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Las salas almerienses del Museo del Prado

Pintura ·

Almería exhibe en dos parroquias de Urrácal y Cantoria y en la Catedral de la Encarnación varios cuadros de la mayor pinacoteca del mundo, el Museo del Prado. Es la diáspora del museo nacional de arte español, que se derramó por toda la geografía estatal en el siglo XIX ante la urgentísima falta de espacio en la sede de la Castellana

David Roth

Almería

Sábado, 20 de marzo 2021, 22:54

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Qué pensaría si le digo que mañana mismo puede visitar un trocito del Museo del Prado sin romper el cierre perimetral. Sí, usted puede deleitarse con distintas obras de la que es considerada como la mayor institución cultural de nuestro país sin salir de Almería. Y esto no se debe a que el Prado haya decidido inaugurar una exposición en alguno de los museos o galerías de arte de la provincia, sino que estos cuadros se encuentran ya aquí desde hace más de 100 años. Estas obras se movilizaron en préstamos temporales allá por el siglo XIX. No solo se enviaron a Almería, sino que están repartidas en instituciones de multitud de puntos de la geografía española, en una colección conocida como el 'Prado disperso', conformada, en total, por 7.600 pinturas, 1.000 esculturas, 4.800 estampas y 8.200 dibujos.

En Almería existen tres emplazamientos en los cuales se pueden encontrar pequeños pedazos de esta exposición, situados en la Catedral de Almería; la Iglesia de Nuestra Señora del Carmen, en Cantoria; y en la iglesia Santa María de la Anunciación, en Urrácal. Pero es imposible hablar de ellas sin profundizar en el origen del Museo del Prado y en el desarrollo de la evolución política de nuestro país por allá entonces.

Estos préstamos temporales, pero a largo plazo, no surgen inmediatamente después de la apertura del Museo Real de Pinturas y Escultura en 1819. Durante la etapa comprendida cronológicamente entre este año y 1868 se produjeron bajas en el inventario de las obras procedentes de las colecciones reales. Ya que los reyes eran dueños, a fin de cuentas, de dichas colecciones, realizaron regalos y donaciones, especialmente a conventos y a instituciones oficiales contemporáneas.

Las primeras obras de arte que conformaron el actual Museo Nacional del Prado, cuando este se instaló en el edificio construido según los planos del arquitecto Juan de Villanueva, proceden de la colección real formada desde los Reyes Católicos y Carlos V por los diferentes monarcas españolas. Fue Fernando VII, asistido por su esposa Doña Isabel de Braganza, quien tomó la iniciativa y posteriormente sostuvo económicamente la institución.

Las obras iban llegando al museo en diferentes remesas desde los meses precedentes a su apertura. Ya entonces, la mayor parte fueron a parar a los almacenes. Para hacernos una idea de las obras retiradas de exhibición, tengamos en cuenta que el catálogo de piezas expuestas redactado con motivo de la inauguración del museo, registra solamente 311 pinturas, cuando sabemos, documentalmente, que habían ingresado, entre los años 1818 y 1819 unos 1.626 cuadros llegados de los reales sitios.

En 1833, la muerte del rey pone en peligro por primera vez la integridad del Museo Real. Las obras se inventariaron y tasaron con el fin de hacer las particiones de la herencia correspondiente para Isabel II y su hermana, la infanta Luisa Fernanda de Borbón. En 1845, la reina, al llegar a su mayoría de edad, indemnizó a su hermana con la cantidad que correspondía tras su tasación, permaneciendo el museo íntegro en propiedad de la Corona.

En 1868, coincidiendo con la caída de la reina y su exilio en Francia, debido al triunfo de la Revolución de Septiembre, desaparece la vinculación estricta del museo con la casa real. Paralelamente, desde 1836, existía en Madrid el denominado Museo Nacional de Pintura y Escultura, más conocido como Museo de la Trinidad. Dicho museo, había sido creado para alojar las obras de arte procedentes de los conventos suprimidos al cumplimentar el Decreto de desamortización de los bienes eclesiásticos, promovido por el ministro Mendizabal.

Excedente de obras

En 1872, se reúnen las colecciones de ambos, Museo Nacional y Museo Real, en el edificio del Prado de San Jerónimo, actual sede del Museo del Prado. Esta fusión se produjo de manera apresurada y falta de recursos de todo tipo, lo que ya hacía presagiar lo que empezó a ocurrir en 1872, la dispersión de las obras justificada por la falta de espacio.

Hablamos de más de 3.000 pinturas, un millar de esculturas, numerosos dibujos, marcos, mobiliarios y otros objetos artísticos procedentes de las colecciones reales. También hay que sumar más de 2.000 obras desamortizadas, los cartones de tapices provenientes del Casino del Príncipe y del Palacio Real y las obras adquiridas desde 1855 por el estado entre las que se incluyen los premios de las exposiciones nacionales. La solución por la que se optó fue enviar obras en depósito temporal a instituciones de toda índole.

Las instituciones entre las que se dividieron las obras, además de religiosas, como iglesias y conventos, fueron enviadas a entidades oficiales, como diputaciones provinciales y ayuntamientos, universidades, asociaciones gremiales, sociedades económicas, sociedades caritativas y también a sanitarias, algunas de las cuales desaparecieron durante la Guerra Civil.

Pero el hecho es que primaban los envíos a entidades religiosas, tales como iglesias parroquiales, en ocasiones patria chica de destacados próceres, o capillas que guardaban relación con personajes notables. Este sería el caso del depósito realizado en las iglesias de Cantoria y Urrácal, en 1886, aunque las que se encuentran en la Catedral de Almería se enviaron originalmente al instituto en 1887.

En la capital encontramos la Inmaculada Concepción, de José Antolínez, situada en la catedral, expuesta en la nave del evangelio junto a muchos otros cuadros religiosos que sí son propiedad de la fortaleza y decoran las paredes de su interior. También están emplazados La beata Mariana Jesús, de Vicente Carducho y El Buen Pastor, de Pedro Ruiz González.

Ya en Cantoria, concretamente en la iglesia parroquial Nuestra Señora del Carmen, están situados la pieza Imposición de la casulla a San Ildefonso, de Antonio Lanchares, y Santa Teresa, de autor anónimo. Anteriormente, también se encontraba la obra titulada San Juan Bautista en el desierto. Se llevó a restaurar al Museo del Prado pero la pinacoteca decidió no traerla de vuelta para mantenerla en sus instalaciones. Así que nunca retornó al pueblo del Valle del Almanzora.

Finalmente, en la iglesia parroquial de Santa María de la Anunciación de Urrácal, se halla el Cristo con la cruz a cuestas, de autor anónimo español del siglo XVII. Cabe añadir que existen doce obras del 'Prado disperso' que se mandaron por aquel entonces a Almería, que actualmente se encuentran sin localizar, al menos de las que se inventariaron originalmente. Lo más probable es que fueran víctimas de la Guerra Civil, fechas en las que se dio por perdidos muchos de estos cuadros.

El motivo por el que se enviaron a Almería puede ser por el hecho de que uno de los confesores de la reina Isabel era de la tierra y tenía trato con la corte. Podría haber pedido las obras al patronato del museo y que se enviaran en condición de préstamo o de depósito, para ser exactos.

El museo, y más en concreto el equipo de restauradores del Prado especializados para esta tarea, periódicamente visitan las obras para ver si necesitan algún tipo de mantenimiento. Y en cualquier momento podrían determinar que vuelvan a los almacenes centrales o a las galerías del edificio madrileño.

Desde que se hizo el depósito en el siglo XIX, la Iglesia ha ido cumpliendo en lo que ha podido, con ese deber de depositar, conservar y cuidar las obras. Durante el conflicto bélico fratricida de los años 30 del siglo XX, la reacción no se hizo esperar y en la Catedral se salvó todo el patrimonio posible. El convento anejo se convirtió en almacén y allí se inventariaron todas las obras. El templo se convirtió en fortaleza cultural, si bien es cierto que también hubo que lamentar la pérdida de otros bienes en el proceso.

Lamentablemente, estas piezas no se encuentran disponibles para visitas culturales en este momento de la pandemia, en el que las restricciones obligan a cambiar los planes de ocio y adaptarlos a una austeridad propia del clero. Pero sí son visitables durante el culto. El Prado bien vale una misa.

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