'Eye in the skies', una ópera rock al ritmo del talento jienense

En las palabras que suelen preceder al estreno, el productor Paco Bernad se dirigió al elenco: «Cada vez que me han preguntado de qué me sentía más orgulloso, he respondido lo mismo, de haber contado con los mejores artistas y de que todos estuvieran vinculados con Jaén y provincia, bien por nacimiento o por desempeño profesional. No cambiaría a ninguno de vosotros. Haced que esto sea inolvidable, para vosotros y para el público. Salid y demostrad que estamos en condiciones de poner en pie una creación del máximo nivel. Yo estoy seguro de ello».

El pasado sábado 28 de enero en el Teatro Infanta Leonor el público asistió, ensimismado y feliz, a una ópera rock 'Eye in the skies' en la que dieciocho temas del grupo de rock progresivo Alan Parsons Project sustentaban una reinterpretación del tópico literario de Fausto, en este caso un escritor consagrado que ha perdido la inspiración. Para recuperarla está dispuesto a vender su alma al diablo. No desvelamos el final de la historia por si les cabe la posibilidad de disfrutar en un futuro de esta exhibición de música, danza y representación teatral.

Tras una hora y media de actuación se paladea el regusto de un espectáculo fluido, redondo y sin pausas donde todo raya a gran altura. Conviene, sin embargo, desmenuzar los noventa minutos de esta «experiencia multisensorial» para destacar a los gestores de este indiscutible éxito que durante el domingo fue comidilla frecuente por las calles de Jaén durante el aperitivo matutino.

La iniciativa y la máxima responsabilidad corresponden al giennense adoptivo Paco Bernad, miembro de Cantoría, que sin más afán que la reivindicación del talento de nuestra tierra se embarca en un proyecto de muchos miles de euros para demostrar -como decíamos anteriormente- que en Jaén hay calidad artística a raudales. En la gestación lo ha acompañado desde el principio su hijo Julio Bernad, autor de la historia y la selección musical, uno de cuyos méritos ha sido acoplar una historia inteligible para todos los públicos que ahonda en los viejos temas de la ambición, el mal y la redención por amor.

Del ámbito musical se encargó Rogelio Rojas, viejo conocido que, tras su paso por Apache, en los últimos tiempos se dedica a la composición musical con varias partituras sinfónicas ya estrenadas. A sus órdenes el productor ha dispuesto una masa orquestal de cuarenta profesores que incluye cuerda, metal, madera y percusión. No obstante, hablamos de una ópera rock en tributo a Alan Parsons Project por lo que se necesitaba recrear los instrumentistas originales de la banda. Ensamblar al batería, los dos teclistas, un bajo, una guitarra y un saxo es uno de los logros de la exhibición sabatina. Completa la faceta musical un coro de doce voces perfectamente integradas con el resto de los músicos que ponen en cada momento el contrapunto adecuado.

Miguel Ángel Karames corre a cargo de la dirección teatral en una muestra de que lo sencillo es lo más complejo. Una puesta en escena que no resta protagonismo a la música -la auténtica alma mater de la velada- pero que resalta aquélla. Se incluyen también números de coreografía que ha ideado y bailado Antonio el Tabanco y miembros de su escuela de danza. Brillantes, efectivos. Como lo es también la actuación de los figurantes o la gran labor que realizan en la dirección técnica de sonido e iluminación Rafael Martos, Guillermo Muñoz y su gran equipo.

Quedan para el final las cuatro voces solistas. El Embaucador, Pedro Lucas Méndez; el Mendigo, Jorge Sánchez; La Musa, Laura Pérez. Los tres en sus respectivas canciones aunaron técnica y sentimiento. Muy dulce la voz de la intérprete femenina acompañada de belleza y elegancia personal.

Por último, el protagonista principal, Ernesto Medina Quesada, que encarna el papel del escritor atormentado. Sobre sus hombros, musicales y escénicos, recae el peso del espectáculo, pues prácticamente está sobre el escenario los noventa minutos. Resuelve con matrícula ambos retos, aunque obviamente sobresalen sus capacidades vocales.

A la salida del teatro, las caras de satisfacción propias de cuando se da por bien empleado el dinero de la entrada y sólo resta el gozo de lo contemplado. Ojalá tengamos ocasión de poder volver a disfrutar de esta ópera rock que, sin incurrir en exageraciones, se comentaba en el vestíbulo del teatro que había situado a Jaén por una noche a la altura de los musicales de Madrid o Barcelona.

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