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Javier Negrín, anoche en el Corral del Carbón. RAMÓN L. PÉREZ

Javier Negrín, otra exquisita muestra del tándem Beethoven-Liszt

El Corral del Carbón acogió, tras cesar la lluvia, un recital del pianista canario que rayó a gran altura

josé antonio lacárcel

Miércoles, 15 de julio 2020, 01:14

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Los espectáculos al aire libre, incluidos los conciertos, tienen siempre el riesgo de que cualquier cambio meteorológico contribuya a estropearlos o, simplemente, a suspenderlos. Ayer estuvimos pendientes del tiempo. Mirábamos al cielo, escuchábamos el fragor de los truenos, oíamos llover y lo que, en otras circunstancias, hubiera supuesto un motivo de alegría, en esta ocasión nos empujaba a temer lo peor. Para consolarnos nos decíamos a nosotros mismos que las tormentas de verano lo mismo que llegan se van. Pero un recital de piano no se puede improvisar... En fin, no quedaba más que esperar a ver qué ocurría. Y ocurrió que se hizo la luz, que tras la tormenta vino la calma, que salió el sol y brilló sobre las hojas mojadas de los árboles, sobre los arbustos que habían recibido la caricia del agua que los dejaba limpios y brillantes. Como en la Sinfonía Pastoral de Beethoven, precisamente. Total, se retrasó una hora el comienzo del concierto y allí estuvimos, en el Corral del Carbón, dispuestos a escuchar a Javier Negrín que nos iba a traer otra exquisita muestra de este tándem Beethoven-Liszt.

Concretamente las sinfonías nº7 y 8 del alemán. De la Séptima se han dicho y escrito tantas cosas. Creo que fue Wagner el que la calificó de «apoteosis de la danza». En cuanto a la Octava es como un remanso de paz, con algo de idílico, un Beethoven un tanto plácido, alejado de esa atormentada manera de entender las cosas. Un Beethoven que parece feliz, relajado, y esa felicidad bien parece reflejarse en la belleza serena de esta sinfonía, una de sus predilectas, por cierto.

La versión que nos ha ofrecido Javier Negrín de ambas ha rayado a una gran altura. No es que sea el comentarista acomodaticio, no. Con Beethoven no se admiten posturas vagas. Es tan grande, es tan inmenso que siempre tenemos que exigir la excelencia en aquellos que nos ofrecen su obra. Y Javier Negrín ha dado, a mi entender, toda una magistral lección de cómo se interpretan a Beethoven... y a Liszt. Conoce admirablemente ambas obras, las interioriza, las recrea y sabe hacerlas llegar al auditorio. En la Séptima ha estado sencillamente magistral, obteniendo todo el inmenso mundo sonoro de Beethoven en cada momento en cada instante. El piano ha brillado a gran altura y ha sido rabiosamente fiel a Beethoven … y a Liszt. ¿A destacar? Todo pero me quedaría con dos soberbios momentos, segundo y tercer movimientos donde ha conjugado la majestuosidad con la más completa exquisitez interpretativa.

Y es auténtica delicia que es la Octava Sinfonía. Como un remanso de paz, como un Beethoven que se nos antoja más humano, más próximo, que se recrea en la sencilla belleza que emana toda la obra. Qué bien supo entenderlo Liszt y de qué excelente manera la ha interpretado Javier Negrín. Una noche, para mí, memorable, llena de belleza, llena de calidad, llena de la mejor música servida por la sensibilidad y la técnica de un muy buen intérprete.

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