En las entrañas del órgano de los 3.500 tubos de Granada
El taller de Joaquín Lois ha iniciado ya la fase de armonización del Órgano de la Epístola, de la Catedral tras acabar la restauración del mueble y de todos los elementos sonoros
Joaquín se sabe de memoria los seiscientos kilómetros de carretera que separan Tordesillas de Granada. En los últimos tres años ha venido más de veinte veces. «Algunas en tren», dice esbozando una sonrisilla. No viaja por turismo. Joaquín Lois, uno de los principales organeros de España, está siendo el encargado de 'resucitar' el colosal Órgano de la Epístola de la Catedral de Granada –colosal porque tiene una altura equivalente a un bloque de cinco pisos–. «Empezamos en 2022 y la expectativa es acabar en 2025», comenta Joaquín con cautela mientras sostiene en sus manos uno de los 3.500 tubos que conforman un instrumento que, a la vuelta de unos meses, volverá a sonar a música celestial. El grado de ejecución a mediados de abril se sitúa ya en el ochenta por ciento.
Queda faena por delante. Tras desmontar las entrañas, ya está todo en su sitio. No hay posibilidad de error. Todo está perfectamente localizado en planos de coordenadas horizontales, verticales y transversales y en un escáner de nube de puntos. «Ahora estamos instalando la lengüetería de la fachada y armonizando a la par», explica. Una labor que requiere silencio en el templo. «Trabajamos de seis de la tarde a doce de la noche, y dentro de unos días lo haremos de madrugada», afirma. Hay que probar, uno por uno, los 3.500 tubos que emiten notas musicales y los 4.000 canales que conducen el aire hasta ellos. «No solo tenemos que asegurarnos de que no haya pérdidas, sino de que no estén obturados».
Todos fueron transportados hasta las instalaciones de Joaquín Lois en Tordesillas (Valladolid) para ser analizados, reparados y alargados. Sí, alargados para bajar ese medio tono que tenía en su origen y que se subió en alguna de las cinco reformas que se han llevado a cabo en el Órgano de la Epístola desde que Leonardo Fernández Dávila lo construyó allá por 1745.
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Joaquín, que ha fabricado o arreglado más de cien órganos, desde que empezó en el oficio en 1972, está abordando el Órgano de la Epístola como un reto. «Es el más grande que hecho», afirma Lois, quien prefiere no pensar en las miles y miles de horas que le ha dedicado, «y las que quedan por venir». Lejos quedan ya aquellos primeros encargos en la extinta Organería Española S. A. y aquel primer trabajo en la iglesia de San Luis de los Franceses, en Madrid. «Era cien veces más pequeño», apostilla.
Y es que una de las grandes singularidades del Órgano de la Epístola de la Catedral es precisamente esa, que es enorme. Mide 17 metros de alto, 9 metros de ancho y 2,5 de fondo. Penetrar en su interior es, sencillamente, alucinante. Un gran cajón segmentado en cuatro pisos en los que Joaquín y su gente se mueven entre travesaños, pasarelas, poleas, peldaños y líneas de vida. En el primero se aloja la mecánica que surte de aire todo el sistema. En el segundo está el denominado 'órgano mayor'. Y la tercera y la cuarta tienen una función únicamente arquitectónica. En total, un gran cajón con un volumen de 350 metros cúbicos donde se ubican la mayor parte de los elementos que emiten sonido.
«El mueble exterior, que en el caso de Granada está profusamente decorado con dorados, volutas y todo tipo de motivos, no tiene una función meramente ornamental, como muchos piensan, sino que está diseñado para lograr la mejor resonancia», comenta Joaquín Lois. Esta es otra de las grandes características, que el armazón del Órgano de la Epístola, con profusión de formas deliciosamente labradas, fue realizado por la misma persona que acometió la parte instrumental, Leonardo Fernández Dávila. «Lo normal es que ambas partes se disociaran y que se adjudicaran a personas distintas; aquí no sucedió».
Desde 2022
Todo empezó en 2022, cuando el Taller de Organería de Joaquín Lois fue designado por la Catedral para acometer una restauración integral del Órgano de la Epístola. «Tan solo con escucharlo ya se observaban deficiencias relacionadas con el abastecimiento de aire», comenta Joaquín Lois. «Después –añade– cuando quitamos las piezas, las analizamos en profundidad una por una para detectar los fallos y adoptar las medidas correctoras oportunas». Entre ellas, revertir modificaciones hechas con muy buena fe en estos tres siglos, pero que restaban calidad. Ahora suena como en el siglo XVIII.
Para ello ha sido preciso un equipo multidisciplinar. En primer lugar, carpinteros, que se han encargado de la madera, apoyados por especialistas en policromía y dorados que ha devuelto al Órgano de la Epístola todo su esplendor. A todos ellos hay que sumar fotógrafos, diseñadores gráficos y expertos en secretos, fuelles y pieles, y los encargados de la reparación de toda tubería, realizada por una aleación de estaño y plomo. Ahora es el momento de los armonizadores y afinadores, que laboran cuando la Catedral está cerrada a la visita pública porque todas las pruebas suponen una emisión sonora constante.
Fue Menuhin, el gran violinista, quien dijo aquello de que la buena música alargaba la vida. Y la que 'sale' del imponente Órgano de la Epístola la multiplica por tres.
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