Patrimonio de Granada
Descubren una almazara romana en un bajo del RealejoEl hallazgo, a cargo del equipo de arqueólogos de Loreto Gallegos, se asocia a una gran villa del siglo II d. C. en los mismos terrenos que luego ocuparía el cementerio islámico de Al Fajjarin
Una arqueóloga con cuarenta años de pico y pala, como Loreto Gallegos, huele perfectamente si puede o no puede sonar la campana cuando empieza una excavación.Y en una Zona de Protección Arqueológica como el Realejo, Gallegos tenía claro que no tendría que profundizar mucho en el bajo del número 21 de calle Molinos para encontrar una ventana al pasado y que el apasionante pasado de Granada empezara a brotar como brota el agua de un manantial. En efecto, a tan solo treinta centímetros ya salieron las primeras tumbas andalusíes. Algo perfectamente predecible porque entre los siglos XI y XV ahí estuvo el enorme cementerio de Al Fajjarin, uno de los tres que hubo en el Realejo y que se extendía desde lo que hoy día es la plaza Fortuny hasta donde empieza el Paseo de las Palmeras.
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Fue a mediados de agosto, aunque la sorpresa llegaría pocos días después. «Bajamos un poco más para sondear el punto desde el que arrancará el ascensor del futuro edificio, que se destinará a viviendas turísticas y un local comercial, cuando dimos con tierra de relleno que evidenciaba que había algo distinto», explica Gallegos. Y vaya que si lo había. La pileta de una almazara del siglo II después de Cristo. Sí, la primera estructura romana que aparece en el Realejo.
Un hallazgo de primer nivel que, según Gallegos, estaría asociado a una 'villae', un cortijo, donde habría la vivienda del domus, las estancias de los campesinos y probablemente un taller de artesanía. Además de la citada pila de la fábrica de aceite –el molino al completo puede ocupar una superficie de unos ocho metros cuadrado–, se puede observar a simple vista el decantador, los cordones hidráulicos y unos ímbrices. De esta misma época, el equipo dirigido por Gallegos, formado por Amjad Suliman, Pablo Luis Fernández y Francisco de Paula Ruiz, también ha localizado una lucerna, que ha permitido determinar la datación, y muchas tégulas.
Y ahora la pregunta del millón es ¿qué sucederá con todo esto? Todo indica que la historia tendrá un final feliz. La Delegación de Cultura obliga a la consolidación y preservación del hallazgo, pero la propiedad del inmueble ha tomado la decisión, según ha adelantado Gallegos, de ponerlos en valor integrándolos en el propio proyecto. Lo harán mediante la instalación de un cristal que permitirá observar todo lo que hay abajo. Una solución que, además, dotará de singularidad al alojamiento. Por las características arquitectónicas, cajones de tapial con base de ladrillo, estamos ante una construcción del siglo XVII que quedará perfectamente rehabilitada. La finca, a juicio de Gallegos, tuvo fines residenciales y se descarta que perteneciera a algún noble porque no hay escudo de armas ni tampoco se han encontrado elementos de mayor valor.
Pero volvamos al descubrimiento. Otra de las peculiaridades es que dentro de ese pilón había el cuerpo de un varón de entre 18 y 30 años recostado sobre el lado derecho y mirando hacia la Meca –se aprecia también un fuerte traumatismo en el cráneo que, posiblemente, fuera anterior a su muerte–. Es decir, los familiares de este muchacho, ziríes, aprovecharon la oquedad para colocarlo ahí. «Si tenemos en cuenta la gran densidad de enterramientos en la zona, todos de características similares, el hecho de que este individuo fuera situado en este punto nos indica que pudiera ser alguien notable», dice Gallegos. Ni en esta fosa ni en ninguna del entorno ha aflorado ajuar funerario ni ningún resto que permita saber algo más sobre la identidad de estas personas.
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Todos los esqueletos, en un estado de conservación bastante aceptable –pese a llevar inhumados prácticamente un milenio–, han sido depositados en el Departamento de Antropología Física y Forense, que dirige el profesor de la Universidad de Granada Miguel Botella, para ser analizados por el alumnado. Tras la realización de diferentes pruebas, se pueden conocer aspectos tan interesantes como si el finado era hombre o mujer, cómo era su alimentación e incluso si padecía algún tipo de enfermedad.
La morfología del resto de fosales que han surgido en el 21 de la calle Molinos es bastante parecida. Todas tienen unas dimensiones de 1,7 por 0,60 metros y en todas se sigue el rito islámico con sus 'inquilinos' orientados hacia la Meca.No hay ninguna sepultura compartida.
En el primero de los dos estratos sondeados también han emergido fragmentos de cerámica medieval con inscripciones y decoraciones varias, atifles –utensilios que usaban los alfareros para evitar que las piezas se pegaran–, rulos y trozos de todo tipo de vasijas y cuencos.
El Realejo es uno de los barrios más singulares, auténticos e investigados desde el punto de vista histórico de Granada.Pero en el subsuelo aún quedan muchos secretos por desvelar. Cuestión de tiempo.
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