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La residencia de Olula del Río en la que Francisco de Goya habita

El Museo Casa Ibáñez conserva una gran colección de grabados del artista de Fuendetodos en los que criticó a su sociedad contemporánea

DAVID ROTH

ALMERÍA

Sábado, 8 de mayo 2021, 22:36

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Francisco de Goya vive en Almería. No porque el conocido artista haya decidido retornar de su letargo para criticar, con el raciocinio que le caracterizaba, la desalentadora situación por la que está pasando el país en multitud de cuestiones políticas, económicas y sociales, sino porque, concretamente, su obra reside en Olula del Río de la mano de la colección de grabados que acoge el Museo Casa Ibáñez, que conserva una de las mayores reservas de arte contemporáneo de Andalucía y la más grande de la provincia de Almería desde que fuera inaugurado oficialmente el 24 de noviembre de 2004. La Fundación de Arte Ibáñez Cosentino ha dotado a este museo de una colección permanente que dedica dos salas a los grabados que Goya realizó a lo largo de su vida.

Francisco de Goya es una de las grandes figuras del grabado, no sólo por razones técnicas, sino también temáticas. Su obra abarca la pintura de caballete, el mural, el grabado y el dibujo. Su estilo evolucionó desde el rococó, pasando por el neoclasicismo, hasta el prerromanticismo, siempre interpretados de una forma personal y original.

Centrándonos en la temática que en Olula del Río se expone, el artista aragonés dominó todas las técnicas de grabado de su época: el aguafuerte, el aguatinta y la punta seca, llegando a converger varias de estas en una misma estampa. En 1825, con setenta y nueve años, experimentó con una nueva técnica: la litografía. Pero su genialidad estriba en la completa compaginación y perfecta adecuación de la técnica con el contenido que el artista mostraba.

El grabado es la válvula de escape de los pensamientos y sentimientos de Goya. Es la forma más directa que utilizó para conectar con sus contemporáneos, con lo que logró sacar al grabado de la falta de flexibilidad que sufría en el siglo XVIII. Grabados que se realizaban mediante una plancha metálica y con un buril, un objeto punzante que iba dibujando el negativo. Se impregnaba posteriormente, hecho el dibujo, en una capa gruesa de tinta, retirándose de la superficie con un elemento absorbente -por ejemplo, una esponja o un algodón-, quedando los restos de tinta insertas en la hendidura que había hecho previamente. A continuación, prensaba el papel y ya tenía su grabado finalizado.

La idea, o más bien el formato, era comercial, pues podía realizar de esta forma varias series de grabados de manera sencilla. Incluso recibía encargos de periódicos para que formaran parte de las imágenes ilustrativas de sus artículos. Podía recibir, por ejemplo, peticiones sobre una temática acerca de la tauromaquia, algo que gustaba mucho a la gente de su época. Así, estampaba su grabado en cada uno de los distintos papeles.

Pese a esto, lo habitual de sus colecciones es que mostraran una expresión personal que ilustrara el tema pertinente que quería mostrar, aunque también se adaptaron para poder vender, cuantos más, mejor. Sus grabados se encuentran clasificados en varios grupos realizados a lo largo de varios años y que plasmaron sus pensamientos íntimos sobre el momento y la sociedad con la que convivía el artista y cuyos títulos son los 'Caprichos', los 'Desastres de la guerra' y los 'Disparates'.

Los Caprichos

Después de unos tímidos inicios como grabador copiando a Velázquez en 1778, dos décadas después, entre 1797 y 1799, Goya realizó su primera gran serie gráfica y, acaso, la más célebre del grabado español. Los 'Caprichos' se publicaron y se pusieron a la venta en 1799, precedidos de un anuncio en la Gaceta de Madrid.

Esta colección, la presente en el museo, son grabados de la décima edición de impresiones, realizada por la prestigiosa Academia de San Fernando en 1918. En resumidas cuentas, versan sobre los excesos de las clases dirigentes, cómo la superposición reina en el pueblo llano o la falta de raciocinio.

El artista de Zaragoza atacó críticamente la superstición, la brujería y todo lo que estaba alejado del espíritu ilustrado, que ocupa la mayor parte del ideario político del artista zaragozano.

Inspirado por los grabados satíricos de Hogarth y la libertad de Piranesi, Goya hizo un repaso de la sociedad española de su época con una visión irónica y moralizante afín a las ideas de sus amigos, los ilustrados Moratín, Jovellanos o Iriarte.

Sus temas son el cortejo y la prostitución, la superstición religiosa y popular, el abuso de los poderosos, la desigualdad social, la vanidad o la ignorancia. Especialmente despiadados son los ataques al clero y la nobleza, mezclados en ocasiones -quizás para desconcertar- con escenas de brujería y de superstición.

Tras ser denunciado por la Inquisición, Goya los retiró de la venta muy pronto y, en 1803, regaló las 80 planchas al rey, jugada maestra para protegerlas y cubrirse de autoridad a cambio de una pensión para su hijo. Después de su muerte se hicieron varias ediciones más de la temática de los 'Caprichos'.

Los Desastres de la Guerra

Esta segunda colección se publicó posteriormente al 2 de mayo de 1808, fecha en la que comenzó la Guerra de la Independencia con el levantamiento de Madrid contra las tropas de Napoleón, que duró hasta 1813. En 1810, Goya empezó a grabar escenas de la contienda. Las 64 primeras láminas son todas imágenes de atrocidades que presentan la guerra en toda su crueldad. Se trata del primer artista de la historia que condena el conflicto bélico mostrando los horrores y la sinrazón, sin adscribirse a ninguno de los dos bandos que participaron.

Con la vuelta de Fernando VII, se inició un nuevo periodo absolutista hasta el levantamiento de Riego, que impuso la Constitución de Cádiz dando comienzo el Trienio Liberal, suspendido por la invasión de un nuevo ejército francés, esta vez, de signo conservador: los 'Cien mil hijos de San Luis', que devolvieron al rey su poder absoluto y abolieron la Constitución de 1812, conocida por todos como 'La Pepa'.

Todos estos avatares militares y políticos marcaron profundamente a Goya y lo llevaron a situarse del lado liberal. De la lámina 68 a la 82, hizo una valoración personal del absolutismo fernandino y sus nefastas consecuencias, atacando cruelmente a las clases conservadoras y al clero. La Constitución y la libertad aparecen como abanderados de una nueva época, pese al pesimismo subyacente en toda la serie.

Los Desastres no se publicaron en vida de su autor. La primera edición, a la que pertenece esta colección, data de 1863.

En el museo se exhiben los 20 primeros y el número 77, en los que intentó dar una visión de la guerra como elemento disruptivo, como violencia gratuita y como ausencia total de orden y lógica. No solo en el frente de batalla, también en la retaguardia y en todo lo que importa realmente en la sociedad.

Los Disparates

Grabados entre 1815 y 1824, constituyen la última y más enigmática de las series gráficas de Goya, punto de difícil interpretación por lo aparentemente absurdo de la puesta en escena y que revelan un mundo de oscuridad y misantropía.

Si en los 'Caprichos' se manifiesta el Goya ilustrado y satírico, en los 'Disparates' no hay ironía, sino amargura para mostrar el lado más inquietante e irracional del ser humano.

Los 'Disparates' son ensoñaciones típicas de Goya de su época de las pinturas negras. Se ve cierta correlación con el cuadro cumbre de Andrés García Ibáñez, conservado en el museo al que da nombre, donde articula una presencia de señores entalegados que parecen muy pomposos y elegantes pero incapacitados por su propia vestimenta.

Muchas de estas 18 planchas fueron grabadas en la Quinta del Sordo, la casa de campo donde Goya se retiró voluntariamente después de su paso por la corte. Aislado en su sordera creativa, los 'Disparates' y las 'Pinturas Negras' constituyen el gran fresco de la miseria y la estupidez humana, el veredicto de Goya hacia su propia especie.

Como los 'Desastres', los 'Disparates' no se publicaron en vida de su autor. La primera edición, a la que pertenece esta colección, fue hecha por la academia de San Fernando en 1864.

Francisco de Goya falleció en Burdeos en 1828 con 82 años, pero su herencia perdurará por siempre también en Almería.

Una crítica pasada por el filtro de la mente ilustrada de Goya

Su espíritu ilustrado abocó a goya a crear un nuevo lenguaje para exponer sus ideas a través de las que desarrolló su visión del mundo. Antepuso la razón a la locura, la superstición y la beatería. En la guerra, la miseria y el hambre vio el origen de la deshumanización del hombre y su pérdida de individualidad. Se observan varios motivos que pueden explicarlo, como que Goya es el más importante grabador del siglo y que este medio le permitió expresarse con enorme libertad.

El dibujo para Goya fue también esencial en el proceso de creación, no solo por su inmediatez, sino porque también captó escenas que llaman su atención o sobre las que quiere reflexionar, que utilizará posteriormente como medio de estudio o preparación de obras que traspasará después al fresco, al óleo o al grabado.

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