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José Hernández pinta un busto, la miniatura de un soldado, en el taller donde imparte clase. PEPE MARÍN

El pintor granadino de las batallas pequeñas

José Hernández convierte miniaturas históricas en cotizadas obras de arte y enseña su técnica en un taller de referencia internacional

Domingo, 12 de enero 2020, 11:19

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Los ojos de Saladino podrían vivir en el Prado. El retrato obliga a mantener la mirada, a pasearla entre los trazos invisibles del pincel. El rostro, contrito por la batalla infinita que otea en soledad, subraya los surcos que inevitablemente deja la vida. Viste cota, capa y casco, tan detallados como una gota de sangre vista al microscopio. Es una pintura espectacular, sólo que no habita en un lienzo. Es como si pudiéramos agarrar a uno de los soldados de Augusto Ferrer-Dalmau, el pintor de batallas que inmortalizó la novela de Arturo Pérez-Reverte, y sacarlo del cuadro convertido en una figura tridimensional: una representación histórica perfecta que cabe en un pulgar.

Busto de Saladino
Imagen - Busto de Saladino

José Hernández (Granada, 1964) es pintor. Pintor de miniaturas. Miniaturas que, tras pasar por sus afilados pinceles, se convierten en enormes piezas de coleccionismo. Tesoros tan cotizados como el cuadro o la escultura de un artista de prestigio internacional. Tiene una lista de espera de dos años y algunas de sus piezas se han llegado a subastar por más de 8.000 dólares. Grandes cifras que se pintan, poco a poco, en un pequeño taller escondido en el centro de Granada. Un lugar de esos que no sabes que existen pero que, si lo buscas, lo encuentras: es único. Allí enseña su particular técnica a una veintena de alumnos que le llaman «maestro».

Lo de «maestro» no es un título, es una consecuencia. De niño le gustaba jugar con los soldaditos de plástico por el día, pero su amor por la pintura llegaba por la noche, cuando caminaba de puntillas por el pasillo y los cuadros de su padre le seguían con la mirada. Su padre, Alfonso Hernández Noda (Granada, 1929), pintor de la Casa Real desde 1964, es un excelente retratista. Uno de sus cuadros del Rey Juan Carlos decoró la sala de plenos del Ayuntamiento de Granada hasta 2014. «Crecí rodeado de retratos y eso es lo que más se valora en mi tipo de pintura. Es lo más complicado de la miniatura. Se cotiza mucho más un pintor que pueda reflejar la realidad de un rostro humano en un espacio tan pequeño», dice Hernández.

Su padre, Alfonso Hernández, fue pintor de la Casa Real desde 1964

En la calle Profesor Sainz Cantero, frente a la Biblioteca de Andalucía, el escaparate de Classic Hobby parece un cuidado resto arqueológico de la ciudad; una suerte de restauración de una época en la que allí se compraban y se vendían miniaturas. «Cerramos la tienda en 2012 –explica– y nos convertimos en asociación. Ahora, el local es un taller». El taller, la academia de la miniatura, huele a librería antigua. Hay estanterías y vitrinas repletas de figuras, manuales de Historia, fotos de piezas que se vendieron, mapas, bocetos y guías de anatomía humana, tomos de Astérix, recortes de prensa, un póster de 'Grupo Salvaje', varios dibujos de Conan el Bárbaro y una foto de Chuck Norris. Entre otras cosas. «Si estuviera ordenado no sería un taller. Aquí se viene a trabajar», dice Hernández mientras corre una cortina y da la bienvenida. En el gesto, un tatuaje de otro tiempo asoma en su brazo.

Soldado

«Casi no estudié. Nada más salir del instituto me fui a la Legión un par de años, de ahí los tatuajes –recuerda, paseando los dedos por el brazo–. Luego trabajé en empresas privadas de seguridad y, después, en la editorial Santillana. Me casé en el 96 y montamos el negocio, hasta que dejó de funcionar. Ahora vendo piezas por encargo y con lo que saco de las clases, pago las facturas del local». Tras la cortina hay una alargada mesa de trabajo iluminada por una decena de flexos. Por la tabla pululan cubos con pinceles y una infantería de botes de pintura acrílica esperando órdenes en formación.

«Las figuras de 54 a 120 milímetros pueden ir de 360 euros hasta varios miles»

En España hay un puñado de pintores que puedan hacer frente a este tipo de trabajo. La cosa, para Hernández, funciona así: hay marcas comerciales y coleccionistas que buscan que la pieza se la pinte un pintor conocido; pintores como él. «Yo llevo en esto 30 años. En este tiempo he ganado centenares de concursos y certámenes, he colaborado en revistas y libros especializados... Mi estilo es uno de los pocos que se basa en la pintura acrílica muy líquida, al que ahora le he incorporado el óleo». Así, este mercado combina dos firmas: la del escultor y la del pintor. Hay figuras que valen 100 euros sin pintar y que, después, sobrepasan los 1.500 euros. «Depende de la escala y del tiempo de ejecución. Las figuras de 54 a 120 milímetros pueden ir de 360 euros hasta varios miles». Hay coleccionistas que han llegado a pagar por un diorama, un conjunto de figuras formando una escena, hasta 18.000 euros. «Este es un mundo poco conocido, muy vivo, con un objetivo: representar la historia en miniatura».

Imagen. Selección de trabajos de José Hernández, el maestro.

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Imagen. Selección de trabajos de José Hernández, el maestro.

Pese a que el universo de las miniaturas suela identificarse con la fantasía, la escuela de Hernández se centra casi al completo en la Historia. «Si pintamos un soldado de la confederación de la Guerra Civil Americana tenemos que ver de qué manera se comportaban los colores con el tiempo, cómo caía la ropa, cómo se desgastaba el cuero... Aquí todo es histórico». Antes de embarcarse en una nueva figura, Hernández y sus alumnos consultan su biblioteca particular y, si lo necesitan, contactan con expertos internacionales: «Conocemos a pintores y recreadores norteamericanos, británicos, holandeses... que hacen un buen servicio de documentación. Si no sé cómo era una cantimplora de tal guerra, ellos nos lo cuentan».

Hernández entorna los ojos detrás de las gafas de aumento. El pincel acaricia la capa de un soldado que pronto se marchará de Granada. «Siempre se van, son todas encargos», dice mientras señala la foto de Saladino, uno de sus bustos más famosos. «¿Sabes? –termina– Ya no las firmo. No las doy por acabadas. Como dice mi padre, un cuadro no se acaba nunca».

Los alumnos

El músico, el comodoro y el campeón de Warhammer

La mesa del taller. P. M.

Hace 25 años, José Hernández detectó que había mucho aficionado al modelismo en Granada. Por eso, colocó una mesa e inició un taller en el que poder enseñar a los interesados. «Así nació esto –explica, en el taller de Classic Hobby–. Los alumnos pagan una cuota mensual y vienen 25 horas al mes. Yo les explico mi sistema de pintura, estoy siempre encima de ellos. Ahora tengo 20 alumnos, algunos ya con nivel profesional, pero por aquí han pasado cerca de 300».

Es viernes por la mañana y hoy asisten cuatro alumnos al taller. Cualquiera que esté interesado puede apuntarse aunque, eso sí, hay que demostrar interés y Hernández no acepta a nadie hasta que no está seguro de que va a comprometerse con el aprendizaje. José Antonio Alcántara (Granada, 1968) lleva 12 años cumpliendo su palabra. Es abogado en ejercicio y guitarrista de Los Ángeles. «Estamos en pleno proceso de grabar el segundo disco», dice pertrechado con sus gafas de aumento y los pinceles cargados. Está pintando un diorama de soldados en plena petición de ayuda. «Nos queda mucho por aprender, esto no se termina».

Santiago Pérez, el pincel de José Antonio Alcántara y Comodoro, afinando la vista. P. M.
Imagen principal - Santiago Pérez, el pincel de José Antonio Alcántara y Comodoro, afinando la vista.
Imagen secundaria 1 - Santiago Pérez, el pincel de José Antonio Alcántara y Comodoro, afinando la vista.
Imagen secundaria 2 - Santiago Pérez, el pincel de José Antonio Alcántara y Comodoro, afinando la vista.

A Nacho Carmona (Granada, 1967), funcionario en la Biblioteca de Andalucía, le llaman 'Comodoro'. «Lo que me trajo aquí fue el modelismo naval, quería aprender a manejar el aerógrafo para pintar mis maquetas de plástico. Pero el taller me enseñó que lo que de verdad se me da bien son las figuritas». Entre sus manos, cuatro caballos: dos trozos de plástico azul y dos auténticas joyas repletas de matices, detalles y sombras.

A su lado está Santiago Pérez (Valencia, 1975; afincado en Granada desde 2005), electricista. Él es de los que pinta criaturas y personajes fantásticos. «Empecé con Warhammer (la serie fantástica más conocida de las miniaturas), como mucha gente. Un amigo me dijo que había un pintor famoso en el mundillo aquí, en Granada. Un día vine y me pidió que le trajera algún trabajo. Vine varias veces hasta que un día tuve hueco y me vine a pintar. Desde entonces he mejorado muchísimo. He ganado varios concursos de Warhammer, tres Golden Demons, el premio más importante de fantasía. Tengo clientes que piden que les pinte figuras por encargo y yo intento que, aunque sea fantasía, siga los cánones y la técnica del maestro. Por eso son tan especiales».

Tres días en semana, el maestro Hernández explica la lección. El resto, atentos, afinan el ojo. Una lección interminable. Qué ironía, para algo tan pequeño.

¿Cuál es el proceso para pintar una figura?

Lo primero es limpiarla, esto es, quitar las imperfecciones pudiera tener. A continuación se imprima en color gris y a partir de ahí se van dando colores base. «El de la piel nunca es el del bote, lo creamos nosotros», dice Hernández. Durante el secado de la pieza se estudia la escultura y se empiezan a incorporar luces y sombras: «Trabajamos con luz cenital, que le da mucho relieve a la pieza, no la deja plana. Y así, con una habilidad especial para los detalles, consigues que una figura sea una interpretación real a escala». ¿El material? Pintura acrílica Vallejo y pinceles Marta Kolinsky de varias firmas, Winsor & Newton y Da Vinci, hechos a mano.

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