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Los cirujanos José Romero y Victoria Ramos, con Rosa Eva y su hija, Heidi, en los jardines del Hospital Clínico. J. E. CABRERO

«Ha sido un milagro»: Salvan la vida de una mujer en Granada con una operación «excepcional»

El equipo de Angiología y Cirugía Vascular del Hospital Clínico San Cecilio salvó la vida de Rosa Lara realizando de urgencia una operación única para reparar la aorta, la arteria más importante del cuerpo. Un milagro de 8 horas y 75 kilómetros

Lunes, 10 de mayo 2021, 01:05

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Rosa Eva se vino a Almuñécar, entre otras cosas, para estrujar, besar y pellizcar los mofletes de su nieto el 26 de abril. Cuando llegas a abuela y vives en Mendoza, Argentina, tener nietos al otro lado del océano y no poder celebrar su cumpleaños como Dios manda es un dolor. Un dolor intenso. En enero, cuando la pandemia dio un pequeño respiro, Heidi, su hija, voló allá para traerla acá. «Nos mudamos a Almuñécar después de la covid porque no queríamos edificios y ciudad. Queríamos aire. Y es un sitio muy de gastronomía, que mi marido es cocinero. La idea era que mi madre pudiera aprovechar a los nietos, que allí pasaba años sin verlos». Quedó, sin embargo, un hilo invisible, una larga vena que les mantiene amarrados con la tierra. «Allí tengo un hijo con esclerosis múltiple, Luis -dice Rosa, con la voz rota-. Y otro hijo, Matías. La idea es que se vengan todos. Que vivamos juntos en Almuñécar, que es precioso».

Lionel cumplió 10 años el lunes 26 de abril. Esa tarde, Rosa, de 66 años, ya se sentía rara. La rareza fue enraizando y reliándose en el pecho hasta que el viernes, angustiada en casa, sintió como si quedara una vela sin soplar: «Me dio un gran dolor. Sentí como una luz, como si mi pecho se iluminara por dentro. Dolor y dolor». «Necesito un médico», escribió a su hija, pidiendo ayuda. Y así, en lo que Carlos Gardel canta 'Por una cabeza', su vida dio un vuelco frenético.

El equipo de Angiología y Cirugía Vascular del Hospital Clínico que operó a Rosa.

«Por una cabeza, de un noble potrillo...». Al mediodía, Heidi llevó a su madre al Hospital Santa Ana de Motril, donde la trataron en primera instancia y, al ver la gravedad del asunto, la derivaron con celeridad a Granada. La aorta, la arteria más importante del cuerpo, estaba rota. Arreglarla era cuestión de vida o muerte y para hacerlo necesitaban un quirófano y un equipo especial -los mejores en su campo- que sólo está en el Hospital Clínico San Cecilio. «Por una cabeza, si ella me olvida...». Esta operación se realiza, normalmente, con meses de preparación y una vez que se tiene una prótesis realizada a medida para el paciente. No había tiempo para eso. En cuanto recibieron la llamada de Motril, el equipo de Angiología y Cirugía Vascular del PTS pidió a Sevilla una prótesis que salió disparada instantáneamente como el misil de un submarino al pulsar la tecla roja, llegando al PTS antes incluso que la ambulancia que transportaba a Rosa. «Por una cabeza, qué importa perderme la vida...». Rosa iba despierta y escuchaba a los médicos hablar de lo difícil que era todo. «Fueron muy sinceros con nosotros -recuerda Heidi-. Me dijeron que lo más probable era que no saliera viva, que generalmente estas operaciones necesitan medidas especiales. Nos despedimos». Rosa saltó de la ambulancia al quirófano, cerraron las puertas y empezó la operación. «Por una cabeza, basta de carreras, se acabó la timba...». El equipo de cirujanos vasculares, anestesistas y personal de enfermería cerró la puerta a las seis de la tarde. Heidi se quedó fuera. A medianoche hubo un terremoto. Y a las tres y media de la madrugada, el tango terminó: «Lo ha conseguido, es increíble, lo ha conseguido».

Heidi y Eva, madre e hija, en los exteriores del hospital. J. E. C.

La operación

Recreación digital del implante en la aorta.
Imagen - Recreación digital del implante en la aorta.

El equipo de Angiología y Cirugía Vascular intervino a Rosa durante ocho horas. Lo hicieron en un quirófano híbrido, una sala quirúrgica equipada con dispositivos avanzados que permite realizar operaciones de precisión. La cirugía fue por una rotura de aneurisma toraco-abdominal (la arteria aorta) intervenida de urgencia. Así lo explica José Moreno, uno de los cirujanos que participó en la operación: «Rosa llegó con un dolor importante. Ella ya tenía antecedentes, le habían puesto una prótesis en Mendoza. Pero la aorta se había roto por debajo de la prótesis y podía fallecer. Repararlo todo desde dentro ha sido un hito porque nunca se había hecho una operación de este tipo de forma urgente». Se hicieron dos aperturas, una en la ingle derecha y otra en la clavícula. Por ahí, dos pequeñas rajas que apenas dejaran una leve cicatriz, introdujeron la prótesis principal, un tronco de 20 centímetros de largo y 24 milímetros de diámetro, para restaurar la aorta. La aorta, además, conecta con otra serie de vasos vitales para el cuerpo humano: hígado, intestino, riñones... Vasos que había que reconectar, como si fuera un router con decenas de salidas diminutas sin las que no habría cobertura.

«Repararlo todo desde dentro ha sido un hito porque nunca se había hecho una operación de este tipo de forma urgente»

José Moreno, cirujano

Rosa, en planta.
Imagen principal - Rosa, en planta.
Imagen secundaria 1 - Rosa, en planta.
Imagen secundaria 2 - Rosa, en planta.

Victoria Ramos también forma parte del equipo de Cirugía Vascular. «Hacemos muchas operaciones como esta -explica-. Pero todas programadas, que son muy diferentes. Los pacientes están estables, hay tiempo... Hacer esto de forma coordinada y con éxito no era fácil». A las tres y media de la mañana, agotados, salieron del quirófano con la aorta reparada, los vasos canulados y sin consecuencias graves. «Al trabajar cerca de la médula podría haber quedado parapléjica», añade la doctora. Pero no: ocho horas de intervención, 75 kilómetros después de aquel pecho que se iluminaba por dentro, Rosa volvería a casa.

Una semana más tarde, el viernes 7 de mayo, Heidi prepara las cosas de su madre. Le acaban de dar el alta, gracias a los cuidados del equipo de la UCI y de planta. Abajo, en los jardines del hospital, Rosa se despide de los facultativos Moreno y Ramos. «Me han salvado la vida, me han salvado la vida», repite agradecida. «Son un gran equipo, con muy buena onda -sigue-. Ha sido un milagro». El doctor dice que no, que no es un milagro. «Es algo excepcional -sonríe Moreno, cómplice-. Teníamos el material adecuado y la experiencia para hacerlo. Por eso somos un centro de referencia».

«Me dijo que tengo que celebrar dos cumpleaños ahora. El primero de septiembre, que es el mío; y el primero de mayo, que es el nuevo»

ROsa Eva

J. E. C.

De camino a casa, Rosa recuerda las palabras de José Damián Herrera, el cirujano del equipo que les ha ido informando durante todo el proceso de recuperación. «Me dijo que tengo que celebrar dos cumpleaños ahora. El primero de septiembre, que es el mío; y el primero de mayo, que es el nuevo». Con la mirada perdida a lo lejos, en un cielo azul imponente, otea el horizonte que hay más allá, al otro lado del hilo invisible: «Ojalá el próximo cumpleaños lo celebre con toda la familia».

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