Granada, la ciudad que está más cerca del cielo
Varias generaciones de científicos de primera fila han situado el Instituto de Astrofísica de Andalucía como referente mundial en el estudio del cosmos en los últimos 50 años
Los almuerzos son entretenidos en el hogar de los Rodríguez Martín, en el barrio alto de La Zubia. Hablan del tiempo, de la actualidad, del Covirán de baloncesto y, de vez en cuando, de los tipos de estrellas que hay en las galaxias fuera del sistema solar. El hogar de los Rodríguez Martín es un hogar de científicos. Inmaculada, la hija, está haciendo la tesis en el Instituto López Neyra. Inmaculada, la madre, es bióloga. Y los dos Julios, páter et filius, físicos. «En la pizarra que tenemos en la cocina –bromea el progenitor– no escribimos fórmulas matemáticas, sino quién tiene que cortar el césped o hacer la compra».
La historia de los Rodríguez Martín es maravillosa. Y la de los Julios, apasionante. Los dos estudiaron en la Universidad de Granada y los dos trabajan en el Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA). Dos generaciones, uno con 62 años y otro con 29, que pueden explicar cómo ha evolucionado el IAA, dependiente del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), desde que se fundó en la Madraza en 1975 hasta nuestros días.
Una institución que empezó con cuatro doctorandos y que hoy día, con más de doscientos cincuenta empleados en plantel, es una institución de referencia mundial en la investigación de la bóveda celeste. Sí, desde Granada. Desde el Zaidín. El IAA, los diferentes centros del CSIC y la Universidad de Granada cimientan uno de los grandes pilares de la candidatura de nuestra ciudad a la Capitalidad Europea de la Cultura en 2031: la cultura asociada al conocimiento.
¿Cuáles son los grandes hitos del IAA en este medio siglo? La respuesta es fácil. La astronomía en España no se entiende sin este ente que, gracias a su altísimo nivel de excelencia, ha obtenido en dos ocasiones el marbete de centro asociado al Instituto Severo Ochoa, lo que le garantiza financiación para seguir emprendiendo y manteniendo proyectos que son 'punta de lanza', y también para invertir en infraestructuras.
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Si nos atenemos a lo más reciente, la última década, el IAA ha participado en la orbitación del cometa 67P/Churyumov Gerasimenko, lidera la participación española en el Squera Kilometer Array –el que será el mayor telescopio del mundo–, ha contribuido a descifrar los enigmas de Marte, está al frente de la herramienta de observación Cármenes –que ha descubierto por ahora sesenta exoplanetas desde Calar Alto–, reveló que Haumea, uno de los cuatro planetas enanos más allá de Neptuno, tenía un anillo, etcétera, etcétera, etcétera. El IAA, que organizará el 22 de octubre una gran fiesta de cumpleaños en el Teatro CajaGranada, ha editado un libro conmemorativo y varias publicaciones por la efemérides.
Volvamos a la cocina de los Rodríguez Martín. Julio senior, que ingresó en el IAA en 1988 y que participó en la implementación de los telescopios chinos de Sierra Nevada, confiesa que el IAA es su «segundo hogar». «Entré como prebecario sin cobrar nada y aquí sigo», explica sonriendo. «He visto crecer esto –agrega– desde que éramos siete a ahora que somos más de doscientos». Con estas mimbres, estaba cantado que Julio junior tenía todas las papeletas para seguir el mismo camino. Ya apuntaba formas cuando, con tan solo tres años, dibujaba cohetes Saturno en el colegio de educación infantil Alcazaba. «Ellos han nacido prácticamente aquí; se han criado correteando por los pasillos», dice Julio respecto a esa relación tan especial de sus retoños con el IAA.
Pero vayamos a continuación con tres testimonios que documentan, desde su experiencia, cómo ha progresado el IAA en las últimas cinco décadas. Ascensión del Olmo (Madrid, 1959) es una de las pioneras del IAA, donde entró en 1983. Hasta ese momento, los campos de estudio se circunscribían a la atmósfera planetaria, la física estelar y la instrumentación. Ella, Josefa Masegosa y Jaime Perea aterrizaron en el IAA, que entonces se hallaba en un piso asociado a la Estación Experimental del Zaidín, para realizar la tesis sobre astronomía extragaláctica con la dirección de Mariano Moles.
Todoterrenos
«Hacíamos de todo –recuerda– desde acudir a licitaciones para la compra de ordenadores a innovar con las primeras imágenes captadas con sensores CCD». Las primeras fotos digitales del universo. «Fue una de las mejores épocas de mi vida», reconoce con añoranza. «Teníamos muy poco dinero y muy pocos recursos, pero estábamos todos superilusionados». «Lo que está claro –asevera Ascensión– es que el IAA de la actualidad es el resultado de todo el esfuerzo de las personas que han pasado por aquí».
La institución conmemorará su medio siglo de ciencia con un gran evento en el Teatro CajaGranada
Olga Muñoz (Granada, 1969) se estrenó en el IAA en 1994. Un periodo crucial en el que, ahí arriba, se produjeron acontecimientos de primer nivel. Como el choque del comenta Shoemaker-Levy 9 contra la superficie de Júpiter. «Fuimos los primeros en detectarlo desde Calar Alto», rememora. El universo siempre le atrajo. «Cuando era joven seguía con admiración cómo despegaban los cohetes desde Cabo Cañaveral». Así que estudio Física Electrónica en la UGR y ahora es la directora del Laboratorio de Polvo Cósmico.
Treinta años en los que el IAA ha experimentado un gran crecimiento y se ha convertido en un gran referente. Primero atrayendo talento. Es fácil: los mejores están en el IAA. «Pero también imbricándose en el día a día de Granada y del Zaidín, desarrollando todo tipo de acciones divulgativas», recalca Olga.
Rubén Fedriani (Cádiz, 1991) es graduado en Matemáticas por la Universidad de Cádiz. Después de diez años formándose en Alemania, Irlanda y Suecia, recaló en el IAA, donde tiene contrato hasta finales de 2026. «Estudié matemáticas porque quería entender las leyes de la naturaleza», comenta. Rubén es un tipo feliz en Granada. Feliz porque, al igual que él, su esposa Laura, periodista, ha encontrado su hueco profesional. Y porque aquí ya han tenido un crío y otro que viene en camino –comunicó la noticia a los compañeros el mismo día que se hizo este reportaje–.
«No sé qué pasará en el futuro, pero sí tengo claro que me gustaría quedarme aquí», relata. «La calidad humana es increíble, pero es que, además, aquí trabaja lo mejor de lo mejor, y buena prueba de ello es el aval del Instituto Severo Ochoa; es una pasada», indica. Rubén, aquel chiquillo que veía desde su ventana el Observatorio Naval de San Fernando y la Vía Láctea desde la playa de Camposanto, se dedica ahora al estudio de las estrellas masivas, las que son ocho veces mayores que el sol y las que permiten entender todos los elementos indispensables para la vida. Lo hace con el apoyo de uno de los telescopios más potentes, el James Webb Space, situado a 1,5 millones de kilómetros de la Tierra.
Julio, Julio Esteban, Ascensión, Olga y Rubén. Cinco de los cientos de nombres que han forjado y siguen forjando el prestigio del IAA. Granada, capital de la cultura y del conocimiento.
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