Festival de Música y Danza de Granada
La Bella Otero, bajo las estrellas del GeneralifeEl Ballet Nacional de España prepara en el teatro alhambreño el gran estreno en el Festival del espectáculo sobre la vida de Agustina Otero con la granadina Patricia Guerrero como artista invitada
Año 2005. Un jovencísimo Rubén Olmo ojeaba unas postales en un quiosco de Barcelona. Había donde elegir. La Sagrada Familia, la Pedrera, los atardeceres en el Tibidabo, Montjuic... pero los ojos se le fueron hacia la estampa de una bailarina que se recogía la falda por delante, que vestía un traje lleno de madroñeras, peinada con ondas y raya en medio y con una mirada llena de fuerza y magnetismo. La compró. «Era la Bella Otero y desde ese mismo momento sabía que en algún momento de mi carrera haría una coreografía basada en su vida», explica. Elaboró un boceto y lo guardó en un cajón hasta el 7 de julio de 2021. Fue el gran estreno de 'La Bella Otero' en el Teatro de la Zarzuela de Madrid, siendo ya Rubén director del Ballet Nacional de España y con la granadina Patricia Guerrero como gran artista invitada.
Pues bien, el Ballet Nacional de España, Rubén Olmo y Patricia Guerrero traen hoy y mañana al Teatro del Generalife 'La Bella Otero' (22.30 horas), una de las citas marcadas en rojo en esta edición del Festival de Música y Danza de Granada. La Bella Otero de aquella mujer que ilustraba la tarjeta que adquirió Rubén en Barcelona y la de una artista gallega que alcanzó fama internacional, que fue durante muchos años la estrella del Folies Bergère en París y que actuó en los más importantes escenarios de países como Estados Unidos, Argentina, Cuba o Rusia.
«En este montaje –dice Rubén Olmo– hacemos un viaje por su biografía desde su pueblo natal, Valga, donde fue violada en las fiestas populares, hasta su retirada después de treinta años creándose su propio personaje». «Ella se inventaba muchas cosas en torno a sí misma, hasta el punto de que en su gira mundial fue presentada como sevillana e hija de la Carmen de Bizet». «En el libreto –agrega Rubén Olmo– nos hemos tomado la libertad de jugar con las mentiras y las verdades de la Bella Otero, que tuvo una carrera breve».
El coreógrafo no oculta el orgullo que supone para él y para la compañía oficiar dos veladas en el Festival de Granada y en un escenario como el Teatro del Generalife, donde ya tuvo la oportunidad de actuar con 'Llanto por Ignacio Sánchez Mejías' en los veranos de Lorca y Granada. «Esto es un regalo», asegura. «El Festival tiene una calidad increíble».
Más de dos horas
'La Bella Otero', con una duración de dos horas y cinco minutos –más descanso–, es la primera obra argumental de Rubén Olmo desde que en 2019 cogió las riendas del Ballet Nacional de España. Este ballet operístico es un espectáculo de gran formato por la gran cantidad de intérpretes en escena –cuarenta y siete bailarines y tres guitarristas–, por el despliegue de vestuario, que recrea el mundo de la Belle Époque parisina, y por el desarrollo dramatúrgico de la trama.
«Me meto de lleno en la vida de la Bella Otero, desde que abandonó el pueblo con diez años hasta su retirada», dice Patricia Guerrero
Patricia Guerrero también muestra su gratitud por tener la oportunidad de bailar nuevamente en Granada. «Enfrente de mi casa en el Albaicín», bromea. No es su primera vez en el Festival. Ya estuvo el año pasado con Deliranza, una producción propia con Juan Dolores como director escénico. Y repite ahora con 'La Bella Otero'.
«Me meto de lleno en su existencia, desde que se marchó a los diez años hasta los cuarenta, cuando se retiró», comenta Guerrero. «Meterme en la piel de la Bella Otero fue apasionante para mí, me leí todos los libros que hablaban sobre ella y sobre sus contradicciones». «Dispuse de fotografías, pero de ninguna imagen de vídeo, por lo que tuve que aportar el carácter a su baile a partir de toda la información que fui recabando de diferentes fuentes», comenta la bailaora albaicinera, PremioNacional de Danza en 2021.
Ponerse los zapatos de la Bella Otero, cuyo nombre real fue Agustina Otero Iglesias, no fue sencillo. «Por la responsabilidad de hacerlo rodeada de los profesionales del Ballet Nacional de España, donde están los mejores, y por algunos aspectos de la personalidad de la propia Bella Otero, como su frialdad para relacionarse con los hombres», dice Guerrero. «Superado esto –añade– empaticé totalmente con una mujer actual, dueña de su destino y completamente autónoma».
Sobre las tablas, Patricia Guerrero va mucho más allá de la bailaora. Toca todos los palos. Desde el folclore gallego –las muñeiras– a los cafés cantantes de finales del siglo XIX, el claquet y los números exóticos en el Folies Bergère o en el Casino de Montecarlo.
Después de tres décadas de trayectoria, en la que fue amante de ilustres personalidades como Leopoldo II de Bélgica –llegó a prostituirse para ascender artísticamente–, la Bella Otero se retiró en 1910 y se estableció en Niza (Francia), donde vivió hasta su muerte en 1965 sola y arruinada por su adicción al juego. Subsistía, qué paradoja, gracias a una pensión que le pasaba el Casino de Montecarlo.
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