Américo Castro,un intelectual granadino por rescatar
Nacido en Brasil de familia hueteña, es reivindicado por el profesor José Antonio González Alcantud en un ensayo que revisa su magisterio
No se puede entender el alma de España sin leer al pensador de Huétor Tájar Américo Castro (1885-1972). Aunque nacido en Brasil, sus orígenes familiares estaban en el pueblo de la vega, al que retornó discretamente en los años 50, y su formación académica la desarrolló en Granada. Salió de España antes de que la guerra civil le alcanzara, y su magisterio llegó a países como Argentina y EE UU. Ahora, el profesor granadino visitante en la Universidad de Berkeley (California, EE UU), José Antonio González Alcantud, reivindica a este pensador olvidado por muchos de manera interesada en la obra 'Américo Castro y la historia de España', publicada por la editorial Almuzara.
Las aportaciones al pensamiento español de Castro son, según Alcantud, en primer lugar, plantearse los mismos problemas por los que antes se había preguntado la generación del 98: ¿Qué es España? «La diferencia con aquella generación y Castro, es que este acude a instrumentos menos ensayísticos, a menos ocurrencias, y más científicos. Da cuenta de que el problema de la Guerra Civil no es las dos Españas eternamente enfrentadas, sino algo más lejano y profundo, que arranca en la formación de la nación, y que tiene que ver con el 'horizonte semítico', es decir, con la expulsión de judíos y moriscos en 1492 y 1609». Estas expulsiones, según el profesor, acabaron con el sistema de castas, y con él con la convivencia conflictual, pero al fin y al cabo convivencia. «Esa sería la singularidad hispánica: castas y convivencia», dice.
Sobre el hecho de que se haya opacado su figura, comenta que esta no interesaba ni a la España del exilio ni a la franquista. «Castro era un republicano conservador, y eso no cuadraba en ningún lado. Fue fiel a la República, pero no tuvo problemas para volver a España en pleno franquismo y restablecer sus relaciones con la intelectualidad del interior. Siempre ha tenido seguidores, pero sobre todo en el hispanismo norteamericano, que lo adora, y también muchos en España, aunque no todos los que debiera», señala. Concretamente, Juan Goytisolo lo consideraba su maestro intelectual. Fue, además de un científico, un maestro de la cultura, según el profesor González Alcantud, objeto de murmuraciones por la envidia que suscitó la solidez de su pensamiento.
Quizá una de las razones de este ninguneo es el hecho de que siempre fue libre. «No se sintió nunca un 'intelectual orgánico', ni se sometió a los dictados del gobierno de la República, aunque hubiese sido su embajador en Berlín. Por encima de todo valoraba la ciencia, y no tenía otras dependencias», dice el profesor.
El dibujo de España
Castro dibujó una España plural, 'erasmista', frente a la España negra, sórdida. «Veía una diversidad, que el franquismo no pudo borrar, que hace a España un país tan singular. Hoy, de haber vivido, se sentiría muy en consonancia con lo que somos», comenta González Alcantud. Su legado se prolongó en intelectuales como el sevillano Francisco Márquez Villanueva, o Soledad Carrasco Urgoiti, que dedicó su tesis al moro de Granada en la literatura, en 1956, que se sentían completamente identificados con la actual conformación de nuestro país. Igualmente, según el profesor granadino, Castro se sentía partidario de la unión de España y Portugal, y recriminó al nacionalismo luso cualquier paso en pro de la unificación.
El Hospital Real acogerá el próximo otoño una gran exposición que acercará la obra de Castro a Granada
Hoy, sin embargo, España tiende a convertir sus diferencias en divisiones. Por ello, afirma el autor del ensayo que releer a Castro y la escuela castrí resulta esencial en el momento actual para contrarrestar cualquier posibilidad de españolismo extemporáneo. «No es más español quien más alardea, sino quien ha comprendido que España es un proyecto de integración y de convivencia en el marco ibérico y europeo. Aunque existan tensiones territoriales prevalece la ciudadanía. En este sentido la convivencia, aquella que añoraba Américo Castro para siglos pasados, ahora goza de buena salud. Hay que cuidarla y cultivarla, y la figura de Castro puede ser un espacio para reflexionar el presente», dice.
Relectura
González Alcantud ha hecho una relectura de algunas obras de Castro y de sus seguidores, poniéndolas en clave antropológica, su especialidad. El estudio de la correspondencia que se conserva en la Fundación Zubiri –el filósofo Xabier Zubiri fue yerno de Castro– le ha guiado en su tarea, a veces obstaculizada, según afirma, por instituciones de diverso pelaje ideológico. «Presenté varios proyectos en el Ministerio de Investigación, en manos de la izquierda, rechazados por motivos espurios. Acudí a la Fundación de las Tres Culturas, dirigida por la derecha, pensando que era el lugar, y ni me recibieron. Formamos un comité, tras unas jornadas celebradas en la UGR sin un duro, y de poco sirvió. La única institución que nos ha apoyado de manera entusiasta es la propia Universidad de Granada, que ha comprendido la importancia de conmemorar a un intelectual que surgió de sus aulas a principios del siglo XX», destaca.
De hecho, González Alcantud comenta que se prepara una importante publicación en torno a la figura de Castro, gracias al respaldo del actual equipo rectoral. «Creo que el resultado es espléndido, y que complementará al mío», afirma. Pero, quizás lo más importante cara al público, es que en otoño se inaugurará una gran exposición en el Hospital Real, titulada 'Américo Castro y su tiempo'. Será, comenta, el momento del reencuentro, aunque ya el propio don Américo en los 70, en sus viajes veraniegos a Granada, había encontrado buenos amigos y cómplices como don Emilio Orozco y don Manuel Alvar, entre otros. «Redescubrió otra Granada entonces. Ahora Granada lo va a descubrir a él», finaliza.
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