Nicolás Lupiáñez, el mítico librero de Flash, se jubila
«36 años, qué flash» ·
El granadino y fundador de la librería busca «un mirlo blanco» que se haga cargo del emblemático negocio granadino, punto de encuentro de lectores, escritores, dibujantes y músicosEl niño corretea por el pasaje de San Antón hasta que el número 48 se le mete en el ojo. El pequeño escaparate está repleto de tebeos y novelas con títulos prometedores. Al poner el pie dentro, una campanita tintinea con aires de Koreander y el aroma de las páginas apiladas se instala para siempre en el hipocampo del pequeño curioso. Con los pies clavados y los ojos encendidos, el niño otea el horizonte sin saber muy bien en qué estantería se esconderá el tesoro. «¿Le puedo ayudar?», pregunta una voz profunda, a sus espaldas. El niño no sabe qué es lo que quiere exactamente y el tipo, Nicolás Lupiáñez, se percata al momento. «Hagamos una cosa –propone–: dígame tres libros o tebeos que le hayan gustado y yo le diré lo que busca». Treinta años después, la librería y el librero siguen haciendo la misma propuesta a los que atraviesan su puerta. Hasta ahora.
«36 años, qué flash». Nicolás Lupiáñez, el alma de la Librería Flash, se jubila. Lupiáñez es una institución cultural, pese a que no haya recibido los premios que merecería. Él ha fomentado la lectura como nadie y en sus pasillos encontraron vocaciones algunos de los mejores artistas que ha dado la provincia. «Granada es una potencia nacional en músicos, dibujantes y escritores. Y todos han pasado por Flash», dice, apoyado en una balda de la tienda. «El tebeo aúna una cantidad de personas y oficios que ni te imaginas. Vienen desde repartidores de butano a catedráticos de Psicología, de policías municipales a comisarios, de zapateros a abogados del Tribunal Supremo… Y todos hablan de Spider–Man con la misma propiedad».
«Granada es una potencia nacional en músicos, dibujantes y escritores. Y todos han pasado por Flash»
Lupiáñez fundó Flash el 7 de marzo de 1986, saliendo de 'una crisis'. «No de una crisis existencialista –bromea–, sino saliendo de la tienda Discos Crisis que había montado con mi primo. Me dio un flash y decidí crear la librería». Flash es una librería especializada en literatura de género: fantasía, ciencia–ficción, terror… «Pero lo gordo de esta casa son los tebeos. En el 86 acababa de cerrar la primera librería de tebeos que había en Granada, Tótem, en Melchor Almagro. ¿Por qué no monto yo una, que es lo que me gusta? Y eso hice».
De niño, en su hogar del Zaidín, Lupiáñez se pasaba las horas perdido en los tebeos. «Cuando leía, a mí me hablaban y no me enteraba de nada. Estaba en la historia de la Masa, de Dan Defensor, del Hombre Araña… de lo que fuera». Su madre, cuando le veía en sus multiversos, le gritaba «¡Nicolás, no leas tanto que te vas a volver tonto!». Pero él siguió y hoy, básicamente, es un lector con ganas de contarlo. «Lo que me ha permitido pervivir en el tiempo ha sido que recomiendo bien. Conozco a mis clientes y sé lo que buscan».
«Flash es mi hija, no la voy a malvender. Por lo pronto, hasta el 1 de agosto estaré aquí, que tengo que despedirme de amigos y clientes»
Porque hay títulos que no siempre fueron tan evidentes y conocidos como ahora: «Recuerdo cuando en Granada nadie tenía 'El señor de los anillos'. Tuve una inspiración y pedí 200 o 300 ejemplares de cada libro y cuando se puso de moda me hinché a venderlos. O con 'Juego de Tronos', estaba harto de recomendarlo y solo se movía en el circuito friki. De repente se estrenó la primera temporada de la serie y la gente ¡oh! Y yo ¿cómo que oh? ¡Llevo años recomendándolo!».
Una vida entera entre Blacksad, Tintín, Batman o la Patrulla X que, como todas las buenas historias, llega a su fin. «Hay que jubilarse, no voy a morir encima de las tablas. Me toca disfrutar mucho de las últimas décadas, espero, de mi vida», ríe.
Aunque la de San Antón es la Flash original, Lupiáñez tuvo otra Flash en Plaza de la Trinidad, durante quince años. «Todavía es una herida que me duele. Aquel sitio era maravilloso. La gente salía de los pubs y se quedaba mirando libros, a las cuatro de la madrugada. Era algo que me producía una gran satisfacción». Ahora, su jubilación llega con una propuesta. «Estoy esperando a ver si llega el mirlo blanco que quiera hacerse con el negocio. Flash es mi hija, no la voy a malvender. Hay varias personas interesadas y ya veremos. Por lo pronto, hasta el 1 de agosto estaré aquí, que tengo que despedirme de amigos y clientes».
El librero se jubila para «vivir la dolce vita», para viajar, leer, cuidar a los amigos e, incluso, escribir. «Tengo una novela pendiente. Quizás sea el momento», advierte. Y así, con Caetano Veloso de fondo, Inma, sobrina y compañera de Lupiáñez en la librería, atiende a clientes de todas las edades. Ella habla de Flash con los ojos brillosos y la sonrisa cantarina: «Cómo vamos a echar de menos esto», suspira. La campanita tintinea y el Drácula de la Familia Monster, pegado en el cristal de la puerta desde el primer día, recibe a los visitantes una vez más. «Pocas librerías podrán celebrar 36 años en el mismo sitio. Vaya, dos o tres en toda España», termina Lupiáñez. Flash, librería joven desde 1986. La de niños que habrán encontrado tesoros aquí dentro.
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