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Jesús Barrón analiza en el microscopio un pigmento, que aparece a gran escala en la pantalla del ordenador. JORGE PASTOR

El laboratorio de Granada que investiga la autenticidad de obras de arte

Desde algún lugar secreto del cinturón de Granada trabajan con instituciones tan relevantes como el Metropolitan de Nueva York o el Museo Van Gogh de Amsterdam

Jorge Pastor

Granada

Domingo, 20 de octubre 2019, 01:31

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Villa de Altura, provincia de Castellón. Mediados del siglo XIX. Los monjes que habitan en el monasterio de Vall de Crist, uno de los centros eclesiásticos más importantes del Reino de Valencia –contaba con vastas propiedades y fue visitado por numerosos papas–, rezaban el laudes en la capilla. Como todos los días. Al despuntar el sol. Desde hace quinientos años. Enfrente de ellos, un imponente retablo de más de cinco metros cuadrados que reproducía aquel pasaje de San Martín compartiendo su capa con un mendigo. Una pintura de Juan Ribalta que estaba a punto de desaparecer de Vall de Crist... para siempre. Juan Álvarez de Mendizábal acababa de iniciar el proceso de expropiación forzosa de los bienes de Iglesia católica para hacer frente a los elevados costes que suponía la guerra contra los carlistas y para alimentar las maltrechas arcas del Estado español tras la pérdida de las colonias. La desamortización de Mendizábal vació Vall de Crist y expropió todas sus obras de arte, incluida la tabla de Ribalta, grandes extensiones de terreno e inmuebles como villas o fábricas.

Año 2017. Málaga. Un ciudadano ruso adquiere un bonito y soleado chalet. La transacción abarca no sólo una espléndida finca, sino todo lo que hay en su interior. En el garaje, un cuadro enorme de cinco metros cuadrados arrumbado contra la pared, apolillado y sin marcos con la imagen de un santo, montado a caballo y armado con sable, ofreciendo una especie de sayo de color rojo a un desarropado. «¿Qué será?», se preguntó el señor ruso. Y el señor ruso, pura curiosidad, va y se pone en contacto con uno de los poquísimos laboratorios privados especializados en peritaje de arte que hay en España, que se llama Instituto Científico Criminalística Documental (ICCD) y que está en un punto indeterminado del área metropolitana de Granada –la localización exacta no se puede revelar por estrictas razones de seguridad–. Después de tres meses de estudio minucioso y detallado, la conclusión es que, en efecto, se trataba de aquel San Martín que se esfumó de Vall de Crist casi doscientos años atrás. El de Juan Ribalta. El que podría valer hasta medio millón de euros.

Gráfico. Carlos Javier Valdemoros

Estamos hablando de un campo, éste de determinar si una pintura o una escultura es original o falsificada, hiperespecializado. El número de laboratorios no públicos que hay en España se pueden contar con las dos manos –y sobrarían dos o tres dedos–. En Granada, ICCD suma ya treinta años de trayectoria en criminalística documental, trabajando para particulares y juzgados esclareciendo desde la legitimidad de la rúbrica de un contrato de arrendamiento hasta la veracidad de piezas de Paul Gauguin o Jackson Pollock. Entre sus clientes y colaboradores, instituciones internacionales tan prestigiosas como el Metropolitan o la galería Jacobs Fine Art, de Nueva York, el Museo Van Gogh de Amsterdam o las sucesiones de Miró o Picasso.

Al frente de ICCD se halla Jesús Barrón. Junto a él, Vicente Fernández, un reputado experto en el estudio y la verificación de autoría artística. «Lo primero que se analiza –dice Vicente– son los materiales, básicamente el tipo de soporte y la pigmentación, lo que permite realizar una primera aproximación temporal». Esto ya permite dirimir cuestiones estilísticas. Si se halla un tinte que fue sintetizado en 1910 ya se podría descartar que estemos ante un gauguin, que falleció en 1903 y que no colgó el pincel hasta finales del decenio de 1880.

Investigaciones de firmas llevadas a cabo en el laboratorio. JORGE PASTOR
Imagen principal - Investigaciones de firmas llevadas a cabo en el laboratorio.
Imagen secundaria 1 - Investigaciones de firmas llevadas a cabo en el laboratorio.
Imagen secundaria 2 - Investigaciones de firmas llevadas a cabo en el laboratorio.

Inscripciones

El segundo aspecto que se valora es si existe alguna firma o sello, anagramas, inscripciones o las típicas etiquetas de procedencia que suelen encontrarse en el reverso de las pinturas y que se corresponde con las instituciones donde han sido expuestas. Todos estos elementos pueden ser imitados. Especialmente en el caso de los artistas más cotizados en los mercados. Sobre todo contemporáneos como Joan Miró, Jean-Michel Basquiat o Jackson Pollock, muy apreciados por los grandes coleccionistas o por las mejores pinacotecas del mundo. El siguiente paso es la realización de un análisis fotográfico integral.

Se hacen tomas generales y de detalle tanto del envés como del revés usando diferentes tipos de luz visible e 'invisible'. La ultravioleta permite saber si la obra ha sido restaurada, intervenida o si se ha aplicado algún tipo de barniz. La infrarroja posibilita descifrar si existe algún boceto subyacente o algún bosquejo bajo el óleo. También si se han acometido rectificaciones. Y por último los rayos equis, que se meten en el mismísimo tuétano de la obra. «Todas las pruebas que se realizan –aclara Vicente Fernández– son inocuas y nada invasivas, lo que significa que no habrá ningún tipo de afectación». Las muestras de color son de tamaño microscópico y completamente inapreciables incluso con la utilización de lentes de gran aumento.

Tres meses de investigación para un peritaje perfecto

Vicente Fernández, experto también en criminalística documental, que ha investigado la autenticidad de obras de Sorolla, Mary Cassatt, Joan Miró, Frida Kahlo, Picasso o Diego Rivera, estima que una peritación, plasmada posteriormente en un completo dossier de no menos de doscientos folios, puede llevarle unos tres meses de trabajo.

Si los resultados que se van obteniendo apuntan en la misma dirección y existen suficientes evidencias para otorgar verosimilitud a una autoría, ya sí se pasa al estudio estilístico. Se valoran factores como la habilidad en los trazos, el tipo de pincelada –si pinta de arriba a abajo, por ejemplo– y sobre todo la técnica. Es el momento de acudir a fuentes externas. Hay pintores estudiados al detalle. Normalmente los más famosos. De Velázquez, por citar un referente, existen tratados sobre cómo trazaba sus figuras o dibujaba las estancias.

Barrón y Fernández analizan la firma de una obra artística en la pantalla de un ordenador. JORGE PASTOR

Pero volvamos al 'San Martín compartiendo capa con un mendigo' de Juan Ribalta, los cartujos de Vall de Crist y el señor ruso de Málaga. Vicente Fernández explica que, debido a las extraordinarias dimensiones de este retablo (2,81 metros por el lado más largo y 1,83 por el más corto), las primeras indagaciones se realizaron sobre el terreno. Las intuiciones preliminares apuntaban al siglo XVII, una impresión que luego quedó corroborada por el tipo de tintura. El diagnóstico radiográfico ya sí se realizó entre Granada y Madrid. Inicialmente se pusieron sobre la mesa tres escuelas: la madrileña, la sevillana y la valenciana. La balanza se decantó por esta última. Concretamente por la Escuela de Francisco Ribalta.

«Todas las pruebas que se realizan a las obras de arte son inocuas y nada invasivas»

Vicente Fernández, Experto en obra artística

«Sumamos ya treinta años investigando todo tipo de documentos para verificar su autenticidad»

Jesús Barrón, Director del laboratorio

Y así es cuando se concluyó que se trataba de Juan Ribalta, hijo de Francisco, nacido en Madrid en 1596 y muerto en Valencia en 1628. Se formó en el taller paterno, en pleno barroco, y se reveló como un artista precoz al firmar, con tan sólo dieciocho años, los 'Preparativos para la crucifixión' por encargo del monasterio de San Miguel de los Reyes y que hoy día cuelga del Museo de Bellas Artes de Valencia. Respecto a la iconografía de San Martín, se remite a un pasaje de la vida de San Martín de Tours que representa el momento en el que el santo parte su capa con una espada para compartirla con un mendicante.

La carta firmada por Simón Bolívar cuando faltaban pocos días para su muerte

Además de verificar la autenticidad de obras de arte, el Instituto Científico Criminalística Documental (ICCD), con sede en Granada, realiza también una importante labor de peritaje de documentos de enorme valor histórico –y normalmente de mercado–. Es el caso de una carta firmada por Simón Bolívar, figura clave en la emancipación hispanoamericana y fundador de las repúblicas de la Gran Colombia y Bolivia. El manuscrito está fechado el 5 de diciembre de 1830, tan sólo un par de semanas antes de su fallecimiento el 17 de ese mismo mes. Está considerada la penúltima misiva del Libertador antes de su testamento vital –al menos en la epistolografía conocida y reconocida– y estaba dirigida a uno de sus generales por sus leales servicios a la causa. En ese momento Bolívar ya estaba convaleciente.

Jesús Barrón, director de ICCD y experto en grafística y documentoscopia, fue el encargado de verificar que, en efecto, aquel manuscrito y la rúbrica autógrafa correspondían a Simón Bolívar, un trabajo para el que tuvo que apoyarse en el Archivo General de Indias y con el Museo de Arte de Colombia, que puso a su disposición todo el material fotográfico de alta resolución realizado expresamente para esta investigación. Las dos hojas, de tamaño cuartilla, tenían una dimensión de 18,3 centímetros de ancho por 23 centímetros de alto.

Según recuerda Barrón, «el estado de conservación del original era excelente, aunque presentaba una peculiar rotura vertical en el pliegue central». «De igual modo –agrega– pude constatar estampaciones o restos de lacre y sello húmedo en rojo». Barrón empleó varias técnicas de análisis. Concretamente, microscopía óptica con luz polarizada para identificación de las fibras de papel. También realizó el estudio de pastas con reactivos específicos, una espectroscopia infrarroja, microanálisis por dispersión de energía por rayos equis y una cromatografía de gases.

«Concluimos que aquello correspondía sin género de dudas a don Simón Bolívar», asegura Barrón. También corroboró que el papel empleado guardaba relación con la manufactura de la época. Respecto al lacre, al estar realizado con sustancias naturales, «no se podía descartar un posible uso regional preferente». En concreto de Colombia. Además, las correlaciones cronológicas eran coincidentes con los hechos que relataba Bolívar en los últimos días de su vida. La pieza también estaba perfectamente documentada en cuanto a su adquisición, procedencia y propiedad.

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