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Un océano de fantasía a los pies de La Alhambra
La compañía Cal y Canto interpretó ayer su espectáculo de cometas 'El jardín del viento', con un público familiar que no dejó ni una butaca libre
El cielo estaba abierto a Cal y Canto. Un viento agradable revoloteaba sobre el patio del Palacio de los Córdova, poco antes de las 21.00 horas, impulsado por los abanicos de las abuelas y las risas nerviosas de los niños. «¡Que empiece ya!», gritaba un zagal mientras otra, de falda roja, bailaba junto a su silla y otro, descamisado, corría descalzo. No había ni una silla libre y fuera, en la calle, quedó gente sin entrar. «Aforo completo», decían los de organización. Y así, en una contenida algarabía de silencios a los pies de La Alhambra, entraron los seis integrantes de la compañía Cal y Canto, con divertidos trajes y sombreros blancos. Arrancaba 'El jardín del viento' y los niños, quietos como estatuas, se quedaron embobados.
El espectáculo convirtió el cielo granadino en un océano de cometas. Un océano de fantasía por donde se pasearon pájaros imposibles, dragones chinos, flores con hélices, medusas, estrellas coloridas y hermosas mantarrayas. «¡Vuelan!», gritó entonces el niño que exigía el comienzo. «¡Vuelan de verdad!», repetía ilusionado. Bajo las cometas, los seis integrantes bailaban las criaturas con una suerte de cañas con las que, sin duda, pescaron más de una sonrisa.
'El jardín del viento', dentro del Festival Internacional de Música y Danza de Granada, ofreció treinta y cinco minutos de magia y danza. Un ejercicio de pura imaginación que, por momentos, recordó a las películas de animación del estudio Ghibli, como 'Nausicaa' o 'Ponyo'.
La guinda de la velada la pusieron un grupo de niños de Aldeas Infantiles que, por un día, formaron parte de la compañía Cal y Canto. Ayer por la mañana participaron en un taller donde construyeron sus propias cometas y, a la tarde, se convirtieron en auténticos danzarines de cometas con el resto de la tropa.
El viento sopló de nuevo y las criaturas voladoras se fueron aplastando contra el suelo, como si fueran sábanas recién tendidas. El público, agradecido, aplaudió el aire fresco. «¿Has visto cómo volaban?», decía el niño inquieto.
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