La Pompeya almeriense al desnudo
La antigua ciudad de Bayra ·
En 1518 un seísmo de gran magnitud enterró una ciudad entera. La antigua ciudad de Vera, Bayra, ve tras cinco siglos la luzdavid roth
Almería
Sábado, 3 de septiembre 2022, 22:54
Un día hace cinco siglos, una ciudad desapareció abruptamente. La antigua Bayra, actual Vera, vio cómo los cimientos de todo lo conocían quedaban sepultados bajo la tierra cuando un sismo de gran magnitud engulló casas indiscriminadamente en 1518. Ahora, tras medio milenio el asentamiento está volviendo a ver la luz.
Pese a que numerosos medios se han hecho eco de que se había descubierto la antigua localización de Vera, esta era conocida desde mucho antes. En primer lugar debido a que la documentación escrita al respecto, hacía clara referencia a la existencia de una Vera antigua antes de la construcción de la actual ciudad, por lo que se sabía que había un asentamiento previo. Por otro lado, las prospecciones arqueológicas que se han ido realizando en la zona ya habían identificado el Cerro del Espíritu Santo como el lugar donde estaría localizada antes del suceso.
«Ya teníamos mucha información sobre su localización», explica a IDEAL Alberto García Porras, profesor del Departamento de Historia Medieval de la Universidad de Granada, bajo cuya supervisión, junto a la de Moisés Alonso Martínez, está siendo ejecutada la intervención. Cuando se habla de descubrir Bayra o el antiguo asentamiento hay que matizarlo, «no es que lo hayamos descubierto, sencillamente es la primera intervención arqueológica amplia que se ha empezado a documentar a nivel arqueológico». Esta servirá para tener referencias y recoger algunos materiales con intervenciones puntuales. Pero el enfoque de la intervención será mucho más amplia a la larga.
Las fase de la intervención se inició recientemente. Según relata Moisés Alonso, «solo lleva una excavación hasta el momento», en una única campaña cuyo inicio se da nada más conocer la ciudad mediante las diversas prospecciones y la documentación en el pasado. Tras revelarse la información, «el ayuntamiento se puso en contacto con nosotros» y mostró interés en recuperar ese patrimonio. Se guionizaron las distintas etapas de trabajo, una primera excavación arqueológica y una prospección superficial para delimitar la extensión del yacimiento, pues, a pesar de que ya contaba con cierta protección genérica, «vimos que los restos de las viviendas de las casas y de los elementos que estaban por el yacimiento dispersos se extendían mucho más allá que esos límites».
Tras esto «aprovechamos para hacer una excavación arqueológica en cinco puntos de la ciudad:en la zona superior de la alcazaba; en unas viviendas a media ladera; luego en tres zonas más en la parte baja, donde el Cerro del Espíritu Santo encuentra su unión con la zona llana. Aparte, «realizamos una prospección superficial en la zona llana que no se encontraba protegida, donde pudimos documentar numerosos restos arqueológicos en superficie para ampliar el grado de protección», relata Alonso.
El plan de proyecto echó a rodar hace ya un tiempo, pero por la pandemia se paralizó todo y hasta finales de 2020 no se retomó el contacto. Tras volver a la nueva normalidad se mostró interés en que saliera adelante y «nos pusimos a trabajar sobre el tema en mayo de 2021, cuando empezamos la primera intervención».
Tras finalizar el pasado verano, el trabajo comenzó a enfocarse en el estudio de los materiales que fueron encontrando, fundamentalmente cerámica, pero también fauna, vidrio y queserías. Una serie de elementos que es preciso estudiar con detalle en el laboratorio. Es preciso lavarlo, inventariar, catalogar y hacer los pertinentes estudios arqueológicos, fase en la que se encuentran actualmente, pero pensando en la posibilidad de una nueva intervención. «El ayuntamiento estaba interesado en que no fuera solo una intervención de actuación sobre el yacimiento», relata Porras, «sino que también hubiera un componente investigativo muy alto, por esa razón se ha dirigido al ámbito universitario».
Mucho se escribió sobre el terremoto en una crónica que cubrió este evento sísmico. En esta incluso se señala que el rey Carlos V decidió construir una ciudad de nueva planta para ubicar a las personas que habían perdido todo, su vivienda y sus pertenencias.
Gracias a estos relatos del sismo, a diferencia de lo que ocurre en otras ocasiones en épocas más antiguas de las que no existen referencias documentales, se contó con cuantiosas anécdotas del acontecimiento. «Sabíamos, cuando íbamos a estudiarlo, que el yacimiento se había abandonado de manera brusca a consecuencia del terremoto», cuenta Porras. Incluso, en el mismo momento del terremoto, por parte del alcalde de la ciudad, hay un intento de hacer un recuento de los daños y de las personas fallecidas. Documentación que queda en el archivo, con lo cual a lo largo de los años se ha ido conociendo en mayor profundidad cada detalle de lo que los arqueólogos iban a encontrarse bajo los escombros. Estos no se mantuvieron en perfecto estado, pues, el terremoto afectó evidentemente a la conservación y conlleva una gran destrucción de las estructuras de las casas. En los documentos se relata un evento catastrófico de gran magnitud y, aunque no podemos afirmar como hoy en día, con los elementos de precisión, los grados de la escala Richter, sí que tenemos evidencias de su alta destructividad al acabar con numerosas viviendas, no solo en las partes más pobres, sino también las partes nobles como el alcázar. De hecho, las mismas referencias del alcalde de la ciudad, recogen que el alcaide de la fortaleza fallece junto con toda su familia durante el suceso, lo cual nos habla de su fuerza.
Pero toda esta destrucción tiene su contrapunto, pues por la propia pendiente del cerro, la zona superior quedó más expuesta a la erosión, pero la parte inferior, por la caída de los cascotes y la acumulación de tierra, permitió que esos restos se conservaran «un poco mejor» por la acumulación de sedimentos.
Porras explica que cuando suceden este tipo de catástrofes, por un lado, no quedan estructuras en pie, pero sí es cierto que es una destrucción de golpe, no paulatina, permitiendo que los restos que hay bajo los bloques se conserven en buen estado. «Ha quedado todo ahí sepultado en una especie de foto fija del momento de la destrucción, debajo de cuyos bloques todo queda fosilizado», detalla el investigador.
Los documentos hablan de unos doscientos muertos, pero en esa época no se puede tener la certeza de los datos que se aportan. Aunque la ciudad era grande, pues Vera, por su extensión, determinada a través de la inspección del terreno, era un núcleo urbano. Una ciudad fronteriza de gran entidad, por lo cual debió haber un número importante de población que se vería afectada. Ahora se espera que las excavaciones den información acerca del estilo de vida, su estructura, el comercio, los edificios de carácter público, como zocos, alhóndigas, cementerios, mezquitas, mercados e iglesias en época cristiana. Ahora mismo no se conocen, aunque el objetivo de la intervención es poder averiguar todas esas cuestiones de manera detallada.
Queda mucho por encontrar en Bayra. La información escrita y los relatos se centraron en la destrucción y en las pérdidas, por lo que todas estas localizaciones olvidadas durante la catástrofe son todavía un misterio que está en proceso de resolverse. De momento se ha localizado uno de los puntos del centro de poder político y militar: la alcazaba, y algunas viviendas dispersas en la zona baja. Ahora, la investigación en las viviendas debe proseguir para ver cómo vivía la población en esos puntos importantes.
El objetivo final es que estas excavaciones concluyan en una regeneración de la zona, en un mejor acceso al patrimonio histórico y también en un mejor acceso urbano a la ciudad, pues este se encuentra en la entrada de la misma. Finalmente, se convertirá el yacimiento en un parque arqueológico visitable.
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