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Falla y Torres (de pie, décimo y duodécimo desde la izquierda), junto a los profesores de la Orquesta Bética de Cámara ERESBIL. ARCHIVO VASCO DE LA MÚSICA. FONDO NORBERTO ALMANDOZ

Eduardo Torres, el cura músico de Valencia amigo de Falla

Juntos pusieron en pie la Orquesta Bética. Su amistad ha sido estudiada por el profesor de la Banda de Música de Granada, José Miguel Barberá

Viernes, 8 de agosto 2025, 22:55

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Una de las grandes virtudes del músico más granadino de los gaditanos, Manuel de Falla, fue cultivar la amistad. Una amistad, unas amistades, que, en muchas ocasiones a costa de quitarle tiempo a su trabajo de composición, dieron como fruto la creación de una ingente colección de correspondencia, que la Fundación Archivo Manuel de Falla atesora y que está dando lugar a múltiples e interesantes investigaciones. Una de ellas, la realizada por el profesor de la Banda Municipal de Música, José Miguel Barberá, publicada en el libro 'Eduardo Torres y Manuel de Falla' (Ediciones Algorfa), y donde se cuenta la relación que mantuvieron el cura y músico de origen valenciano –nacido en Albaida, como el propio autor– y el compositor de 'El retablo de Maese Pedro', a cuyo estreno en Sevilla contribuyó de forma decisiva el primero.

«Cuando presenté el libro, mucha gente me pregunta quién era Eduardo Torres, porque Falla es de sobra conocido», dice con humor. Este, sin duda, es un gran desconocido, a pesar de su contribución callada al desarrollo de la música a principios del siglo XX. Fue maestro de capilla de la Catedral de Sevilla, nació en 1872 y murió en Sevilla en 1934. «El himno a la Virgen y una Misa dedicada a ella son obra de Torres, así que seguramente fue una de las primeras melodías clásicas que escuché en mi vida», señala Barberá.

Pero más allá de localismos, lo importante de la figura de Torres es que trasciende el marco donde pasó los primeros años de su existencia. Fue en 1987 cuando, con ocasión de un seminario que dirigió Federico Sopeña, experto en la obra de Falla y sacerdote como el valenciano, José Miguel Barberá le preguntó a propósito de la relación entre ambos. «Hasta entonces, mis estudios sobre mi ilustre paisano se habían limitado a algunas reseñas históricas en periódicos locales. Pero fruto de aquel encuentro, hice un primer trabajo que acabó publicando la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Me dio mucha vergüenza porque aparecía entre uno escrito por el duque de Alba y otro de Luis García Berlanga, pero bueno, cosas peores se han visto...», afirma Barberá sonriendo.

José Miguel Barberá, investigador y profesor de la Banda de Música, con su libro. J. A. M.

Cuando, terminados sus estudios, el autor del libro llegó a Granada, se encontró con que Juan-Alfonso García, el compositor recientemente homenajeado en el Festival de Música y Danza, era un gran admirador del valenciano, y tocaba a menudo obras suyas. Ello no hizo sino acrecer el deseo de Barberá por dar a conocer la relación con Falla, iniciada en la Semana Santa de 1922 en Sevilla. Falla y Lorca, a la búsqueda de la esencia del cante jondo entre la saeta y las tabernas, se desplazaron hasta la capital hispalense. En las conversaciones entre el valenciano y el gaditano, se fraguó la posibilidad de hacer un preestreno en Sevilla de 'El retablo de Maese Pedro', obra comisionada por la Marquesa de Polignac, antes de su 'première' oficial en París. Esta iniciativa fue el origen de la Orquesta Bética de Cámara, que puso en pie Torres con las indicaciones de Falla.

Coincidencias

«Musicalmente, coincidían en muchos aspectos. Ambos amaban la música antigua y el folclore, pero también estaban interesados en la 'música nueva'. Torres conocía la obra de autores como Millaud, Schoenberg, Weber y Korngold. Si hubiera sido por Torres, la Orquesta Bética habría hecho girar su repertorio en torno a la música dodecafónica, pero los músicos dijeron que más allá de Ravel y Stravinsky no llegaban», comenta Barberá sonriendo. «Ambos coincidían también en el hecho de que para poder opinar hay que conocer».

Igualmente, tenían en común la fe religiosa. Torres era sacerdote y Falla, mucho más religioso que muchos sacerdotes. La amistad entre ambos fue esencialmente epistolar, porque, a pesar de las reiteradas peticiones del autor de 'El amor brujo' para que visitara Granada, el valenciano siempre andaba ocupado con las obligaciones derivadas de su cargo catedralicio y compromisos varios. Por otra parte, su arzobispo, Eustaquio Ilundain, siempre le negó el permiso para tener un papel activo en la dirección de la Orquesta Bética e incluso para participar en la composición de zarzuelas, que llegó a firmar con el seudónimo de Matheu –segundo apellido de Falla–, así que el único encuentro en Granada entre ambos tuvo lugar en 1924. La música de Torres sigue viva: cuando sonó el 'Salve madre' en el espectáculo de Patricia Guerrero y Fahmi Alqhai titulado 'Origen. La semilla de los tiempos', escuchamos una de sus creaciones.

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Eduardo Torres, el cura músico de Valencia amigo de Falla