Borrar
Aurora lee un relato a Inmaculada, en su habitación del Hospital Virgen de las Nieves. PEPE MARÍN
Una nota de luz a pie de cama

Leer para curar en Granada

Voluntarios de la biblioteca del Hospital Virgen de las Nieves, creada por Juan Zívico hace 8 años, leen a los pacientes para ayudarles a sobrellevar la soledad

Sábado, 23 de diciembre 2023, 23:03

Comenta

Un enorme rayo de sol entra por la ventana de la habitación 1022, en la planta de Oncología. La luz inunda la cama, el gotero, la butaca y los pinreles descalzos de Inma. En la mesita hay unos cascos y una Biblia. «La cogí de la biblioteca del hospital cuando ingresé», dice la mujer de 38 años, tumbada sobre las sábanas con un pijama azul. «He leído el principio, lo de la creación. Es interesante». Aurora, de 71 años, llama a la puerta con un libro bajo el brazo. «Soy voluntaria y hacemos lectura a pie de cama, ¿te apetece?», pregunta con voz entrañable. Inma asiente con una sonrisa mientras recoloca la almohada para escuchar el relato.

A Juan Zívico se le cayó el pincel hace ochos años. Por aquel entonces era el director del Centro Artístico de Granada, pero enfermó tanto que tuvieron que recomponerle por dentro y por fuera. Pasó ocho meses ingresado en el Hospital Universitario Virgen de las Nieves (HUVN). Los amigos –muchos– le visitaban siempre con un libro que dejaban a los pie de la cama. Él los leía y los apilaba después en una esquina de la habitación. Cuando pudo andar, salió al pasillo y comenzó a repartir libros por las habitaciones vecinas. Entonces surgió la idea: «¿Y si montamos una biblioteca aquí?». Le dijeron de probar un año, a ver qué tal.

q El jefe. Juan Zívico, creador de la Biblioteca del Paciente, con un ejemplar de 'El Quijote'. M. PEPE MARÍN

«¡Y ya van ocho!», exclama alegre Zívico, con una bata blanca que le da un inevitable aire de doctor. «No, no soy médico. ¡Soy artista! Pero este proyecto… –el hombre, de 74 años, extiende sus brazos por los estantes repletos de libros que le rodean– la verdad es que es muy bonito». La Biblioteca del HUVN está nada más entrar, a la derecha del hall, en una sala alargada donde conviven Muñoz Molina, Cervantes, John le Carré o Masashi Kishimoto, entre otros más de 10.000 autores. «Lo que realmente hace esta biblioteca es mitigar la soledad. Porque todos estamos solos a fin de cuentas y, cuando entras en un sitio como este para sanarte, te encuentras más solo todavía».

Tras pasar ocho meses ingresado, Juan Zívico propuso crear una biblioteca del paciente. «¡Y ya llevamos ocho años!»

Por esa certeza de que «nadie admite que está solo», como dice Zívico, desde la biblioteca se creó un programa de lectura a pacientes. A todo tipo de pacientes, pero especialmente para esos que, quizás, ya han contado varias veces las manchas del techo. «Las enfermeras hacen un trabajo extraordinario y nos indican personas que podrían agradecer el rato –sigue–. Porque, más allá de la lectura, es una hora en la que el paciente no está solo. El voluntario lee y charla. Luego entro yo, les pido que valoren la experiencia y lo que más preguntan es: ¿va a volver mañana?».

Zívico saca de una caja un fajo de papeles rectangulares en los que los pacientes han escrito sus emociones. «A mí esto me llena muchísimo, leerles... son notas preciosas», dice. La biblioteca cuenta con 11.436 libros y 10 voluntarios que, además de leer, ayudan en la organización, reparto y recogida de ejemplares. Como María José Pérez y Antonio Moreno, matrimonio de maestros jubilados que conocieron el proyecto a través de la Asociación de Alumnos Mayores de la Universidad de Granada (Unigrama). «Estuvimos en la feria del libro y animábamos a donar libros, fue fantástico», explica María José. «Les decíamos a la gente que podían comprar en otros stands y luego traerlos aquí. Entraron 288 libros», añade orgulloso Antonio. Ambos insisten en que, por favor, se subraye que cualquier persona puede donar libros a la biblioteca en el mismo hospital. «Todos serán muy bien recibidos y cuidados».

¿Qué tipo de libros gustan más a los pacientes?

–La novela –responde Zívico–. La novela de amor. A la gente le falta mucho el amor. Cuando estás realmente ahí, solo, si se te escapa una lagrimilla leyendo, como nadie te ve, no pasa nada.

Aurora, Antonio y María José, cargados con tres libros a las puertas del hospital. P. MARÍN

Un poquito de amor

Aurora Quero recorre los pasillos del hospital como quien va del salón a la cocina en su casa. Enfermera y profesora de la Escuela Universitaria Virgen de las Nieves, se jubiló hace 6 años. Aquel día, antes de salir, se tropezó con Juan Zívico y su carrito de libros. Juan le contó que estaba repartiendo tomos entre los pacientes y que, además, estaba iniciando un proyecto para leer a pie de cama. «A mí me encanta leer y me apunté en ese mismo momento», afirma Aurora. «A veces se quedan familiares y participan de la lectura, otra el paciente es el que pide leernos a nosotros... Hay gente encantadora, la lectura es la excusa para tener un entablar conversación».

«Leer a los pacientes es muy enriquecedor. Yo me voy siempre mejor de lo que he llegado»

Caminando por la planta de Oncología, Aurora recuerda la vez que ingresaron a un chico de 15 años. «Iba a estar mucho tiempo ingresado. Así que dejamos el libro en la mesita y leíamos dos o tres páginas con él y resto seguía con su madre. Reflexionábamos sobre la lectura, sobre qué le parecía estar en el hospital, sobre qué mejoraría...». Porque la lectura, inevitablemente, evoca momentos de su propia vida, palabras que llaman la atención... «Es muy enriquecedor –Aurora se para delante de la habitación 1022–. Yo me voy siempre mejor de lo que he llegado».

Por el pasillo aparece María Francisca 'Francis' Gutiérrez, técnica en cuidados auxiliares de Enfermería. «La lectura tiene muchísimos beneficios para los pacientes, y a muchísimos niveles», asegura. «Primero como autoayuda. Al identificarse con algún personaje puede ayudarles a afrontar sentimientos encontrados, a dar salida a sus miedos, incluso a sentir superación y alegría». Pero, sin duda para Gutiérrez, la clave está las alas. «Una enfermedad de ingreso es un poco meter al cuerpo en una cárcel, aunque suene fuerte, pero muchas veces se siente así. La mente no se encierra. La lectura es el modo de volar fuera, de viajar, de conocer gente y situaciones. La lectura disminuye el dolor, relaja, da paz, quita ansiedad y ayuda a que duerman mejor. De eso va todo esto».

P. M.

La puerta de la habitación 1022 se abre lentamente. Aurora se sienta a pie de cama, iluminada por un sol espléndido que invita a desplegar las alas y a volar. Dentro de un ratito, Aurora se despedirá diciendo «gracias, Inmaculada, para mí ha sido muy importante venir a verte». Inma la seguirá con los ojos cuando salga de la habitación para luego, de nuevo sola, mirar por la ventana y sonreír a escondidas detrás del ejemplar de la Biblia. «Dios creó la luz mediante su palabra. Y dijo Dios: sea la luz; y fue la luz». Pero, por el momento –por un instante que en las páginas es eterno–, Aurora lee un relato e Inma escucha.

El carrito de los libros y los libros liberados

Paqui y Antonio, leyendo uno de los libros liberados en el exterior del hospital. P. M.

Paqui y Antonio esperan sentados en uno de los poyetes del exterior del Hospital Universitario Virgen de las Nieves (HUVN), frente a la puerta principal. Hace frío, pero al sol se está muy a gusto. Paqui descansa sobre las piernas de Antonio y él, con el brazo rodeando su cintura, sostiene una pequeña novela que acaban de encontrar sobre la piedra. «Estaba aquí mismo –explica Antonio–. Se titula 'El salón dorado'. Nos ha llamado la atención el título y, mientras esperamos, nos hemos puesto a leer. La verdad es que es un poco extraño encontrase un libro aquí... pero es interesante».

Desde el interior del hospital, Alberto, Óscar y Eva sonríen por un trabajo bien hecho. Los tres, que rondan los 30 años, forman parte de la biblioteca del HUVN y son los culpables de que haya libros liberados por todas partes. ¿Libros liberados? Sí, exactamente eso: libros que, en vez de estar en estantes, se dejan en las salas de espera, en los pasillos, en la cafetería y, claro, en los aledaños del hospital, con el único objetivo de que la gente los lea.

Eva, Alberto y Óscar, durante el reparto de libros por los pasillos del hospital. P. M.

«Trabajo aquí –dice Alberto que, como sus compañeros, tiene síndrome de down–. Repartimos libros, revisamos los cajones de las donaciones y preparamos los pedidos que nos hacen de las habitaciones». Los tres, muy conocidos por el personal sanitario, se patean todos los rincones del hospital acompañados del carrito de los libros. «Me encanta dar libros a la gente, para que los lean aquí o en su casa», apunta Eva. «Y cuando acaben, pueden devolverlos en la biblioteca», termina Óscar.

Cada semana, Alberto, Eva y Óscar dejan una media de 32 libros por todas partes y, antes del fin de semana, se aseguran de que los pacientes se queden con una novela de más. «Por si la terminan, que no les falte».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

ideal Leer para curar en Granada