El origen granadino de los fármacos que salvan miles de vidas
Mario Delgado y Elena González, del Instituto López Neyra, crean tratamientos con células madre y neuropéptidos. «Es la primera vez en la historia que una patente del CSIC llega a un medicamento»
Al final de la Avenida del Conocimiento, en el sótano del Instituto de Parasitología y Biomedicina López Neyra (IPBLN), Mario Delgado se quita los zapatos y se viste con un mono azul. Luego, con unos guantes de látex, una redecilla desechable y unas crocs verdes, abre la puerta de seguridad y se adentra por un pasillo en el que se respira un aroma muy peculiar. «Huele a los animales», dice, conforme abre una segunda puerta repleta de jaulas. En las jaulas hay una docena de ratones y cada uno podría vivir holgadamente en la palma de una mano. Delgado saca uno con destreza, se lo coloca de frente y le acerca una pipeta para que beba. «Nos emocionamos mucho cuando curamos a un ratón –explica, sonriente–. Pero saber que hay un paciente, una persona que no conoces, que se beneficia de tu investigación y se cura, eso es lo más emocionante. Lo más bonito».
Pero no hay un único paciente. Hay miles. Decenas de miles de vidas salvadas gracias a la investigación que se realiza aquí y que ha terminado convirtiéndose en un fármaco, Alofisel, premiado con el Galeno, el Nobel de la industria farmacéutica. «En 80 años de historia, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha llevado satélites al sol, descubierto nuevos materiales... pero es la primera vez que una patente del CSIC llega a un medicamento. Es un hito del que estamos, efectivamente, muy orgullosos».
Mario Delgado (Madrid, 1969) es director del IPBLN, perteneciente al CSIC. «Y soy granaíno por decisión», advierte. «Nuestra línea de investigación ha sido la de encontrar factores que regulen nuestro sistema inmunológico, nuestro sistema de defensa. El problema es cómo montar una guerra contra un patógeno sin que se generen enfermedades autoinmunes, inflamatorias, destructivas, etcétera», explica. Para entender esta idea tenemos un ejemplo muy cercano: la covid–19. «La gravedad de la covid viene porque la respuesta del sistema inmunitario desencadena una reacción inflamatoria muy exacerbada que termina matando al paciente. Es lo que se llama la tormenta de citoquinas».
El gran éxito del equipo de Delgado ha sido descubrir que hay dos componentes, las células madre y los neuropéptidos, que pueden colaborar con el sistema inmunitario para hacerlo más tolerante. «Inducimos una enfermedad en un ratón y tratamos de revertir el proceso patológico. Curarlos para crear una fórmula que podamos usar luego en humanos». En este camino, descubrieron que las células madre eran capaces de curar enfermedades de amplio espectro (esclerosis múltiple, sepsis, miocarditis, arteriosclerosis...), una idea que terminó llegando al mercado con el medicamento Alofisel, pensado para tratar la enfermedad de crohn. «La revolución que hicimos en este campo fue crear un método para usar células madre de un donante sano en un paciente y en cualquier lugar del mundo. Convertimos la terapia celular en un medicamento que tiene mucho recorrido».
En el IPBLN no crean medicamentos, eso está en manos de empresas farmacéuticas y del sector médico. Digamos que aquí inventan la rueda. «Eso es –subraya Delgado–. Hacemos una rueda pequeñita para que tú la hagas al tamaño que necesites y construyas un coche o lo que sea. Nosotros somos muy buenos en llegar a la fase preclínica: patentar y proponer».
Demostrar que el Alofisel y, por tanto, la terapia celular como medicamento funcionaba, supuso que una empresa comprara la patente por 560 millones de euros. El tratamiento, una única inyección, cuesta 60.000 euros, que en España se sufraga con un riesgo compartido: «Si funciona, la Seguridad Social la paga al completo. Si no funciona, la empresa paga la mitad. Pero hay tanta confianza en que funciona, los resultados son tan altos, que la empresa no duda en arriesgar».
En Estados Unidos e Israel se está desarrollando un ensayo clínico con otra de sus investigaciones, en casos muy graves de covid. «Es un tratamiento para cuando todo lo demás falla. Sabemos que se ha aplicado a 800 pacientes que habían entrado en la UCI con covid severo y han conseguido salir. Todos están vivos».
Érase una vez la vida
Delgado recupera su ropa, sube a los laboratorios y allí se encuentra con Elena González Rey (Sevilla, 1975), que dirige el grupo de inmunoregulación en enfermedades inflamatorias, infecciosas y neurodegenerativas del IPBLN y es una bióloga de referencia internacional. González y su equipo tratan de revertir enfermedades neurodegenerativas como la esclerosis múltiple, el párkinson, el alzhéimer... mediante el uso de neuropéptidos. ¿Se acuerdan de la serie 'Érase una vez la vida'? Imaginen los neuropéptidos como uno de aquellos dibujos animados, una criatura que lleva mensajes entre el sistema inmunológico y el sistema nervioso central. «Los neuropéptidos son mediadores –explica González–, componentes de nuestro cuerpo. Hemos detectado que cuando se sufre una enfermedad neurodegenerativa, estos mediadores disminuyen desbalanceando el sistema inmunológico».
Entre estos mediadores, el grupo de González ha identificado uno en concreto que 'pesa' más que el resto a la hora de equilibrar la balanza: la cortistatina. «En un ictus cerebral, por ejemplo –continúa González–, cuando no está presente este medidor, el ictus se desarrolla de forma exacerbada. Lo que estamos haciendo es tratar a los animales con estos medidores para que las secuelas del ictus sean menos graves. Y los resultados son muy prometedores. Igual que con el párkinson, no es que se pueda curar del todo, piensa que cuando alguien descubre que tiene párkinson puede llevar 20 o 25 años teniendo lugar el daño. Eso es difícil de revertir, pero creemos que con los neuropéptidos podemos proteger lo que hay y evitar que se siga produciendo el daño». De hecho, la ausencia de estos medidores viene asociada al envejecimiento. «Hemos visto que ratones deficientes en neuropéptidos tienen un envejecimiento prematuro y son más susceptibles a tener enfermedades. Cuando los tratamos con este mediador, recuperamos su estado de salud».
Delgado y González recibieron el reconocimiento a la excelencia investigadora en los Premios de la Ciencia y la Innovación 2021. Ambos sonríen, rodeados de ratones, pipetas y fórmulas incomprensibles para la mayoría. «Somos afortunados. Tenemos un trabajo precioso. Y todo desde Granada», termina Delgado.
«Los médicos o profesores que no se vacunan no deberían ejercer»
En el Instituto de Parasitología y Biomedicina López Neyra (IPBLN) saben de sobra el esfuerzo sobrehumano que supone convertir una idea, la más loca de todas, en algo tangible. «Es dificilísimo crear un medicamento», dice Mario Delgado, su director. Por eso no duda en afirmar que la vacuna de la covid-19 es «uno de los mayores éxitos de la humanidad, que ha demostrado que si nos ponemos todos a una, que si hay voluntad y dinero, hay talento. Éticamente, deberíamos pensar por qué no se hace este mismo esfuerzo para curar otras pandemias que asolan el mundo».
Al ver que aún hay gente que no se vacuna, Delgado se retuerce en el asiento: «Es una temeridad y una irresponsabilidad. No entiendo que haya todavía sanitarios o profesores que no se vacunen. No deberían ejercer. No puedes tratar enfermos ni puedes entrar en un aula a impartir clase, ni tampoco, claro, ir a una residencia con el riesgo de contagiar más». Con respecto al resto de la población, Delgado considera que «si después de tanta información y de escuchar a los expertos todavía hay dudas, la gente que no se vacuna debe tener razones que van más allá de la ciencia: religiosas, políticas... en contra de eso no puedes hacer nada».
Delgado está seguro de que sin la vacuna, esta ola hubiera sido «igual de devastadora que las anteriores a nivel de muertes». Y, en el caso de los niños, lanza la reflexión: «Como adultos no hemos tenido duda, pero nos planteamos si vacunar a los hijos por el riesgo. Es igual. No debe haber ninguna duda».
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