Patrimonio de Granada
El misterio de los túneles del Carmen BlancoEl subsuelo de la Fundación Rodríguez Acosta tiene una galería de 300 metros y 231 columnas cuya utilidad es un enigma más allá de ser un reservorio para el sistema de climatización
Fue en 1916. José María Rodríguez-Acosta, uno de los grandes pintores de la primera mitad del siglo XX, inició la construcción del fastuoso edificio que albergaría su estudio.Hablamos del famoso Carmen Blanco –por el color de sus muros– situado junto a la Alhambra, en el callejón Niño del Royo. El solar, perfectamente descrito por Joaquín Sorolla en un cuadro que dibujó desde su habitación del hotel Alhambra Palace, muestra una ladera con pitas y chumberas y varias casitas dispersas donde había unas cuevas. Pues bien, esas cuevas serían el origen, posiblemente, de la laberíntica galería de trescientos metros de longitud y 231 columnas que hay bajo este emblemático carmen situado en la Colina del Mauror.
Posiblemente porque más allá de leyendas, mitos, especulaciones y habladurías de dudosa verosimilitud, no se ha hallado ningún documento que explique por qué José María Rodríguez Acosta convirtió este subterráneo en un entramado de pasadizos que demuestran, eso sí, los gustos estéticos y la concepción de las formas de un artista que retrató como nadie aquella Granada de hace cien años en transición hacia la modernidad. «Si nos ceñimos a su utilidad –cuenta Javier Moya, conservador de la Fundación Rodríguez Acosta– estamos ante un reservorio que proporcionaba frescor al inmueble mediante una turbina». «Poco más podemos decir porque no hemos hallado nada escrito», lamenta Javier Moya.
Respecto al origen, sí que hay una teoría más que creíble.La plantea José Luis García Pulido, investigador del CSIC en la Escuela de Estudios Árabes de Granada, en su tesis doctoral sobre el territorio de la Alhambra. En la página 189 García Pulido dice: «Bajo el Carmen de los Rodríguez Acosta existe todo un entramado de galerías reacondicionadas, algunas de las cuales podrían haber formado parte de una red de minado antigua». Hablamos de las explotaciones de minería que realizaron los romanos en búsqueda de oro. Es decir, cuando José María Rodríguez Acosta adquirió esta parcela en 1915 se encontró con algunos de estos corredores, cavados en la montaña, y tomó la decisión de excavarlos y reinterpretarlos con esa monumentalidad que tiene todo el Carmen de la Fundación Rodríguez-Acosta.
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El piso es de cantos rodados, aunque en la entrada del Patio de Venus –hay cuatro accesos desde diferentes orientaciones– se aprecia pavimento con el tradicional empedrado deGranada. Los arcos fajones, que aportan una interesante sensación rítmica vistos desde arriba y desde abajo, están realizados en ladrillo, mientras que las 231 pilastras son de hormigón armado y están fabricadas en serie –no tienen mayor valor arquitectónico–. Los muros están decorados con una especie de rocalla rústica que, sencillamente, emula el contorno de unas piedras. En cualquier caso, por tratarse de la Colina del Mauror, el material estructural preponderante es el denominado 'conglomerado Alhambra', una mezcla de arcilla, arena y roca.
Los pasillos, con una anchura de un metro y una altura variable –en torno a los 2,20 metros–, no tienen elementos ornamentales destacables. Sí llama la atención un medio relieve, colocado ahí en los años cincuenta, que reproduce una escena de guerra que se asemeja a una del Partenón de Atenas. También hay una serie de pequeños pilares que dividen ambientes. Lo que está claro, resume Carmen López, responsable de difusión de la Fundación Rodríguez Acosta, es que «este espacio tan singular juega con la perspectiva y las luces y refleja la visión pictórica de José María».
Y es que todo el Carmen, diseñado por notables arquitectos del momento como Modesto Cendoya, lleva el sello de José María Rodríguez-Acosta, un magnífico creador –en toda la extensión de la palabra– pero también miembro de una familia potentada y con recursos suficientes para emprender proyectos suntuarios como este. El Palacio de Quinta Alegre y el Carmen de la Concepción fueron levantados por sus hermanos. En los tres casos, por cierto, en emplazamientos que permitían una visión general de la ciudad.
Un poderío que queda perfectamente reflejado en el Carmen y en todas las zonas verdes. El Jardín de Baco, con la escultura central que representa esta deidad; el criptopórtico, que refuerza el lenguaje clasicista del entorno; el Patio de Venus, con la preciosa alberca con cuatro surtidores que agitan las aguas; el pequeño templo de Psiquis, que simula una ruina;el Jardín Bajo, con la imagen de Diana; y el Paseo Funerario son enclaves que no deben de perderse en la visita pública, que se reemprenderá el próximo 6 de noviembre tras siete meses de cierre por la adecuación de la institución a Fundación Pública de Andalucía y por diversos arreglos. También es parada obligada el estudio de José María Rodríguez-Acosta y el museo del Instituto Gómez-Moreno, una verdadera joya donde destacan la colección de antigüedades y pinturas de nombres tan relevantes como el mismísimo Alonso Cano o Joaquín Sorolla.
El Carmen de la Fundación Rodríguez-Acosta es arte. Pero también magia e incluso misterio. Quizá eso, el misterio, es la razón de ser de una galería subterránea que sorprende a propios y extraños.
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