cadenas de metal, como los huesos, terminan hablando. Es cuestión de tiempo y el tiempo sigue parado. Todavía son las seis y diez. Y no dejarán de serlo hasta que el reloj de Severiano vuelva, al fin, a casa.

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