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A Alfonso lo llaman Alfonso por su tío, que lo mataron en la Guerra. Esta historia se empezó a escribir aquí mismo, en estas páginas, el 8 de junio de 1932, el primer día que se publicó IDEAL. Este periódico recogía una noticia titulada 'Protestas contra el maestro de Alhendín' donde el corresponsal narraba que la turba, alentada por el cura de Alhendín, se dirigió hasta la escuela para protestar por que el maestro Ángel Matarán, de 49 años, había retirado un crucifijo del aula, en cumplimiento de una orden del gobierno de la II República que dictaba que no podía haber símbolos religiosos en los colegios. Don Ángel se escapó del linchamiento gracias a la «rápida intervención de la Guardia Civil del puesto de Alhendín», pero no sabía que seis años después, el 13 de agosto de 1936, lo subirían en un camión de madrugada junto a su hijo Alfonso, de 19 años, y le descerrajarían dos tiros a él y seis a su vástago junto al cementerio de Nigüelas, donde fueron arrojados en una fosa común.
Son las nueve de la mañana del 11 de marzo de 2025. Alfonso Matarán, nieto de Ángel Matarán y sobrino de Alfonso Matarán, esperan al periodista de IDEAL en la entrada del camposanto de Nigüelas. Un día triste y gris. Como lo fue aquel 13 de agosto de 1936, apenas un mes después del golpe de Estado que dio inicio a la Guerra Civil. Ángel y Alfonso son noticia 93 años después porque sus cuerpos han sido identificados gracias a las campañas de exhumación llevadas a cabo en los últimos años por la asociación memorialista Arqueoantro y gracias también al empeño del historiador Alfredo Ortega. Y volverán a serlo dentro de unas semanas, en mayo, porque ese mes está previsto que se entreguen los restos a la familia. Entonces, ya sí, se redactará el epílogo de este relato iniciado en la primavera de 1932.
Abrimos la cerca de la sacramental y andamos unos metros hasta un espacio exento lleno de hierba con algunas tumbas modestas donde solo se leen iniciales. «Aquí fue», dice Alfonso señalando el suelo. Sí, ahí fue donde en 2022 se hallaron los cadáveres de dos varones, enterrados junto a un grupo de seis, cuyo primer examen antropológico, realizado en el terreno, ya apuntaba a que podía tratarse de Ángel y Alfonso. Su historia estaba documentada, pero las piezas del puzzle ya empezaban a encajar.
«Se observó rápido que se trataba de dos hombres, uno más mayor y otro más joven, que se podían corresponder con ellos». «Además –prosigue– no llevaban ropa de campesinos, como la mayoría que eran fusilados en Nigüelas, sino de gente de ciudad». Porque, en efecto, Ángel y Alfonso vivían en la calle Reja de la Virgen de Granada, muy cerca de donde salía el tranvía para ir a Alhendín, donde Ángel tenía su plaza de docente. Los ropajes presentaban botones de nácar y en la cavidad bucal había un puente de oro en una de las muelas.
Los huesos fueron trasladados hasta un laboratorio de la Universidad Complutense de Madrid, donde el profesor Javier Iglesias llevó a cabo un pormenorizado estudio antropológico que ya evidenciaba que aquellos señores podían ser Ángel y Alfonso. Pero la constatación no se produjo hasta cotejar las muestras de ADN tomadas a Francisco Matarán, padre de Alfonso y uno de los ocho descendientes directos de Ángel, con las del propio Ángel y Alfonso. Un proceso que tuvo lugar en el Laboratorio de Identificación Genética de la Facultad de Medicina de la Universidad de Granada. Los resultados eran concluyentes: en más de un 99% de probabilidad Ángel y Alfonso tenían una relación paterno filial y en más de un 99% eran el abuelo y el hermano de Francisco. La noticia no tardó en trasladarse a los Matarán, aunque desgraciadamente Francisco no pudo conocerla porque falleció en 2023.
Un relato que sabemos gracias a la ciencia, gracias a Arqueoantro y gracias a que Alfonso, que nunca llegó a conocer a Ángel y Alfonso porque nació en 1956, sí se ha preocupado por recabar todos los datos respecto a sus allegados y lo que pasó aquella jornada infausta de 1936.
Ángel y Justa, que así se llamaba su abuela, se conocieron sobre 1906 en el transcurso de una fiesta en la localidad jienense de Jódar. Ángel estudiaba en el seminario y desde el primer momento se sintió atrapado por los ojos azules de Justa. Emprendieron una vida en común que tuvo como fruto ocho vástagos –todos ya muertos–. Ángel fue destinado como profesor a Alhendín y Justa también se graduó en Magisterio en Granada.
Dentro de sus leyes, la II República implantó la laicidad en los centros educativos. No podía haber signos de ningún credo en las clases y Ángel, que recordemos que iba para cura, los retiró, lo que motivó la algarada de la que se hace eco IDEAL. «Matarán –dice el plumilla de Alhendín en 1932– hubo de salir corriendo perseguido por los chicos, algunos de los cuales le arrojaban piedras». Luego se supo que detrás de todo estaba el sacerdote de Alhendín, que calentó los ánimos en el transcurso de una homilía. En cualquier caso, ni Ángel ni Justa ocultaron en ningún momento su ideología de izquierdas. Justa era afiliada a la Unión General de Trabajadores y Ángel era asiduo a las tertulias del Café Doré de Granada, donde se juntaban los republicanos. Ambos estaban 'fichados'.
Estalló la Guerra y el 13 de agosto de 1936 unos guardias acudieron al domicilio de Ángel y Justa en la calle Reja de la Virgen. Ellos, según narra Alfonso, no opusieron resistencia. «Se llevaron a mi abuelo al cuartel de la Palmas y mi tío Jesús le pidió a mi tío Alfonso, que ya tenía casi veinte años, que lo acompañara para que no se sintiera solo», dice Alfonso. «Jesús siempre se arrepintió de pedirle a Alfonso que fuera; él nunca sospechó que pasaría lo que ocurriría después», rememora. Y lo que acaeció después fue que el mismo día 13 los montaron en una camioneta que puso rumbo a Nigüelas.
1932 La turba, espoleada por una homilía del sacerdote de Alhendín, acude al colegio para linchar al maestro Ángel Matarán por haber retirado un crucifijo. Se libra de la muerte por la protección de la Guardia Civil.
1936 El maestro Ángel Matarán y su hijo Alfonso son asesinados en Nigüelas, tras ser trasladados desde Granada.
«Lo más probable –tercia Alfredo Ortega– es que pararan previamente en Otura para recoger a otro detenido, ya que hemos constatado que entre los seis que fueron asesinados junto a Ángel y Alfonso había un vecino de Otura». Tampoco está claro que el ajusticiamiento se produjera dentro o fuera del cementerio de Nigüelas, «pero sí que fue en esta zona», aclara Ortega. «Los fusilaron a los seis, los remataron cuando estaban agonizando –Ángel presentaba dos orificios de bala y Alfonso seis– y se cuidaron de que algunos apuntaran a la cabeza». Acto seguido, los fueron poniendo en un fosa muy alargada. Allí sepultaron a veinte personas, cuyos esqueletos han sido recuperados. De todos ellos cuatro están ya identificados, «aunque confiamos que podremos saber la filiación de tres o cuatro más», detalla Ortega, quien añade que, una vez que se resuelva esto, se llevará a cabo un acto en mayo para entregar los restos a los suyos.
Alfonso Matarán solo tiene palabras de gratitud hacia Arqueoantro, Alfredo Ortega, el Ayuntamiento de Nigüelas y el Gobierno a través de la Dirección General de Memoria Democrática. «¿Habéis pensado donde los vais a enterrar?», le pregunta el periodista de IDEAL. «Sí, finalmente los nietos hemos decidido –responde– que sea en Nigüelas, para contribuir a que el trágico final de Ángel, Alfonso y de cientos de miles de ciudadanos no caiga en el olvido».
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