El Carlos V en la Quinta Avenida
La Orquesta Ciudad de Granada, dirigida por Bill Eddins, interpreta un programa norteamericano en el concierto a beneficio del World Monuments Fund
Norteamérica se hizo música anoche en el Carlos V, transformado en una Quinta Avenida plagada de luces y en la que sólo se despachó música de la buena. La Orquesta Ciudad de Granada fue la protagonista del 'preestreno' del Festival de Música y Danza, un concierto a beneficio del World Monuments Fund, una organización que realiza actuaciones en defensa del patrimonio, y que destinará la recaudación del espectáculo de anoche a sendas iniciativas en Granada: las fachadas de la iglesia de San Miguel Bajo y el camarín de la Virgen de Nuestra Señora del Rosario Coronada. La labor filantrópica de esta entidad está conectada con la Fundación Danny Kaye y Sylvia Fine Kaye, que ha participado en la restauración de espacios como la fuente del claustro del Monasterio de Santa Isabel la Real. Curiosamente, Danny Kaye –aquel cómico de espídico gesto y enorme capacidad histriónica que fue rostro imprescindible de las comedias en el Hollywood dorado– hizo varias colaboraciones jocosas con orquestas como The New York Philharmonic, en las que, sin saber leer una nota, se daba cierta maña en dirigir a los músicos, aderezando sus actuaciones con sus inevitables payasadas.
Anoche, sin embargo, no hubo espacio para tropezones ni otros gags físicos. La velada preinaugural dejó a los asistentes una tonelada de buena música norteamericana. De esa que se caracteriza por percusiones identificables –muy bien Noelia Arco, Jaume Esteve y la reforzada sección–, y también por un metal potente, evocador, que apareció ya en la interpretación de esa fantástica versión reducida para orquesta de 'Porgy and Bess' de George Gershwin. Mucho antes de que sonara el lánguido 'Summertime', ya había gatos callejeros alhambreños paseándose por la galería del Palacio de Carlos V. Parece que olieran a humo de tabaco –inexistente, claro– y a luces de neón. Casi nos pareció adivinar en alguno de ellos los rasgos del Blacksad del granadino Juanjo Guarnido.
Para algunos de los asistentes, escuchar un banjo en una orquesta como la de Granada debió sonar raro. Pero nada más lejos de la realidad. El swing es contagioso, y los músicos llevaban desde el pasado martes, cuando se iniciaron los ensayos, recibiendo una buena dosis de sonidos Made in USA en vena. Tanto los instantes más ligeros como los más dramáticos fueron para ellos una experiencia que pasaron con nota.
Antes de que se interpretara el 'medley' desordenado por el propio autor de 'Porgy and Bess' –desordenado con respecto a los números musicales de la ópera homónima–, el concierto se inició con una pieza de aperitivo, la obertura de 'Strike up the band', un musical del propio Gershwin que hace sátira a propósito de la grandilocuencia de la música militar. En unos momentos en que el mundo tiembla por la sinrazón de una guerra que llama con fuerza a nuestras puertas, las melodías que vertebran esta obra pequeña en duración pero rica en matices fueron una excelente introducción.
Volviendo a la versión instrumental de los principales temas de 'Porgy and Bess', nos encontramos ante una gran historia de amor que Bill Eddins dirigió con mano firme y gestos muy marcados –lo hizo bailando a ratos, de hecho, pero, volviendo a lo de antes, ¿quién se resiste a un buen swing?– y logrando transmitir a quien le escuchó el mensaje esperanzador que esconde la ópera: incluso en los momentos de mayor adversidad, hay un hueco para la esperanza y la alegría, una vez más, encarnada por los contundentes metales.
Una versión embriagadora
La primera parte del concierto terminó con una versión de 'Rhapsody in blue', de nuevo obra de Gershwin –sin duda, una de sus realizaciones más interpretadas– para banda de jazz. El cambio de plantilla se hizo de forma muy rápida merced a la callada y eficaz labor de los técnicos de la OCG, y en apenas unos minutos, el público pudo disfrutar de una de las obras claves del repertorio norteamericano, con orquestación muy posterior –de 1946– de Ferde Grofé. En este punto, Eddins se sentó al piano para interpretar a la par que dirigía, con lo cual el público pudo descubrir el virtuosismo del de Buffalo. Las variaciones del tema principal de arranque las ejecutó con verdadera maestría. Muy bien la orquesta en las entradas tras los pasajes a piano solo, que exigen rapidez de reflejos, y de nuevo, perfecta la percusión.
La segunda parte del concierto fue de las que invitan a mover los pies. Y a chasquear los dedos, como hicieron al unísono los músicos. Porque ¿quién no ha querido vivir en América tras escuchar la canción de 'West side story' que invita a hacerlo? Leonard Bernstein logró en esta obra reflejar los sueños de paz y tranquilidad de toda una generación de desclasados, seres suburbiales que anhelan cruzar el puente y comerse la Gran Manzana. Quizá pasando antes por el barrio negro, ese rincón que tan bien retrató Duke Ellington con el 'A tone parallel to Harlem' que cerró el concierto de anoche, con la misma brillantez que el resto de la velada. Este viernes, el Carlos V se transformó en la Quinta Avenida, en un aperitivo inusual pero lleno de buenos sonidos y mejores sensaciones.
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