Pepe Cuenca, el granadino que arrasa con el ajedrez dicharachero
Ingeniero de Caminos, Doctor en Matemáticas, Gran Maestro ajedrecista, comentarista profesional y chanero. Sus retransmisiones enganchan a cientos de miles de espectadores
«¡Fuera, fuera maldito! –el granadino hace una mínima pausa, un instante suficiente para llenar los pulmones y ya no parar hasta el jaque final– ¡Está buscando el bombazo deseado, pero no le deja! Es bastante raudo, buscando diableo. ¡Se come otro peón, otro, otro, otro perrito piloto! Protege la séptima fila, pasa de uno a otro, come el peón A2 que está rico, rico, rico –modula la voz como si Messi acabara de regatear a cinco jugadores y se acercara a la portería rival–... Amenaza, vamos, lo tiene, ¡lo tiene! ¡Brrrrrrrrrrrr –tose– rrrrrrrrrrrrrrRRRRRRRRRRR –suena como un motor de Fórmula 1 cambiando marchas a toda velocidad– Rrrrrrrrrrrrrrruutaaaaaaal!». Con ese «brutal» de 28 segundos, tiempo en el que se ejecutan una veintena de movimientos, llega el jaque mate y los miles de espectadores que siguen la emisión en directo aplauden desde sus casas.
Pepe Cuenca (Granada, 1987) es uno de los pocos –poquísimos– comentaristas profesionales de ajedrez que hay en el mundo. Este Matías Prats del tablero viaja por todo el planeta para poner voz a las 32 piezas que pugnan por tumbar un rey. Y antes de ponerlo en duda, cuidado, porque ver uno de estos duelos puede ser terriblemente divertido. «Las partidas de ajedrez relámpago son muy emocionantes, muy dinámicas, pasan muchísimas cosas en muy poco tiempo y dan un juego terrible», dice Pepe. «Es más difícil –sigue– en una partida normal en las que algunas decisiones pueden tardar media hora; ahí tengo que tirar de imaginación». En ambos casos, cuenta con cientos de miles de seguidores conectados, por amor al ajedrez y, también, por puro entretenimiento. Pepe, por cierto, sabe de lo que habla: es Gran Maestro de Ajedrez y ronda la posición 500 en la clasificación mundial, una partida que empezó con sus mejores amigos.
Enganchado
La primera vez que Pepe movió un peón a E4 fue en el colegio Santa Juliana, de la Chana, su barrio. «Era hiperactivo. Estaba federado en fútbol, baloncesto, balonmano... Pero empecé a destacar en el ajedrez y me dijeron que me uniera a un club. Allí conocí a mi grupo de amigos de la actualidad, desde el principio se generó un ambiente genial». Antes de cumplir 10 años, Pepe ganó el campeonato provincial y luego el regional y luego, claro, el de España. «Desde los 13 años estoy compitiendo en mundiales por edades. Me enganchó muchísimo», destaca.
«Desde los 13 años estoy compitiendo en mundiales por edades. Me enganchó muchísimo»
En sus últimos días en el IES Severo Ochoa se tuvo que enfrentar a una decisión: ¿Dedicarse al ajedrez profesionalmente o estudiar en la Universidad? «Por aquel entonces –recuerda–, en 2005, yo era el mejor jugador juvenil de España, pero estaba claro que no iba a ser campeón mundial, así que decidí estudiar Ingeniería de Caminos». El enroque no significó alejarse del ajedrez, de hecho, su motivación para salir limpio curso a curso era poder tener un verano tranquilo para pasarse las vacaciones jugando en torneos internacionales.
Y pasó lo que les ha pasado a todos los jóvenes que empezaron una carrera en esos años. «En primero nos decían que ya estaban ofreciendo trabajos con sueldos brutales a los que todavía no habían terminado la carrera. Cuando terminé, en 2010, estábamos en plena crisis y no había nada de nada». La jugada invitaba a mover el tablero a otras latitudes y le ofrecieron disfrutar de una beca para deportistas en Estados Unidos, pero optó por hacer una Erasmus Mundus para quedarse en Europa, cerca de la familia y los amigos. «Entre 2011 y 2013 estuve seis meses en Italia, seis en Alemania y un año en Polonia. Cuando terminé el Máster, me contrataron en la Universidad de Hamburgo como profesor investigador en Matemáticas Aplicadas».
Allí fue donde llegó el cambio de piezas que lo revolucionaría todo. Una mañana, un viejo amigo del mundo del ajedrez, tocó a la puerta de su despacho en Hamburgo. «Oye –le dijo–, hay una empresa aquí, en Alemania, que quiere hacer la mejor web de ajedrez del mundo. ¿Te apetece?». Y le apeteció. Le apeteció todas las tardes y después de salir de la Universidad se iba allí, a trabajar otras cuatro horas en Chess24, un proyecto naciente con plataforma para jugar, tutoriales, retransmisiones de torneos... «En 2015 me probaron de comentarista. A la gente le gustó. Gustó tanto que ahora es mi profesión».
«En 2015 me probaron de comentarista. A la gente le gustó. Gustó tanto que ahora es mi profesión»
Pepe se gana la vida –y se la gana muy bien– comentando partidas de ajedrez por todo el mundo. «Un trabajo muy divertido y tiene tirón, la audiencia de las retransmisiones no hace más que crecer y en el futuro esperamos un hueco en la televisión. Si se ve curling, ¿por qué no ajedrez?». En el mundo hay cuatro plataformas potentes que se dedican a retransmitir partidas y, como mucho, una veintena de comentaristas. El objetivo de Chess24 es promover el ajedrez, romper barreras, acercarlo al gran público y potenciar su valor. Para que se hagan una idea, el vídeo del último campeonato del mundo fue tendencia varias veces en Youtube y sumó 300.000 reproducciones. Además, emiten simultáneamente en Twitch, Twitter y Facebook.
Al mundial
«A los usuarios prémium se les ofrece vídeo tutoriales por los mejores jugadores de España y de Latinoamérica. Cuando me pidieron que creara contenido yo también, me obligué a entrenar para ofrecer un contenido mejor. Eso hizo que mejorara yo y en 2015 conseguí el título de Gran Maestro Ajedrecista». El título lo otorga la Federación Internacional de Ajedrez y sólo se concede a los que alcanzan un nivel de excelencia. Sólo hay un título por encima del de Gran Maestro, el de Campeón Mundial.
Este Gran Maestro chanero fue subcampeón de España en 2018 y octavo en 2019. «Pero esto es seguir, en realidad en los dos casos me fui con un sabor agridulce porque rocé la victoria... El año que viene vuelvo», ríe. Pepe pasa largas temporadas en Granada, pero su «base central» está en Madrid, donde hay uno de los estudios desde los que retransmiten partidas. «Hay otro en Hamburgo y otro en Gibraltar, pero muchos torneos nos piden que estemos presencialmente. La mitad del año me la paso fuera de España, combinando los comentarios con la competición».
En febrero se marcha a Túnez, a competir en un torneo. Luego a Puerto Rico, a comentar un par de partidas simultáneas y a dar charlas en San Juan. Pasará por Cuba para competir, retransmitirá las olimpiadas de ajedrez, desde Moscú; y en noviembre, el mundial. «Prevemos un crecimiento importante este año», asegura. Ya sea en España o en Latinoamérica, por donde más se mueve Pepe, el cariño que recibe es «enorme»: «Es para vivirlo. Me siento muy querido donde quiera que vayamos».
«Es para vivirlo. Me siento muy querido donde quiera que vayamos»
¿Se puede vivir como comentarista de ajedrez? «Sí, sí. Y es muy reconfortante. No descarto volver a trabajar de ingeniero, de vez en cuando publico artículos de investigación... Pero de momento esto me hace muy feliz y se vive decente». Así que la jugada ya está pintada en el tablero y deja dos escaques abiertos. El primero: ¿En qué momento se convirtió el ajedrez en un entretenimiento abierto al gran público? Ni idea, pero queda claro que la ignorancia es muy atrevida: ver una partida puede ser muy divertido. El segundo: hay un granadino dicharachero que está ayudando a descubrir un deporte apasionante en el que cada jugada es un prodigio «¡brrrrrruuuuutaaaaaaal!».
La mejor peor partida jamás narrada
«¿Y si echamos una partida relámpago y tú la comentas, Pepe?», propone el periodista. «Claro, pero nos falta un jugador», responde el Gran Maestro. En la habitación está Manuel Crespo Ruiz, ubetense de 32 años, ajedrecista con un elo de 2040. Vaya, que Manuel es una máquina. «Pues tendré que jugar yo», se envalentona el periodista. Así se hizo. Y pese a que el periodista se alegró de conseguir un jaque, lo cierto es que sufrió una aplastante y ridícula paliza, como era de esperar. Los comentarios de Pepe Cuenca ganaron la mejor peor partida que nunca narró.
«¿Podéis repetirla para que grabe unos recursos?», pide el cámara. El periodista niega con la cabeza ante la imposibilidad de recordar qué movió primero. «Claro, las veces que haga falta», dice Pepe, que era capaz de repetir los movimientos como la tabla del 2.
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