De Granada a Sosnovy Bor

El fotógrafo de la Rusia secreta

Entrar a Sosnovy Bor, la ciudad secreta de Rusia, no es fácil. Y menos si vas desde Granada. En invierno, Javier viajaba escondido entre los abrigos, en la parte trasera del coche. En verano, se hizo pasar por un experto internacional en hormigones que debía cruzar esa peculiar frontera. Nunca lo hubiera conseguido sin la ayuda de Zhenya, su mujer, a la que conoció en la universidad. Ella estudiaba Filología Hispánica en San Petersburgo y, en 2002, hizo un año de intercambio con la UGR. Allí se conocieron, se enamoraron e iniciaron esta aventura con tintes de agentes secretos. ¿La misión? Hacer fotos. Buenas fotos.

La misión fue un éxito y el proyecto fotográfico terminó guardado en un cajón «durante demasiado tiempo». Hasta que una tarde recibió la visita de su amigo Juan Manuel Castro Prieto, Premio Nacional de Fotografía. «Le gustó el trabajo y me dijo que era una pena que estuviera escondido ahí». Castro le animó a presentarse al II Certamen Nacional para la Nueva Creación Fotográfica Expositivos 2022, en León. Ganó. Y este año es finalista en los premios Nuevo Talento Fnac de Fotografía 2023 y en el Descubrimientos de PhotoEspaña.

En lo alto del salón de Javier Arboledas (Sabiote, 1974), en Huétor Santillán, hay una larga e imponente fotografía que parece un folio en blanco sobre el que corretean una hilera de hormigas. O, quizás, un helado de nata con virutas de chocolate. «Es una de mis favoritas», dice el fotógrafo, señalando a los que juegan a lo lejos con la nieve. La foto pertenece a 'Ciudad secreta', un ambicioso proyecto compuesto por 85 imágenes que nos llevan de extranjis a uno de los lugares más inesperados, desconocidos, utópicos y fallidos de la extinta Unión Soviética.

Arboledas cambió la Criminología –fue alumno aventajado de José Antonio Lorente– por su pasión más honesta: la fotografía. Se mudó a Madrid y entró a trabajar en PhotoEspaña, donde aprendió de maestros como Chema Madoz, Michael Ackerman, Robert Frank, Hiroshi Sugimoto y Martin Par, entre otros; y colaboró también con la Agencia Contacto para la Casa Real, Prisa y la revista Rolling Stones. Poco antes de la pandemia, Zhenya y él decidieron regresar a Granada.

«Ciudad Secreta –dice, en el sótano de su casa, convertido en un precioso estudio de fotografía– nace de un sentimiento personal. Mi pareja vivió allí, en Sosnovy Bor. Quería reflexionar sobre la historia y la utopía a través de la memoria y del territorio; su memoria y su territorio». La primera vez que Arboledas pisó la ciudad secreta «fue como atravesar el espejo de Alicia en el País de las Maravillas». «Yo hacía fotos y ella me contaba historias de esos lugares, de ese territorio tan peculiar». Sosnovy Bor nació a finales de los 50, por el deshielo, en un bosque en el que alguien decidió que sería el lugar idóneo para desarrollar la energía atómica.

«Se construyó pensando en los habitantes que iba a tener, todos recién licenciados de la Unión Soviética». Había guarderías, parques de atracciones, restaurantes... Aquella ciudad parecía sacada de una película americana de los 60, solo que con un reactor nuclear al fondo. «El reactor que falló en Chernóbil ya había fallado allí. Si no lo hubieran escondido, por orgullo, se podría haber evitado la catástrofe», apunta Arboledas.

En 'Ciudad secreta' hay dos tipos de fotografías. Por un lado, espacios capturados en verano para remarcar «la idealización decadente». Y, por otro, retratos de personas, arquetipos, tomados en invierno. Todas las fotografías van acompañadas de un texto escrito en cirílico, en el que Zhenya reconstruye sus recuerdos. «La combinación genera inquietud, una sensación de fantasmagoría».

¿Y qué hay allí ahora? Pues una ciudad de 80.000 habitantes que, en los últimos años, se ha dado un lavado de cara. «Era la decadencia total. La parte agreste, los árboles y las piedras que había antes, se estaban comiendo el espacio que les había sido robado. Ahora han intentado que recupere lo que fue en algún momento, pero sigue siendo un trampantojo. Detrás sigue estando fatal».

¿Dónde se puede ver esta apasionante exposición? «¿En Granada? Por ahora no», lamenta Arboledas. «Sería un sueño», añade. Aunque sí se podrá ver próximamente en la colección temporal del Museo Ruso de Málaga.

Asentados en Granada, Zhenya es una reputada interiorista internacional, experta en restauración de lámparas antiguas. Y Javier, además de ejercer como fotógrafo freelance, está a punto de lanzar un nuevo reto: 'Camera Garaje'. «Será una escuela de fotografía, aquí, en mi estudio, donde vendrán fotógrafos de primer nivel a dar talleres y a contar su experiencia». El estudio es una maravilla, una suerte de búnker con luz natural en el que cualquier amante de la fotografía sabría encontrar un encuadre apropiado.

«¿Por qué la fotografía? Siempre he pensado en imágenes, soy muy cinéfilo». Amante de Tarkovski y Zvyagintsev, lector apasionado de Chejov, Doblatov o Kaspucinsky, lo cierto es que la única vez que Javier lloró en el cine fue por culpa de Bing Bong, el elefante rosa de 'Del Revés'. «Por eso me lo regalaron», señala entre risas al peluche que reina en lo alto de la estantería.

Arboledas ya planea las siguientes aventuras. Hay una de la que no puede decir nada –¿misión secreta?– y otra a la que le lleva dando vueltas un tiempo: «Quiero fotografiar a gente de la calle en los palacios reales». Mientras tanto, los recuerdos de la ciudad secreta se esparcen por el estudio, como ventanas abiertas a un recuerdo imposible. La fotografía se abre paso.

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