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El fotógrafo que abre las puertas del tiempo
Artesanal ·
Ángel Luis Guerrero recupera rincones de la capital de los siglos XIX y XX y los retrata en la actualidad repitiendo encuadre y lugarJosé Antonio Muñoz
Granada
Lunes, 8 de junio 2020, 01:16
En la serie 'El Ministerio del Tiempo', ahora tan de moda después de que Federico García Lorca se convirtiera en elemento clave para que Julián (Rodolfo Sancho) recordara su pasado, para ir de un momento histórico a otro se utilizan puertas. Ángel Luis Guerrero –Ángel L. Guerrero en su firma– es un fotógrafo granadino que lleva varios años creándolas, buscando fotos antiguas de rincones emblemáticos de la ciudad que, al abandonarlos y volver más de 100 años después por obra y arte de la magia que emana de las imágenes, permiten redescubrirlos y asombrarse como harían, por ejemplo, Otto Wunderlich, Jean Laurent o Charles Clifford, sus autores originales, si abrieran una puerta del tiempo y aterrizaran en este 2020 tan especial.
Ángel se ha dedicado casi cuatro décadas al negocio de la automoción. El mismo cuidado que ponía para que los vehículos estuvieran en perfectas condiciones lo traslada en la realización de cada una de estas pequeñas obras de arte (lleva más de 100), que integran este álbum personal de 'puertas del tiempo'. Para ello, hace gala de una gran visión espacial, cuyo origen el propio fotógrafo no sabe precisar: «Supongo que tengo una facilidad concreta para ver los espacios e imaginar cómo, hace más de 100 años, un buen señor llegado de lejos plantaba su cámara para obtener imágenes que han dado la vuelta al mundo y han convertido a Granada en leyenda». Entró en un grupo de aficionados en 2014, y a partir de ahí fue enriqueciendo su interés por este arte. «Al principio, tenía una cámara compacta, pequeña, pero llegó un momento en que, cuando me fui entusiasmando, hacía fotos hasta a las piedras», dice con humor. «Luego fui mejorando el equipo, claro».
Este artista granadino es un apasionado de la simetría y el encuadre, tanto como del orden. Su primera tarea, titánica, fue catalogar la colección de sellos de su suegro. Desde esta dedicación a la filatelia, se disparó su gusto por la investigación, y llegó a escribir una monografía sobre los sellos emitidos sobre la Alhambra y Granada. Y desde ahí llegó a esas imágenes emblemáticas, que mira con los ojos humildes de quien contempla un milagro. «Veo centenares de fotos todos los días, de las más diversas especialidades: macro, fotografía callejera, retratos, interiores, exteriores… Este es un mundo sin límites». Lo primero que tuvo claro Ángel Guerrero era que no iba a ceder a la tentación de la tecnología, por una cuestión de coherencia. «Si los fotógrafos originales tenían solo su cámara y su ojo, yo tenía claro que iba a emplear los mismos elementos. En este sentido, he ido moviendo la cámara y colocándome exactamente donde he comprobado que se hizo la foto original, con el mismo encuadre y la misma distancia. No hay retoque, no hay trampa ni cartón. Las fotos son tal cual. Si alguna tiene algún defecto, se deberá a mi impericia, en todo caso».
Cada instantánea que integra su colección lleva muchas horas de trabajo detrás. Si tiene que elegir una de las más difíciles, hace referencia a una que llama «la de la casa del párroco», que muestra el Palacio de la Madraza de perfil y una casa rectoral de fondo, cuando aún no se había abierto la calle Oficios, una foto original de Jean Laurent. La misma que logró reproducir tras no pocos esfuerzos: «No lograba encontrar el encuadre para una reja de La Madraza. Hacía la foto y cuando llegaba a casa y la superponía a la original para comprobar que quedaba perfecta, había algo que no cuadraba, y era una reja. Hasta que no conseguí que encajara, no di el trabajo por terminado». Esa misma foto, que nos devuelve a 1879, el año en que Laurent hizo el disparo original, acompaña estas líneas en las manos de su autor.
Desafiando al tráfico
Muchas de las calles y rincones que aparecen retratados en las fotos de Ángel Guerrero han pasado de ser apacibles vías por las que no pasaba nadie hasta estar atestados de coches a cualquier hora. Y ello le ha ocasionado no pocas dificultades a la hora de retratarlas. «Ha habido ocasiones en que he tenido que hacer la foto en segundos, para tener la luz que más o menos tenía la imagen y retratar el instante preciso en función de la posición del sol o el reflejo de este en los edificios. Y no voy a llamar a la policía para que me pare el tráfico para hacer la instantánea…», dice con humor.
Este trabajo está siendo, según confiesa, extraordinariamente enriquecedor, por todo lo que tiene de investigación detrás. «Estoy aprendiendo muchísimos detalles sobre la historia de Granada. Cada imagen lleva tras de sí varios elementos: la propia biografía del autor, el momento histórico en que se hizo el disparo, y esconde tras de sí, quizá, una historia de un cambio, de una obra, de una casa que se construye o que se alza una planta más… El cambio de una ciudad que en los últimos 150 años se ha transformado grandemente». Esa investigación también ha traído consigo el descubrimiento de algunos grandes fiascos: fotos 'fabricadas' con mayor o menor gusto, imágenes imposibles que mezclan edificios que no están donde deben, descripciones interesadas que en nada se ajustan a la realidad, fechas erróneas… «Las 'fake news' en el mundo de la fotografía son legión. Las redes sociales han disparado los errores, y lo peor es que muchas personas toman esas fuentes como auténticas y reproducen los fallos que tienen en trabajos de investigación o incluso tesis doctorales, con el perjuicio que ello supone».
Si tiene que elegir una foto que haya tenido especial repercusión, escoge la que tiene como objeto la Alhambra vista desde el Mirador de San Nicolás. La foto original, de Jean Laurent, fue una de las primeras que hizo este artista. «Aquí tuve que buscar la ubicación perfecta, porque los edificios que se derraman hasta la Carrera del Darro han tenido modificaciones. La línea del horizonte en la parte baja, la de las casas, ha variado mucho», dice.
El mismo fotógrafo francés hizo una foto desde la torre de la Silla del Moro, cuando esta existía. Hoy no existe, claro. Reproducir esa instantánea requirió mucha imaginación hasta dar con el punto justo. Y así, con todas. Otra cosa son los objetivos, por supuesto. Y ello ha dado también lugar a anécdotas, como el fondo de la Sierra de Alhama que las cámaras antiguas no captaban y las modernas sí. «He tenido alguna discusión con algún compañero que no entendía cómo las montañas habían aparecido de repente», dice entre risas.
Las fotos de Ángel Guerrero son el testimonio del paso del tiempo en Granada. Su perfección técnica introduce al espectador en un viaje hacia el tiempo en que Granada forjó su indudable atractivo, que hoy permanece.
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