Bienvenidos al colegio Hogwarts de Granada
El CEIP Gran Capitán de Íllora se ha hechizado con un programa que adapta todas las materias escolares al universo de Harry Potter, coincidiendo con el 20 aniversario del estreno de 'La piedra filosofal'
Una algarabía de niños baja por las escaleras del colegio Gran Capitán, en Íllora. Visten capas negras, corbatas de colores y varitas mágicas. Algunos, incluso, llevan grandes gafas circulares y una cicatriz con forma de rayo debajo del flequillo. Desfilan ligeros hacia el patio, donde les esperan para jugar un partido de Quidditch. Antes de pisar el último escalón, la bruja Minerva McGonagall frena su marcha con un movimiento de la mano y les lanza un hechizo instantáneo que, quizás, acaba de inventar: «¡Silencium Máximun Sit Down!». Los alumnos, entre carcajadas, se sientan en los escalones y, finalmente, guardan silencio. ¿Esto es un colegio normal?, pregunta el periodista. «¡No! –responden los niños–. ¡Es un cole de magia!».
Minerva McGonagall es Julia González, la directora del centro de Educación Infantil y Primaria. Ella, como el resto de profesores del colegio, va disfrazada de alguno de los míticos personajes de la saga de Harry Potter. Este curso, el Gran Capitán se ha transformado en Hogwarts, la escuela de magia que inventó J. K. Rowling, con un programa transversal e interdisciplinar que implica a toda la comunidad educativa. Todo, absolutamente todo, desde la secretaría hasta la clase de matemáticas, está maravillosamente hechizado. Para celebrar el Día del Niño los alumnos, bueno, los miembros de las casas Gryffindor, Hufflepuff, Ravenclaw y Slytherin, están realizando seis talleres muy especiales. «Venid, que os enseño», invita McGonagall, es decir, González.
«La idea –empieza González– surgió como un proyecto lector y, al coincidir con el 20 aniversario del estreno de Harry Potter, pensamos que era el motivo perfecto. Ahora parece que todo el mundo se hubiera puesto de acuerdo con el colegio». Tras subir un par de plantas y recorrer varios pasillos decorados hasta el más mínimo detalle, la directora abre una puerta en la que se lee 'Pócimas'. En el aula, los alumnos siguen las instrucciones del profesor y meten las manos en un mejunje blanco. «Estamos trabajando los fluidos no newtonianos. Ellos tocan la masa y, por el calor que desprende el propio cuerpo, el sólido se convierte en líquido», explica el mago Rodrigo, mientras Salva, Dylan, José Miguel y Zaida chillan emocionados: «¡Nos gusta mucho!».
En la puerta del aula, observando la actividad, está Sir Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore. O, lo que es lo mismo, José Antonio Pérez, el jefe de estudios del Gran Capitán. «Fíjate en los colores –dice, mesándose la larga barba blanca de pega–. Todos los alumnos del colegio están separados por casas. Así, hay alumnos de Gryffindor, por ejemplo, en todos los cursos. Dentro de cada casa tienen que conseguir gemas a través de las asignaturas. Cada profesor, al final de las clases, entrega gemas y una vez al trimestre hacemos un recuento de puntos en una ceremonia. Las gemas se pueden cambiar por premios como retrasar la entrega de un trabajo, sentarse en el sitio que quiera durante una semana, otra oportunidad para hacer una pregunta de un examen... Están motivadísimos».
Al otro lado del pasillo, un grupo de niños se turna para colocarse una auténtica capa de invisibilidad que funciona gracias a un croma y un efecto especial añadido por ordenador. Allí está Antonio Chavarino, profesor y mago del Gran Capitán y, además, uno de los coordinadores del proyecto Hogwarts. «La idea era cambiar el colegio y darle una metodología más participativa. Este es un colegio de compensatoria y eso tiene sus dificultades. La manera de engancharlos a la escuela es venir con otra alegría en el cuerpo. Les atraemos con el mundo de Hogwarts y trabajamos de esa manera el plan lector con los libros de Harry Potter. Y a eso le sumamos otras metodologías innovadoras de gamificación». ¿Y funciona? «Está siendo un éxito. Hemos conseguido que vengan más motivados y que cada una de las asignaturas tenga un matiz de rol y de juego, siempre con el factor del reto, del aventurarse... de descubrir poco a poco los secretos conforme avanza el curso».
Los 419 niños del colegio están divididos en las cuatro casas y, a su vez, dentro cada clase tienen su propio rol: el capitán de la casa, la mano derecha, el mensajero, la lechuza... Los días 'normales' de colegio, cada actividad o ficha o examen –o lo que sea– tiene algún guiño a Harry Potter. Así, por ejemplo, un problema de matemáticas empieza con un tren que sale a las diez en punto del andén 9 y ¾ en el que se montan Harry y Hermione.
Rosana Reyes y Esperanza Ortega reparten a los pequeños aprendices de mago un listado de hechizos: Locomotor, Alohomora, Arresto Momentum, Wingardium Leviosa, Tarantallegra... «Levantad vuestra varitas –pide Rosana– y vamos a practicar Ventus. ¿Os acordáis? Como una uve». Los niños de seis años, estudiosos de las letras, mueven sus varitas al unísono y ríen al ejecutar con acierto la magia. Vega se coloca orgullosa su corbata verde de Slytherin y lanza otro Ventus al aire: «Está chulo venir al cole de Harry Potter –dice la pequeña–. Yo, a veces, practico magia en casa. Es muy divertido, inventamos cosas y aprendemos mucho».
Un equipo mágico
Una planta más abajo, la perversa Bellatrix Lestrange tiene encerrados a un puñado de alumnos en un sala. «Para salir de aquí tienen que resolver pruebas lógico matemáticas y jeroglíficos, encontrar pistas, trabajar en equipo...», señala Lestrange, también conocida como Mercedes Valverde, especialista en Pedagogía Terapéutica del colegio. Paco confiesa que, de momento, «está siendo difícil salir de este 'escape room' pero gracias a Dani lo estamos consiguiendo». Dani sonríe a sus compañeros y recuerda que Rocío ha sido la que ha encontrado la serpiente para seguir la pista.
Julia González, la directora, no esconde su orgullo al ver que todo marcha a las mil maravillas. «Es mucho trabajo, pero la recompensa es esto, verles las carillas. Además, ha mejorado mucho la disciplina en el colegio y académicamente, al estar tan motivados, quieren aprender cosas para participar en actividades y ganar gemas para su casa. Y los padres están encantados». Cari Gómez, la presidenta de la Asociación de Padres y Madres del Gran Capitán, es la encargada del taller de mandrágoras. «Usamos plastilina, cuerdas, plásticos y maceteros y salen estupendos», dice. «El pueblo está totalmente implicado, estamos encantados con Harry Potter», añade.
Mientras Roge, el profe de gimnasia, enseña a jugar al Quidditch en el patio, los más pequeños del cole entran en el comedor, del que cuelgan grandes banderolas de colores. Entre las hileras de mesas está el 'sombrero seleccionador' con el que cada niño descubrió su casa, a principio de curso. A su lado, Fabio Valdivia, otro de los coordinadores del proyecto Hogwarts, pone a todo volumen la banda sonora de Harry Potter para que se sienten los niños. «A nivel de trabajo, esto es más complicado que una rutina normal de clase, pero como los alumnos están motivados por el sistema de recompensas de Harry Potter, están mejorando en todos los sentidos y nosotros, como maestros, nos incentiva. Lo que recibimos con esto vale la pena».
Martín, un niño de tres años que bien podría protagonizar su propia profecía mágica, levanta su varita y sonríe a Fabio, a Julia y al resto de profesores que cruzan el comedor cargados con el desayuno. Este será el curso de Hogwarts pero ellos serán, para siempre, profesores de magia.
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