Antje Wichtrey convierte en sólido lo frágil en Gran Capitán
La artista plástica de origen alemán y afincada en Granada hace tres décadas usa materiales sencillos para crear obras de gran carga emocional
La culpa de que Antje Wichtrey terminara viviendo y creando en Granada la tuvo una tortilla. Nacida en Hannover, formada en Múnich, fue en una reunión con españoles que vivían en Alemania. Eran los últimos años de los 80. Más de tres décadas después, Wichtrey es una granadina más, que hasta el 5 de julio expone en el Centro Cultural Gran Capitán sus creaciones bajo el título 'Todo tan frágil', extraído de una frase de Antonio Muñoz Molina. Sorprendentemente, esa presunta fragilidad se transforma ante los ojos del visitante en una solidez conceptual y artística apabullante.
«Llegué a Granada para aprender español. Conocía a dos españolas, y un día, en una fiesta de tortillas, me invitaron a conocer la ciudad. Derrocharon simpatía y buen humor, eran muy colaborativas, y me dije a mí misma que España podía ser un país interesante», dice sonriendo. «Atravesé Europa en autobús sin tener mucha idea de qué me iba a encontrar, porque entonces no había Internet. Fue en 1989», recuerda.
Cuando terminó su carrera universitaria –es pedagoga cultural– hizo unas prácticas en Huerto Alegre, y volvió una y otra vez hasta que en 1992 decidió quedarse, aun sin tener muy claro si podría tener un futuro profesional. «Quería dedicarme a enseñar museos, pero aquí no había muchos, así que trabajé como guía turística, y en los meses en que no había turismo, comencé a trabajar como grabadora». Era un equilibrio frágil en lo económico, pero a ella le gusta ese concepto. En su exposición hay líneas frágiles, horizontes frágiles, ecosistemas frágiles en los que viven seres a los que una ola se puede tragar. Por eso, este es un proyecto muy reivindicativo en lo conceptual y muy diáfano en la ejecución. La fuerza, la solidez, está en lo que se cuenta y en cómo se cuenta, sobre el liviano papel japonés.
No quería Wichtrey hacer una simple –si es que ese concepto pudiera ser válido en este caso– exposición retrospectiva. Quería narrar historias, propias y ajenas, sin estar presionada por mostrar toda su producción de más de tres décadas, en primer lugar porque no cabría en esta sala ni en otra más grande. «La maravilla de la libertad consiste en esta capacidad de empezar de nuevo» es una frase de Hannah Arendt, una de las filósofas más importantes del siglo XX, que aparece en una de las tarjetas de felicitación que por Año Nuevo reciben quienes tienen la suerte de ser sus amigos. Una tirada de 100 ejemplares que escribe a mano con una letra de primor. Esta es una muestra de lo pequeño y lo grande, teniendo en cuenta, precisamente, aquella frase que advertía de que nadie es mejor por ser más grande.
El mensaje que proyecta 'Todo tan frágil' nace de las lecturas de la artista. Ensayos, fundamentalmente, porque le gusta profundizar en las verdades de la existencia. Una existencia que reside en la pequeñez de dos turistas que pasean por las calles, en la primera impresión que provoca en una alemana ver los pasos en las calles durante su Semana Santa. Esa reconocida pequeñez y humildad en su trabajo le hizo abrir los ojos como platos la primera vez que alguien le dijo que podría vivir de este.
Grandes proyectos
Luego, la artista ha implementado proyectos de largo recorrido, como el que ilustró la Declaración Universal de Derechos Humanos y en el que participó el presidente de su país de origen, lo que le siguió abriendo puertas. Aquí se manifestó una de las constantes de su obra: el trabajo en positivo. «No quería ilustrar la Declaración exponiendo las violaciones a las que los derechos que amparan se someten cada día. No quería pintar cadáveres, ni guerras. Quería hacer pedagogía sobre valores», afirma. Con este proyecto recorrió toda Alemania, y algunas de las carpetas creadas para él se exhiben en instituciones públicas. Sobre su éxito en el lugar donde nació, comenta que quizá tenga que ver con el aprecio que allí se tiene por la xilografía y el grabado. No hay que olvidar que es la patria de Durero y los expresionistas, entre otros grandes artistas de esta disciplina. Y también hay una razón crematística: allí se compra mucho arte, pero muy pocas personas pueden permitirse invertir en un óleo 5.000 euros, aunque sí contemplan gastarse 300 o 500 en un grabado.
Un recorrido, que forzosamente debe dejar el reloj en la puerta de la sala, permite conocer de cerca el cuidado que Antje Wichtrey pone en sus creaciones. Lo bien que domina la técnica del dibujo, imprescindible si se quiere ser un artista completo. Su capacidad para que el medio sea el mensaje, como en el caso de ese Federico García Lorca construido sobre ediciones de sus obras –algunas prohibidas en España, como las de Losada–, o ese mapamundi pintado sobre libros de filosofía desechados por sus propietarios. Hay espacio para el deslumbramiento con las formas geométricas de la Alhambra, o para denunciar la tragedia del Mediterráneo, utilizando frutos que nos unen a ambas orillas y un titular representado en una portada de IDEAL. También lo hay para el ejercicio de flotar en ese mismo mar, sin otra pretensión que mirar el cielo. Y todo ello para concluir que en la fragilidad de este mundo está su fuerza.
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