Javier Valenzuela: «Granada tiene que ser mucho más rebelde frente a Sevilla y Madrid»
Tras viajar por todo el mundo, este granadino regresa a su pueblo, Bubión, desde donde escribe su saga de novelas 'Madrid Noir'
Javier Valenzuela es el granadino que bailó el toyi–toyi con Nelson Mandela. El recuerdo, vivo como una planta, crece hermoso, enmarcado en la estantería, con la luz y el agua infinita que La Alpujarra inunda por la ventana. Su casa es una crónica. Un paseo de detalles, de pistas –fotografías, portadas, libros– que guían al lector ávido hacia un cuarto, fresco y arropado por una acequia, donde los misterios y los crímenes se convierten en palabras. Un portátil en Bubión era todo lo que hacía falta. Eso y cuarenta años de aventuras y de libretas ansiosas por eclosionar.
A Valenzuela lo han llamado periodista de sucesos en el Madrid de la movida, corresponsal de guerra por los rincones más inhóspitos del planeta, director adjunto de El País, fundador de la revista tintaLibre, consejero de comunicación internacional del gobierno de Zapatero y, también, novelista. Él, sin embargo, tiene claro que siempre ha ejercido la misma profesión, la misma vocación: contar historias.
–Después de viajar por todo el mundo, regresas a Bubión.
–¿Sabes por qué? Después de 64 años de vida y cuarenta y tantos de andar por el mundo, he descubierto que lo interesante es lo universal y lo local. Lo de en medio, lo provincial, lo autonómico, lo nacional, no es interesante. Hay una tremenda conexión entre lo local y lo universal. Todos los seres humanos somos iguales, con las mismas aspiraciones básicas: un techo, un plato de comida, un médico cerca, un porvenir para tus hijos y que te respeten mínimamente tu libertad y tu dignidad. Eso es la declaración de los derechos humanos o la vida de un pequeño barrio de Bubión.
–¿Cómo es vivir en Bubión?
–Bubión y La Alpujarra tienen ese punto de respeto colectivo a la individualidad de la gente. Desde Gerald Brenan, nuestro primer gran visitante, hasta la gente que hay hoy (franceses, ingleses, alemanes, españoles de fuera...), aquí funciona lo de vive y deja vivir. La gente te respeta como eres. Ya seas hippie, budista, escritor estrafalario, artesano, de ideas libertarias o de ideas ecologistas, católico... aquí es vive y deja vivir. A veces le pregunto al viejo Chris –Stewart– sobre La Alpujarra y los dos coincidimos: es un sitio mágico.
–Ser escritor en La Alpujarra.
–Mira, en las fiestas de Bubión, el día 17 de agosto, el Ayuntamiento ha tenido la generosidad de incluir la presentación de 'Pólvora, Tabaco y Cuero' (Editorial Huso, 2019), mi última novela. Y es algo que me hace más ilusión que presentarla en la Feria del Libro de Madrid o en la Semana Negra de Gijón, porque la voy a presentar ante mis vecinos, ante la gente que el año pasado, durante meses, cuando salía a la calle me preguntaba cómo iba la novela. Tengo vecinas que, a la hora de comer, venían a veces con un potaje de hinojos «por si se me estaba olvidando lo de comer».
–Tu madre también fue una vecina muy querida.
–Mi madre, Carmen Gimeno, cuando se quedó viuda, se vino a Bubión. Se puso de corresponsal de IDEAL de La Alpujarra. Melchor Saiz–Pardo le dio el carnet. Se dedicaba a contar las luchas contra los vertederos, contra la instalación de torres de alta tensión... Una de las cosas que cubrió fue la historia de Osel, el niño Lama. Durante mucho tiempo, cada vez que hablaban con ella del periódico, le decían que era la única exclusiva mundial que había dado IDEAL. Vinieron de todo el mundo a verle, fue una cosa muy graciosa.
«Mi madre fue corresponsal de IDEAL en La Alpujarra. Ella dio la noticia del niño Lama»
–Más allá de Bubión, ¿qué tal tu 'reencuentro' con Granada?
–A la ciudad le tengo que hacer un reproche histórico. ¿Por qué ha tardado tanto en llegar el AVE a Granada y por qué habiendo llegado es tan lento? Creo que Granada no ha descubierto que quien no llora no mama. A escala autonómica y nacional, Granada aparece como ciudad callada y conformista. Y te lo estoy diciendo desde mi experiencia, de haber vivido muy cerca del poder. En Madrid fui Director de Comunicación Internacional de Zapatero y ahí preguntaba por qué no se cerraba la autovía, por qué no había AVE, por qué no... Esta es una frase que he escuchado en los pasillos del poder de Madrid, abro comillas: «Los de Granada no protestan porque están muy contentos con las vistas que tienen de La Alhambra». Entonces, claro, atienden a los que protestan: a Sevilla, a Málaga, a Cádiz, a Cataluña, a Navarra, a Euskadi... Granada tiene que ser mucho más rebelde frente a Sevilla y Madrid.
–¿Qué diferencia hay entre escribir para un periódico y escribir novelas?
–Yo no encuentro ninguna distinción, ninguna incompatibilidad profunda, entre la escritura periodística y la escritura novelística. Yo creo que uno es escritor. Mucha gente, en mi generación y en la tuya también, escogimos periodismo porque era un modo de escribir remunerado. Decía, algún día haré novelas. Cosa que hice a raíz del ERE de El País. Lo vi como una oportunidad. El periodismo cuenta la verdad y la novela lo verosímil. Son dos caras de la misma moneda: la escritura. Y alucino, hermano, cuando estaba en El País o tintaLibre y preguntaba a los periodistas si leían y te respondían que no. ¿Cómo quieren trabajar en un medio escrito sin leer?
–A veces parece que lo dicen hasta con orgullo.
–¡Eso es, hermano! El problema de los jóvenes aspirantes a ser periodistas es que no leen y te lo confiesan con orgullo. No demos vueltas a los formatos, da igual si es impreso, digital o audiovisual. Es lo mismo para las series y las películas, ahora que la gente está tan enganchada, ¿usted no sabe que detrás de una serie hay varios personas que escriben guiones? Para escribir, leer es capital. Y que la juventud no lea, se nota mucho. A veces, alumnos de Periodismo me dicen que no les enseñan a escribir, que no les recomiendan libros, que sólo se empeñan en enseñar las dobles uves y la pirámide invertida. Tú no puedes escribir una buena crónica en IDEAL con la pirámide invertida.
«Si eres un buen periodista, no me cuentes las historias burocráticamente con los mecanismos de las doble uves, cuéntamela como si estuviéramos en la barra de un bar»
–Se trata de contar una historia.
–¡Exacto, hermano! ¡Contar! El periodismo no morirá nunca porque es el oficio de contar historias reales y verificables. Y los seres humanos tienen una sed insaciable de esas historias. Si eres un buen periodista, no me cuentes las historias burocráticamente con los mecanismos de las doble uves, cuéntamela como si estuviéramos en la barra de un bar, poco a poco, sin desvelarlo todo en el primer párrafo. Engánchame.
–Entiendo que no se considera jubilado.
–No, de la escritura no se jubila uno. Ni del periodismo. Estás viendo todo el rato historias que te apetece contar. La cosa del periodista es que nada del humano te es ajeno, te siguen asombrando, maravillando o indignando cosas. Los periodistas queremos contar historias a todo dios, es nuestra pulsión. Mientras la espalda aguante, los dedos sigan tecleando y la cabeza te funcione, tienes ganas.
–¿Por qué empezaste a escribir?
–Mi padre era periodista en el periódico Patria de Granada. A mí me gustaba mucho leer: Salgari, Verne, Dumas... Así que con siete años empecé a hacer periodiquitos y cuentos que vendía a la familia por una perra chica, cinco céntimos de peseta. Descubrí que en mi vida quería leer, escribir y viajar. Eso lo asocié al periodismo. Tuve la fortuna de vivir la edad de oro del periodismo, hermano, había ganas de contar cosas y dinero.
«La profesión de político en todo el mundo se ha ido reservando para los mediocres, para los que no sirven en otras cosas»
–¿Cuál fue la gran lección como corresponsal?
–Que la gente que sufre en cualquier lugar del mundo siempre da la bienvenida al periodista. Y siempre es odiado y rechazado por los verdugos, por los malos. La segunda lección, después de tratar a muchos políticos, es que los hay más o menos brillantes, pero detrás de la inmensa mayoría de ellos hay una falsedad. Cuando hablan están interpretando un papel y te dicen unos argumentos que los tienen pregrabados en su disco duro. Sólo encontré una excepción, Nelson Mandela, que como no era un político profesional, como era un combatiente por la libertad y la dignidad de su pueblo y la humanidad, se produjo que la entrevista formal derivó en una conversación privada a calzón quitado en la que los dos preguntábamos y bromeábamos. Terminamos bailando el toyi–toyi, el baile con el que su pueblo protestaba en las calles. En él vi autenticidad. Alguien que se estaba saliendo del guion.
–Quizás esa sea la diferencia entre un político que manda y un líder.
–Bien visto, hermano. Empleamos la palabra líder con excesiva frivolidad. Deberíamos decir más político, o secretario o presidente. Y reservar lo de líder para esas pocas personas que actúan con las luces largas puestas, que no están pensando sólo en el telediario de esta noche o las elecciones de este año. Están pensando en el interés de su pueblo cuando ellos ya no estén.
–¿Qué líder hay hoy?
–No me gusta hacer estos comentarios porque parecen cosa de viejos, de que cualquier tiempo pasado fue mejor, y no es eso. Pero creo que la profesión de político en todo el mundo se ha ido reservando para los mediocres, para los que no sirven en otras cosas. ¿Líder hoy? No me viene a la cabeza ninguno. El último que vi de esa estirpe fue el presidente de Uruguay, Mújica.
–¿Cómo es el paso a la novela negra?
–La novela negra permite contar cosas que tú sabes que son verdad pero que no puedes probar. En 'Limones Negros' (Anantes, 2018), por ejemplo, tenemos al patrón de Bank Madrid, que transfiere dinero de la entidad a una inversión inmobiliaria en Tánger. ¿Basado en la realidad? Podría. ¿Pruebas? No.
–El placer de terminar una novela, ¿se parece en algo a terminar un reportaje?
–Es mayor. Te pasas años soportando la mirada escéptica de los otros. No se creen que estés escribiendo una novela. Cuando lo consigues es una liberación y, al mismo tiempo, un sentimiento de 'ahora os vais a enterar de que era verdad'. Ahora estoy empezando una, aquí en Bubión, y cuando lo digo me dicen que estoy disfrutando del fresquito, no escribiendo ocho horas al día (ríe).
«Estoy escribiendo del Madrid de la Movida. La protagonista será una periodista de Diario 16»
–¿Qué escribes?
–'Polvora, tabaco y cuero' está funcionando muy bien. La editora me dijo que siguiera por la línea. Le dije que sí, pero no en la Guerra Civil. Estoy haciendo novela negra que transcurre en el Madrid de la movida. Como viví de reportero aquella época, la tengo fresca y documentada. Ahora mismo estoy en Bubión viviendo los años 80: toda la música de Los Chichos, Los Chunguitos, Los Marismeños, Nacha Pop, Radio Futura, Gabinete Caligari, Loquillo; me veo todas las películas del cine quinqui, 'Deprisa, Deprisa', 'El Vaquilla', 'Perros Callejeros', 'Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón'... Veo cómo hablaban, cómo vestían, cómo nos comunicábamos... para no cometer anacronismos; para que cuando los personajes empiecen a caminar, sean realistas.
–¿Eres de estructura muy pensada o te dejas sorprender?
–Yo soy de los que van con una brújula. Sé que va a pasar algo: alguien va a encontrar el cadáver de un yonqui en los lavabos de un bar de Madrid. La protagonista será una periodista imaginaria de Diario 16. Sé cómo acabará, pero no sé qué va a pasar en mitad. Los personajes empiezan a actuar por su cuenta. Las escenas ocurren sin premeditación. La novela es un viaje que propones al lector. El lector, si ve que el escritor también está viajando, se suma. El lector es tu cómplice.
–¿Veremos una de tus novelas en serie o cine?
–Todo el mundo dice que mis novelas son muy cinematográficas. Soy consciente. A Maribel Verdú le encantó 'Tangerina' (Martínez Roca, 2015) y pensó en una serie, lo movió un poco y no había dinero. De 'Pólvora, tabaco y cuero' se ha interesado Antonio Resines... La industria española no es Hollywood, pero no me extrañaría que un día saliera.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión