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Manuel Montero, en su última visita a Granada, en 2018. ALFREDO AGUILAR
Manuel Montero

«La carta viral de la UGR ha tenido gran repercusión en la universidad vasca»

Catedrático de Historia y ex rector de la Universidad del País Vasco ·

El columnista presenta este miércoles a las 19.00 horas, en la Madraza, 'Identidades ideales: Arte y desastre de la política', un libro que recoge 120 artículos publicados en IDEAL

Domingo, 15 de enero 2023, 23:30

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Manuel Montero García (Bilbao, 1955) tiene una sonrisa larga y muy ejercitada. El mentón, que parece dibujado por Uderzo, el de Astérix y Obélix, ha recibido tantos golpes –metafóricos– que parece de piedra. Montero es una de esas personas que habla con la voz y con las manos, algo habitual entre los que han pasado una vida entre pizarras y tarimas. Catedrático de Historia Contemporánea y ex rector de la Universidad del País Vasco, su visión de la actualidad es tan certera como mordaz, siempre afinando al milímetro la lectura política y social de lo que pasa a nuestro alrededor. Tras vivir una década en Granada, del 2007 al 2017, creó un vínculo con la tierra que todavía pervive en amigos, compañeros de la UGR y, claro, en IDEAL, donde escribe semanalmente sus artículos de opinión.

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Montero ha publicado, entre otros, los libros 'Historia general del País Vasco', 'Voces vascas. Diccionario de uso', 'En el nombre de Bilbao' y 'El sueño de la libertad. Mosaico vasco de los años del terror' (Premio Jovellanos de Ensayo). Su último título es 'Identidades ideales: Arte y desastre de la política' (Editorial TintaMala), que presenta el próximo miércoles 18, a las 19.00 horas, en la Madraza. El libro contiene una recopilación de 120 artículos publicados en IDEAL. En la velada ofrecerá una interesante charla titulada 'El discurso político y los sucesos', acompañado por Eduardo Peralta, director de IDEAL, y Miguel Ángel del Arco, director del Departamento de Historia Contemporánea de la UGR.

Vuelve usted a Granada, después de mucho tiempo.

–Sí, tengo ganas. Desde la pandemia no ha habido forma de bajar. ¿Qué tal está Granada?

Ahora mismo muy soleada, poco frío. ¿Mantiene el vínculo?

–El vínculo sigue existiendo a través de muchísima gente, buenos amigos. Y sigo atentamente lo que pasa en la ciudad.

Recordemos que usted vino en un momento convulso.

–Sí, casi prefiero no recordarlo, pero sí, vivía escoltado en el País Vasco, por el terrorismo, así que decidí irme. Elegí Granada y fue una buena elección.

¿Qué dejó aquí?

–No lo sé... ¡Sé lo que me llevé! (ríe). Sigo escribiendo en IDEAL todas las semanas, una labor que arranca de esa época. Ya he perdido la cuenta del número de artículos publicados, son muchísimos, rondarán los seiscientos.

De ahí viene el libro.

–Exacto. 'Identidades ideales: Arte y desastre de la política' es una selección de artículos publicados, algunos no en IDEAL, pero la mayoría sí. Son unos 120 textos.

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¿Cómo ha hecho la selección?

–He procurado incluir los que no estén pegados al momento concreto. Es cierto que, si escribes todas las semanas, esos artículos se entienden en función de los acontecimientos, de la actualidad. Pero no dejan de ser reflexiones generales de determinados comportamientos, sobre todo sobre el discurso político.

¿De qué hablará el miércoles en la Madraza?

–La charla la titulo 'El discurso político y los sucesos'. ¿Te has fijado que, de pronto, aparece un término nuevo y el discurso político y general lo convierte en algo absolutamente incomprensible? Palabras como 'transversal', 'empoderamiento'... Están ausentes de significado. Esta semana todo es 'golpismo'. Y no, el golpismo es otra cosa, algo muy serio. No es que no tenga importancia, pero hay una tendencia en política a incorporar cualquier cosa que esté de moda.

«Que uno discrepe no le convierte en fascista, simplemente tiene una opinión distinta»

Como si estuvieran obligados a usar esas palabras.

–Es que le quitan importancia a las cosas. Genocidio es una cosa y franquismo es otra. ¡No todo es fascismo! El fascismo fue una cosa gravísima, durísima y brutal, pero no todo es fascismo. Que uno discrepe no le convierte en fascista, simplemente tiene una opinión distinta, como es normal en democracia. Y esto es una tendencia peligrosa porque convierte al otro en enemigo, es algo grave porque se produce una enorme polarización social: se condena al otro con el uso de una palabra. El lenguaje conviene cuidarlo, estamos cayendo con rapidez extrema en el cinismo, usando términos y expresiones de forma errónea, creando un ambiente intoxicador. Pones el telediario y parece que es el final de los tiempos, en un país en que los motivos reales de enfrentamiento son muy pocos. Esa es la paradoja.

En uno de sus últimos artículos de IDEAL decía que «todo va como siempre, fatal».

–Estamos fatal, como siempre (ríe). Pero dentro de 10 años diremos que fue una etapa extraordinaria. Otra palabra de la que abusamos: el efecto. ¿Te has fijado? El efecto Feijó, el efecto Casado, el efecto Puigdemont, el efecto tal o cual... demasiados efectos, como si la ciudadanía fuera tonta y cualquier cantamañanas pudiera cambiar el sentido del voto tan fácilmente. En los últimos años he localizado 30 efectos distintos.

«Lo de la agencia de la inteligencia artificial es una tomadura de pelo inadmisible»

¿Qué se ve de Granada, desde allí arriba?

–Pues mira, lo de la agencia de la inteligencia artificial ha sido indignante. Como ciudad se hizo un gran trabajo y el tratamiento ha sido vergonzoso. Es una tomadura de pelo inadmisible, el asunto debe seguir moviéndose. No por intereses inmediatos o electorales, es importante seguir con ello porque es un tema grave de procedimiento político y administrativo.

R. I.

¿Y de las elecciones?

–Supongo que es imposible que se repita el último resultado. De hecho, no tenemos referencia del periodo anterior porque las dos últimas legislaturas han sido bastante... peculiares. Sería conveniente que los resultados electorales definiesen bien al alcalde para dejar ese vaivén, esa sensación de provisionalidad permanente que hay en Granada.

Usted es profesor de Historia en la UPV. ¿Qué tal las nuevas generaciones?

–Han cambiado mucho. Llevo 45 cursos y los estudiantes son muy distintos, no necesariamente peores. Los dos años de pandemia han tenido sus consecuencias y ahora notas que hay alumnos que ignoran cosas que debían saber, cosas que antes se sabían.

¿Ha leído la carta del profesor desencantado de la UGR?

–Sí, es uno de los artículos más comentados estas semanas aquí, me lo han pasado por tres o cuatro sitios. La carta ha tenido una repercusión enorme, de las que más he visto en la sociedad universitaria vasca. Explica algunos de los problemas que tenemos, pero yo no sería tan pesimista. Lo más grave es el desinterés que ves en un porcentaje alto de estudiantes, pero no de manera general. Sigue habiendo gente interesada y comprometida. Lo que no se puede esperar es que nos metamos en TikTok y cosas de ese tipo. A nosotros se nos exige saber y enseñar, pero no somos animadores. Eso va por otro sitio.

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«La carta viral de la UGR ha tenido gran repercusión en la universidad vasca»