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A veces el tiempo juega a su antojo con la memoria. Ocho años después de su muerte, hay quienes siguen escribiendo a Gata Cattana como si estuviera aquí, como si su voz pudiera contestarles al otro lado del teléfono. Le piden colaboraciones, le invitan a festivales, hasta le solicitan audios para felicitar cumpleaños. Y cuando su madre, Ana, que gestiona sus redes, les responde con la verdad, el desconcierto es inmediato: «Lo siento mucho, no lo sabía».
Tal vez no sea extraño, porque Gata nunca se fue del todo.
Ana Isabel García Llorente, Gata Cattana (1991-2017), mucho más que una rapera, un icono. Fue poeta, pensadora, politóloga graduada por la Universidad de Granada y asidua en La Tertulia recitando sus poemas. En cualquier muro granadino están tatuadas un centenar de sus frases. Fue y es la voz de una generación que necesita palabras astilladas y verdades sin edulcorantes. Ana se crió en Adamuz, Córdoba, y siempre tuvo claro que su acento, sus raíces eran un punto de partida, algo que reivindicar y no un límite. Y así fue como lo hizo aquí, en Granada, donde inició su carrera artística más allá de su pueblo natal.
Construyó un discurso propio, con versos que combinan la crudeza del rap con la profundidad de la poesía, siempre desde una perspectiva andalucista y feminista. Citó a Lorca, a Alberti, a la mitología clásica y a los campos andaluces para traerlos al siglo XXI.
Sus canciones siguen sumando reproducciones, sus versos siguen siendo citados en redes sociales, su rostro está en miles de muros, en rincones de España y más allá del Mediterraneo y el Atlántico, en murales de ciudades que ni siquiera llegó a pisar en vida. Ocho años después, su nombre sigue creciendo.
«Yo no le puedo poner palabras a ella porque con todo lo jovencilla que era, yo no le llegaba, vamos... me daba siete vueltas».
«Es como si ella estuviese actualmente».
Para Ana, su madre, este fenómeno es tan conmovedor como sorprendente.
«Me llena de alegría, si puede decirse así, de alegría, de estupor... Han pasado ocho años desde aquel tres de marzo y aún hay mucha gente que no sabe que no está.»
«Y no solo extranjeros, también de aquí, de España. Me piden que vaya a festivales, que mande un audio para un cumpleaños… Y yo me quedo loca».
Cuando responde explicando la situación, la reacción suele ser la misma: una disculpa, un «lo siento mucho». Pero lo que más le impacta a Ana no es el desconocimiento de su ausencia, sino la sensación de que su hija sigue presente.
«Mucha gente escribe en YouTube: «Qué lástima; ayer te conocí y hoy me entero de que no estás». Es algo que me sigue llamando la atención porque es como si ella estuviese actualmente».
Y en cierto modo lo está. Su cuenta de Youtube acaba de alcanzar los 74.000 suscriptores. El 8 de marzo el videoclip Desértico, de su álbum post mortem Banzai (2017), se estrenó en esta misma plataforma, consiguiendo casi 30.000 reproducciones.
Ana recuerda cómo era su hija, su carácter protector y a la vez combativo.
«Ella no era de mirar para otro lado. Era una persona muy asertiva. Y muchas veces yo le decía: 'Ana, tú no puedes llevarte los problemas de los demás para ti, porque sino vas a sufrir mucho'. Y yo creo que eso era innato en ella».
Gata no se conformaba. No aceptaba la injusticia ni la indiferencia. Desde pequeña tenía claro que había que hacer preguntas, que el pensamiento crítico era imprescindible.
«Lo que le preocupaba muchas veces a la hora de la educación era que se estaba perdiendo el espíritu crítico».
«Le chirriaba muchísimo cuando decían que iban a quitar Filosofía. Decía que eso era lo que hacía que nos preguntáramos hacia dónde íbamos. Que sin filosofía no evolucionaríamos».
En una conversación que tuvieron cuando su hija era estudiante, a su madre se le vienen flashes del pasado.
«Yo al principio decía «a esa gente… vaya las cosas que se les pasan por la cabeza». Y ella me respondía: Si no nos preguntamos las cosas, no evolucionamos nunca».
«Y la filosofía es eso, al fin y al cabo, lo que hace que el pensamiento evolucione, o que la concepción del mundo evolucione. Le chirrió muchísimo en el momento en que lo escuchó».
«Ella hablaba de la historia, porque le encantaba la historia, del montón de años, de siglos que están pasando y lo poco que evoluciona la especie humana, porque siempre caemos en los mismos errores. Y yo creo que eso en cierto modo es cierto, que la humanidad sigue arrastrando un montón de errores a lo largo de siempre».
Esta mentalidad la llevó a estudiar Ciencias Políticas en la Universidad de Granada. No porque quisiera dedicarse a la política, sino porque le interesaba entender cómo funcionaba el mundo. Y lo que veía no siempre le gustaba.
«Me acuerdo que ella hizo una tesis. No voy a decir dónde fue ni donde no, pero ella fue a una embajada de un país del que estaba haciendo un trabajo. Ella iba con un compañero, ella hacía las preguntas, pero al que le contestaban las cosas que ella preguntaba era al muchacho».
«En casa normalmente siempre ha habido una igualdad, si tienes un niño y una niña las mismas cosas se les exigen a uno que a otro. Cuando tú estás en clase las mismas cosas se le exigen a un niño y a una niña. Si tú sacas buenas notas es porque lo has trabajado y tienes tu nota, pero a lo mejor cuando empiezas a sacar la nariz fuera es cuando te das cuenta, cuando te vas haciendo adulto, cuando te das cuenta que eso no es así. Cuando tú te enfrentas con, yo que sé, tú te enfrentas con un trabajo y ves que las cosas no son así. ¿A lo mejor no es tan así, no?»
«Yo creo que eso ella lo explica muy bien con lo que escribe.Yo no necesito que el estado me tutele, yo quiero tener las herramientas para actuar por mi misma».
«Yo no necesito que nadie me resguarde. Soy mayor y adulta para resguardarme yo sola».
«Solamente tengo que tener la herramienta, y ya está, pero yo soy capaz de andar sola y de ir sola y no necesito que nadie me tutele. Y que yo tenga mi voz y mi voto. Mi voz, sobre todo para poder decir lo que yo quiero. Yo no necesito estar tutela por nadie, porque yo soy igual que el otro que está enfrente».
«Estaría muy enfadada con cómo están las cosas ahora, porque creo que se han caído muchos pensamientos y muchas ilusiones que en aquellos días eran palpables y ahora las cosas han cambiado. Y no para bien. Creo que ahora estaría bastante decepcionada», confiesa su madre.
«Era una persona que cuando la conocías te la llevabas contigo. Tan de verdad y tan…. no sé, tan honesta».
«Si lees lo que ha escrito y las canciones que ha hecho, te das cuenta de cómo era. No hace falta que se explique más».
«Era una persona muy humana, muy empática. Además, aparte de fuerte, era también muy sensible. Se le podían saltar las lágrimas con una canción o viendo una película. Aunque luego era reivindicativa y fuerte, también era muy sociable».
«Tiene letras, frases de canciones, que cuando las vuelvo a leer digo: Joder, ¿cómo habrá llegado hasta ahí?. Y sí, sí, me sorprende. Me sorprende mucho. Y sobretodo, que están de valiosa actualidad».
«Yo le tenía muchísimo miedo a todo. Porque para mí, Gata Cattana… bien, pero a mí la que se me fue… fue mi niña. Lo más grande del mundo».
«Y eso no hay quien lo supere. Pero por lo menos es una forma de mantenerla viva y creo que es la mejor forma de no haberse ido para siempre».
Ana se fue, pero Gata Cattana no.
«A mí me encantaría abrir un día la puerta y que apareciera, como si se hubiera ido a Madrid».
Nos comenta su madre, mientras le cuesta mantener firme su voz.
«Pero es que la vida es muy dura, me jodía y al final tenemos que aguantar, con lo que pasa al final. Pero bueno, por lo menos era una manera de tenerla aquí».
«Muchas veces no nos damos cuenta de lo efímero que es todo. Que lo que hoy se hace es un trabajo importante, pero mañana ya no, ya se ha quedado obsoleto y ya está, ya se ha quedado atrás. Hay una cultura de de usar y tirar y se deja todo muy deprisa.Y se vive todos los días, no podemos estar pendientes de mañana, de pasado, ni de cuando llegue y cuando no, no, no, es hoy. Es hoy el momento de pegarte un achuchón y decirte 'ay, cuánto te quiero' y no dejarlo todo para mañana».
Y, a veces, nos queda más de lo segundo que de lo primero.
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