Miguel C. Botella, el contador de huesos de Granada
El detective de los huesos publica 'Historia de la Antropología Física Española', con la vista puesta en septiembre, cuando dejará la Facultad de Medicina. Hoy presenta el en el Palacio de la Madraza, a las 20.00 horas, junto a la periodista Susana Escudero
La luz entra en el despacho como un disparo de bala. Miguel C. Botella (Granada, 1949) se mesa la barba, blanca como su bata, y echa la vista atrás. Llegó hace poco de Colombia, un caso complicado. «Todos lo son», resopla. Encontraron el cadáver de una mujer que llevaba años desparecida. La última persona que la vio con vida no sabía nada. O eso decía. El juez llamó a Botella, el detective de los huesos, para que analizara los restos. «Por las lesiones deduzco que fue un homicidio, sin ninguna duda. Mi gran pena es que estoy convencido de que también hubo violación, pero eso no lo puedo demostrar». Tras identificar a la fallecida y resolver el caso, la familia de la joven se lo agradece «muchísimo». «La identificación –resopla Botella, de espaldas al sol– da paz. Sin los restos no hay duelo. Y creo que ahora, en esta fase de mi vida, esa faceta tiene un plus para mí. Es una labor humana importantísima».
–¿Qué fase?
–Tengo 75 años y a estas edades merece más la pena lo humano que cualquier otra cosa. He pasado 54 años en la Universidad de Granada y da un poco de vértigo, pero en septiembre dejaré el despacho. El mundo que viene ya no es el mío, es distinto, era el momento de irse. Pero estoy perfectamente –ríe–, así que seguiré trabajando en lo mismo, no sé hacer otra cosa: identificar gente, trabajar en antropología forense y ya está.
Arqueólogo. Fundador y director del Laboratorio de Antropología de la UGR. Profesor emérito. Presidente de la Sociedad Española de Antropología Física. Y, desde hace décadas, referencia mundial de la ciencia forense. «Mira este hueso, ¿qué ves?», pregunta. El hueso es pequeño y muy blanco, con muchas marcas. «El hueso tiene seis mil años. Y esas marcas son de colmillos, para quitarle la carne… Me especialicé en marcas de corte, por eso me llaman de todas partes». En los últimos meses ha estado resolviendo casos en Colombia, Perú, Bolivia, Ecuador… «Es igual que los restos prehistóricos o medievales, pero con el incentivo de la inmediatez. Tienes que identificar los huesos rápido y bien porque en la habitación de al lado hay una familia esperando respuestas».
–¿Quién le contrata?
–Me llaman los organismos de cada país: fiscalías, procuradoras, jueces, defensas o acusaciones… depende. Pero una cosa te digo con orgullo: jamás he cobrado un céntimo por mi trabajo, no señor. Yo ya tengo mi pensión y con eso vivo, no necesito más. Eso me da una ventaja impresionante porque soy libre y puedo decir lo que me dé la gana. Y las presiones, a veces, son muy gordas: amenazas de muerte, temas de dinero… Me siento libre y tengo a gala eso: nunca he cobrado. Lo único que tengo es que ser feliz. Que no es poco. Tienes un tubérculo de Darwin en la oreja.
–¿Perdón?
–En tu oreja, mira. Ese bultito que tienes en la punta de la oreja se llama así, tubérculo de Darwin. Muy poca gente lo tiene. Es muy útil para identificar un cuerpo.
Charles Darwin
A final de 2023, la editorial Alianza publicó 'El origen de las especies', una cuidada edición del libro de Charles Darwin con una traducción cercana y accesible para todos los públicos. La introducción corre a cargo de Botella. «Es un honor –dice–. Yo soy feliz con eso. Me lo he pasado muy bien hablando de Darwin». El profesor considera que es «el libro que más ha influido en la humanidad en los últimos dos siglos», sin el que no existiría la universidad como tal. «Antes de Darwin no había notas, solo aprobados o suspensos».
Sin embargo, Miguel C. Botella acaba de publicar su propio libro: 'Historia de la Antropología Física Española' (Guadalmazán, 2024), que presenta este miércoles 13 de marzo en el Palacio de la Madraza, a las 20.00 horas, junto a la periodista Susana Escudero. «Lo he escrito porque no había ninguno», exclama. «La historia de la Antropología –sigue– no es ni más ni menos que una historia de España durante dos siglos. Las miserias y las grandezas de lo que ha pasado en España está ahí, en la Antropología». Doscientos años de avatares y confrontaciones políticas en los que «el evolucionismo de Darwin todavía no se ha aceptado».
«El evolucionismo de Darwin todavía no se ha aceptado»
«La teoría del evolucionismo es el pilar básico de las ciencias de la Naturaleza y, sin embargo, no se explica en las facultades. Eso me llama profundamente la atención». Hace poco, Botella dirigió un estudio en el que preguntaron a los alumnos de siete universidades sobre la teoría de la evolución. «Resulta que el 40% de los estudiantes no acepta la teoría de Darwin, ¡incluso estudiantes de Biología! ¿Y por qué no lo aceptan? Porque no se enseña. Y no se enseña por los mismos bandos que se formaron en España en 1850, los mismos que hay hoy».
El libro narra un viaje que nos lleva desde el canibalismo y la frenología (seudociencia sobre el cerebro), al origen de los nacionalismos o el racismo. «Los nazis eran racistas, pero la gente no sabe que 10 años antes los suecos había creado el Instituto de Eugenesia en el que se esterilizaba a los que no eran de allí. Ese centro acabó en 1986». Esta 'Historia de la Antropología Física Española' relata cómo todos esos avatares influyeron en nuestro país hasta el reconocimiento –bastante reciente– de la Antropología por el gremio de la ciencia.
–Pero sigue habiendo quien cree que la Tierra es plana.
–Mira. A mi madre le hablabas de la evolución, de que unos salíamos de otros, y te decía que eres tonto, que a nosotros nos creó Dios. ¿Mi madre era tonta? No, le servía como sistema explicativo. Pero que en la Universidad pase eso hoy… Sí, el Papa ha reconocido la Teoría de la Evolución, pero dice que al principio haría falta un creador: pues Dios. Otra vez en las mismas.
–Con la de veces que le llaman Fray Leopoldo, no parece usted muy religioso.
–No, no lo soy… ¡Pero también me parezco a Darwin! (ríe).
La luz de la ventana ilumina la mesa del despacho y septiembre asoma a lo lejos. «Hice de mi profesión, mi vida; y de mi vida, mi profesión. Es algo que no puedo separar. Quizás es absurdo, pero es lo que sé hacer. Y me lo paso estupendamente».
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