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La placa colocada en memoria de Álvaro de Bazán, entre Isabel la Católica y Reyes Católicos. ALFREDO AGUILAR

Álvaro de Bazán, el granadino «nunca vencido» y ya «olvidado»

Cervantes escribió de él en 'El Quijote', cambió para siempre la industria naval y su talento estratega se estudia aún en el ejército. Un héroe de película al que, en su tierra, no conoce 'nadie'

Martes, 9 de febrero 2021, 00:20

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El mar era su tablero de ajedrez. Aquel 7 de octubre de 1571, Álvaro de Bazán (Granada, 1526), el marqués de Santa Cruz de Mudela, debía colocar sus piezas en las casillas exactas o la derrota sería terrible. Al otro lado del horizonte casi podía escuchar el rugir del imperio otomano, liderado por Mohamed Sirocco. Bazán, capitán general de la Armada y brillante estratega, servía a Don Juan de Austria con las treinta galeras de la Escuadra de Nápoles. «Jamás se vio batalla más confusa. El aspecto era terrible por los gritos de los turcos, por los tiros, fuego, humo; por los lamentos de los que morían», escribió Luis Cabrera de Córdoba, cronista de la época. Pudo ganar cualquiera, pero sólo un bando contaba con el mejor marino de la historia. Las órdenes de Álvaro de Bazán evitaron la tragedia y consiguieron una victoria de leyenda. Los miles de soldados que salvaron la vida alzaron los puños en su honor. Miguel, uno de ellos, había perdido la movilidad en la mano izquierda durante la refriega. Por suerte, le bastaría con la derecha para hacer historia.

En el capítulo XXXIX de 'El Quijote', titulado 'Donde el cautivo cuenta su vida y sucesos', Miguel de Cervantes escribió sobre Lepanto: «En este viaje se tomó la galera que se llamaba la Presa, de quien era capitán un hijo de aquel famoso corsario Barbarroja. Tomóla la capitana de Nápoles, llamada la Loba, regida por aquel rayo de la guerra, por el padre de los soldados, por aquel venturoso y jamás vencido capitán don Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz».

«El padre de los soldados, por aquel venturoso y jamás vencido capitán don Álvaro de Bazán»

Miguel de cervantes

Agustín R. Rodríguez (Madrid, 1955), doctor en Historia y correspondiente de la Real Academia de la Historia, es autor de medio centenar de libros sobre personajes y eventos trascendentales de la historia de España. «Nadie ha descrito a Bazán mejor que Cervantes –dice–, que sirvió a sus órdenes en cuatro años consecutivos en el Mediterráneo, antes y después de Lepanto, por lo que sabía muy bien de lo que hablaba. Y no es frecuente, ni mucho menos, que un gran capitán se preocupe también de sus soldados. Eso engrandece aún más su figura». Bazán, efectivamente, fue «el nunca vencido», con una trayectoria de cuarenta años de batallas contra otomanos, franceses, ingleses y berberiscos «en escenarios muy distintos y con buques muy diferentes en todos los sentidos», apunta Rodríguez.

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Álvaro de Bazán murió el 9 de febrero de 1588, en Portugal, como un auténtico héroe. Además de Cervantes, escribieron de él Lope de Vega o Góngora y, todavía hoy, 433 años después, el granadino es admirado y estudiado como estratega en las escuelas militares. Y, sin embargo... En la esquina de la Plaza Isabel la Católica con Reyes Católicos se escucha la pregunta una y otra vez: ¿Sabe quién fue Álvaro de Bazán? Al «no» como respuesta generalizada, se ofrecen cuatro opciones: dramaturgo, músico, marinero y arquitecto. La mayoría opta por arquitecto. «Me suena que hay una calle con su nombre», explica un hombre. Para descubrir la respuesta correcta, bastaba con darse la vuelta y mirar sobre la pared, donde hay una placa disimulada en la fachada de una oficina bancaria: «A la memoria del insigne granadino D. Álvaro de Bazán, general de la Armada, vencedor en Lepanto, Túnez, las Islas Terceras y Alta Mar. Nacido en la casa señorial que ocupaba el solar».

Profeta

Agustín Rodríguez firma 'Álvaro de Bazán. Capitán general del mar océano' (Editorial Edaf), un texto ambicioso, detallista y muy didáctico sobre la figura del granadino y su trascendencia en la historia de España. «Entre los logros más importantes de su larga carrera, suyo fue el plan para salvar la isla de Malta del ataque otomano y ese fue el primer frenazo a la expansión de un imperio que intentó repetidas veces conquistar Europa. También la ocupación de Portugal y de su capital, Lisboa, desde el mar, conciliando la fuerza con la negociación, asegurando así la unión de las dos coronas. Y poco después, al derrotar a la escuadra francesa en las Terceras, con una escuadra que era la mitad de la enemiga, consiguió una victoria decisiva, pues de haber quedado las Azores en manos enemiga la comunicación con América de las Flotas de Indias hubiera sido imposible».

«Con frecuencia los personajes que menos lo merecen son los que llaman más la atención, mientras que los que deberían ser más valorados pasan casi desapercibidos, olvidados»

Agustín r. Rodríguez

El libro de Rodríguez está repleto de ilustraciones, mapas y documentos históricos que ayudan a entender con rigor cada batalla del «nunca vencido». «Bazán era excelente como jefe, lo era igualmente como asesor del mando, y eso es una lección universal, sabía conciliar, evitar problemas y sumar voluntades. Y ahí radica muchas veces el éxito en toda clase de actividades». Además, Bazán dejó huella en la industria, al mejorar el diseño de los galeones españoles y, especialmente, «por crear las primeras 'fragatas', buques rápidos pero bien armados para dar caza a los corsarios y piratas enemigos».

A. AGUILAR

¿Cree que Bazán está reconocido como merece? «Pues bien se dijo aquello de que 'nadie es profeta en su tierra', pero si la tierra es España, la cosa se hace ya terrible –lamenta Rodríguez–. Con frecuencia los personajes que menos lo merecen son los que llaman más la atención, mientras que los que deberían ser más valorados pasan casi desapercibidos, olvidados. Será que nuestro pecado nacional es, como se dice proverbialmente, la envidia. Y con ese lastre cuesta mucho reconocer los méritos ajenos». El doctor en Historia se despide alabando Granada, «esa joya de ciudad», a la que espera volver pronto para disfrutar de ella. «Y así veo la placa –apunta–, que se me ha pasado por alto en visitas anteriores».

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Álvaro de Bazán, el granadino «nunca vencido» y ya «olvidado»