Salva Reina: «Volver a Granada nominado al Goya tiene un punto poético»

En la marquesina de Acera del Casino no cabe un alma. La cola llega hasta la Fuente de las Batallas y, curiosamente, todos esperan al mismo autobús: 'El 47'. «¿Tú eres el actor, verdad? Sí, el simpático, que haces mucha risa… pero que no me sale tu nombre, ay, qué apuro». María José ha parado a Salva Reina (Málaga, 1978) en la puerta del teatro Isabel la Católica, a rebosar para ver la película en un pase organizado por la Academia del Cine. El actor está feliz. «Venir a Granada siempre es bueno», dice con una amplia sonrisa. Reina vivió aquí cuatro años, mientras estudiaba Inef en la UGR. En aquellos días nadie le paraba por la calle y era más fácil verlo animando alguna comunión o bailando en Planta Baja. Ahora, nominado a Mejor Actor de Reparto, todo es un poco diferente. «¿Y sabes lo mejor? Que la semana que viene vuelvo».

–¿Iba en autobús a la facultad?

–Venía de Málaga en autobús. De hecho, con el autobús me di cuenta de que era miope. Los niños decían 'mira, ahí viene el 3'. ¿Qué tres? (ríe) El primer año en Granada iba a la facultad en bicicleta porque vivía en el centro, en una placita que había en la zona enfrente de Ciencias.

–¿La plaza de los pijos? Por allí había mucho botellón.

–En mi época era más en la vieja estación de autobuses (ríe). Pero bueno, luego me mudé a la cuesta de Cervezas Alhambra.

–¿Qué recuerdos tiene?

–Fue una época muy bonita. Una época de estudiante, de liberación, de salir de casa, de conocerte a ti mismo, de descubrir muchas cosas. También guardó muchas amistades de Inef, gente muy sana que siempre estaba organizando excursiones. Lo recuerdo con muchísima felicidad.

–¿Sigue viniendo por aquí?

–No tanto como me gustaría. Siempre dije que si no viviera en Málaga, viviría en Granada. Ahora vivo más en Madrid... (ríe) Pero sí, cualquier excusa es buena para volver. Me encanta Granada.

–¿Tiene algún lugar favorito?

–Recuerdo con muchísima alegría el Paseo del Violón, el Paseo de los Tristes, calle Elvira, mi barrio de Cartuja, en la zona de las casas matas... son muchos sitios y ninguno a la vez.

–Y vuelve nominado al Goya. ¿Qué se siente?

–Es el sitio donde empezó todo. Qué bonito cuando me di cuenta de que mis primeros trabajos como actor nacieron en esta ciudad y, uf, volver con mi primera nominación al Goya tiene un punto poético.

–¿Cómo se enteró de la nominación al Goya?

–No quería verlo, pero mi chica sí... Cuando dijeron mi nombre, no me lo creía. Me emocioné tanto que estuve dos horas llorando. Las muestras de cariño fueron tremendas. El del taxi que me llevó a la Academia pensaba que había sido padre (ríe).

–¿Cómo surgió lo de ser actor?

–Aunque no lo parezca, tengo cierto punto de timidez y de cobardía. Con la edad vas cogiendo personalidad, pero de joven no me atreví a hacer arte dramático. Por eso terminé en Inef. Pero dentro de la facultad, todas las optativas eran relacionadas con la animación.

–¿Era animador de comuniones?

–He inflado más globos en comuniones de Granada que yo qué sé (ríe).

–Felipín, su personaje de 'El 47', se ha convertido en el símbolo de la Andalucía que emigró.

–Para mí sí ha sido una manera de homenajear a todos los andaluces que se fueron, obligados, a buscar un futuro mejor. Yo no tenía tanta conciencia de lo que supuso y, la verdad, uno entiende muchas cosas que pasan hoy... Y te da pena que se estén repitiendo aquellas actitudes negativas con otros movimientos migratorios. Sí, es un personaje muy bonito.

–¿Por qué secuestraría un bus?

–Por cualquier movimiento que luche contra la injusticia, contra el abuso de poder gratuito y contra la falta de dignidad de las personas. Ninguna persona por concepto puede ser ilegal. O el tema de la vivienda. El otro día, Marcelo (el director) dijo que el artículo de la Constitución que habla de la vivienda es el 47. Fíjate. Otro de los puntos que creo que esta sociedad tiene que afrontar.

–¿Eduard Fernández no falla?

–Es un tipo que tiene un compromiso increíble con las historias que cuenta. En el rodaje de 'El 47' hubo una sensación muy bonita de equipo, de saber que estábamos haciendo algo importante. Pero Eduard se echa la película a la espalda. La escena de él en la cocina, intentando no llorar, deberían ponerla en todas las escuelas de interpretación. Es brutal.

–¿Otras favoritas para los Goya?

–Hay muy buenas películas. '¿Es el enemigo?', 'La infiltrada'... O la propia 'Segundo premio', que me gustó muchísimo, una propuesta visual arriesgada y un trabajo actoral increíble. Y cuenta una historia que además me toca de cerca, todos esos lugares...

–¿El Planta Baja?

–Yo soy muy del Planta Baja. De hecho, espero que esta noche acabe allí (ríe). Todavía conservo la camiseta.

–¿Cuándo rueda en Granada?

–¡Ojalá! Me encantaría venir a rodar a Granada, sería un sueño vivir aquí una temporadita. ¿Dónde hay que firmar? O mejor: ¿Cuánto hay que poner? (ríe) Porque tengo una productora, La Cochera, que vamos a estrenar nuestro tercer largometraje. ¿Lo movemos?

–Se acerca la gala. ¿Nervioso?

–Como la emoción que tuve con la nominación fue tan grande, creo que ya lo eché todo. No creo que gane, sinceramente... pero si gano no sé si llegaría con ropa al escenario, si voy a vomitar, si reiré, si lloraré... las emociones son muy fuertes ahora mismo, pero por el momento estoy tranquilo aquí, en Granada.