Patrimonio de Granada
El estanque del gran visir de la Alhambra Ibn al-JatibLa Universidad de Granada acaba la primera fase de recuperación del Albercón de Cartuja, con la intención de hacerlo visitable coincidiendo con su quinientos aniversario
Las obras de la primera fase de recuperación del Albercón de Cartuja han durado casi tres años. Mucho más de lo previsto. No, no piensen mal. Los trabajos, que básicamente han consistido en echar abajo un depósito de Emasagra para que aflore el estanque como lo concibieron los jesuitas a mediados del siglo XIX, han evolucionado de una forma modélica. Y el proceso ha sido modélico porque cada vez que se avanzaba un metro había que parar porque aparecía un resto arqueológico que aportaba datos de la ocupación del monte desde los tiempos de los romanos.
De hecho, según apuntó en su día el profesor José Tito, la lectura de todo lo que se ha encontrado allí arriba –y lo que queda por encontrar– evidencia que esa gran alberca era originariamente la del palacio del visir de la Alhambra Ibn al-Jatib. Atención a lo que esconde el subsuelo de ese sector del Campus de Cartuja porque puede ser, sencillamente, sorprendente.
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La hacedora de todo es la Universidad de Granada por tres motivos. El primero porque se trata de terrenos de su propiedad. El segundo por investigar todo lo que en algún momento hubo allí. Y el tercero por hacer visitable esta parte del Campus de Cartuja que muchos conocen por el templete y por las impresionantes puestas de sol que se pueden disfrutar desde ahí.
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Ahora está todo vallado y protegido porque las máquinas han permanecido hasta hace poco y porque hay que garantizar las condiciones de seguridad. Pero la intención de la UGR es que el Albercón del Moro, como siempre se ha conocido esta infraestructura hídrica en Granada, sea visitable. ¿Cuándo? La UGR tiene la vista puesta en 2026, un año muy importante porque será el quinientos aniversario de la firma de la real cédula de su constitución por parte del emperador Carlos V.
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Pero volvamos al aquí y al ahora. La arquitecta Amanda Vicente Murcia explica que, desde el primer momento, el planteamiento tenía en cuenta la posibilidad de modificados por todo lo que podía aparecer. El principal ha sido la incorporación de las paratas medievales y unos contrafuertes. En las diferentes catas que se han realizado han 'salido' cosas muy interesantes. Entre ellas, la canalización por la que entraba originalmente el caudal de la Acequia de Aynadamar, que es la que llenaba y llena el Albercón. La actual es consecuencia de un desvío en los tiempos en que aquel pago era de la Compañía de Jesús y se acometió por uno de los laterales. Todo esto se ha rehabilitado y el Albercón del Moro se abastece nuevamente por este punto.
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Amanda Vicente Murcia comenta que, de forma previa, se llevó a cabo una pormenorizada labor de documentación, tirando de fuentes escritas y del testimonio de expertos como José Titos, para saber cómo era el Albercón de Cartuja con los jesuitas. Esa era la referencia. Y así se ha reconstruido, lo que implicó la demolición, nada sencilla, de ese almacenamiento con treinta y seis pilares que erigió Emasagra.
El proyecto arquitectónico se adaptó por la aparición de relevantes restos arqueológicos
Este ha sido el comienzo de una gran actuación que terminará, a la vuelta de un tiempo, con la integración del Albercón como un 'elemento' más del Campus de Cartuja, donde se hallan básicamente las especialidades de humanidades de la UGR y donde hay además joyas arquitectónicas como el Colegio Máximo y yacimientos de enorme relevancia como los Alfares Romanos. Todo junto al Monasterio de la Cartuja, una de las grandes joyas patrimoniales de Granada.

Lo siguiente será acotar todo el recinto para que la gente pueda subir al Albercón y conocer su pasado y su presente –está prevista la instalación de unos hitos informativos–. A continuación llegará el momento de arreglar el templete, que mantiene la morfología de la época jesuítica –en la base se conservan los vestigios de una de las cuatro torres que tuvo la almunia de Ibn al-Jatib–. Todo dependerá de la disponibilidad financiera de la UGR.
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De forma paralela, se llevarán a cabo nuevas excavacaciones que seguirán desvelando más detalles de todo lo que hubo allí. Y lo que hubo allí fue una cantera de la que se extraía arcilla y que alimentaba las fábricas de cerámica que había a unos cientos de metros en el siglo II. Después estuvieron los árabes. El vecino más insigne fue Ibn al-Jatib. A continuación llegaron los cartujos, en el siglo XVI, que rellenaron de tierra el albercón para plantar olivos. La finca se dividió entonces en al menos cuatro propiedades. Y así continuó hasta el siglo XIX cuando, tras la Desamortización de Mendizábal, todo pasó a la titularidad de la Compañía de Jesús, que tomó la decisión de desenterrar el Albercón del Moro. A mediados del XX, con la proyección del Campus, el Albercón pasó a la tutela de la UGR, que lo cedió a Emasagra en 1985. En 2014 se realizaron los primeros sondeos y diez años después el Albercón de Cartuja vuelve a ser el Albercón de Cartuja.
Una apasionante historia de diez siglos que aún se sigue escribiendo.
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