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El acueducto, en este caso romano, de Los Molinos de las Juntas, en el municipio de Abla. R. I.
CULTURAS Historia | Los íberos, la asignatura pendiente de la investigación

Los íberos, la asignatura pendiente de la investigación

HISTORIA ·

El Museo Arqueológico de Almería acoge unas jornadas dedicadas al pasado del municipio almeriense de Abla, en las que participan reputados historiadores

Araceli pérez fernández

Miércoles, 5 de octubre 2022, 23:36

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El Museo Arqueológico de Almería plantea una cita a todo aquel amante de la Historia, una vez más. En esta ocasión, los íberos toman la delantera y se convierten en los protagonistas de unas jornadas marcadas por la llamada a seguir investigando para conocer en profundidad una sociedad marcada por el contacto con las grandes potencias del Mediterráneo en la Antigüedad: Cartago y Roma.

Estas jornadas, dedicadas al municipio almeriense de Abla, tienen como objetivo poner en valor el patrimonio de una pequeña localidad en la que se establecieron y explotaron su territorio seres humanos desde hace siglos. En la primera sesión, el martes, se pudo contar con la presencia de Juan Alberto Cano García, historiador centrado en la protohistoria del Sureste peninsular, con la intervención de José Luis López Castro, catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Almería.

En primer lugar, Cano García sentó las bases del conocimiento que se tiene de Abla (Abula es el nombre con el que la fundaron los íberos) en las fuentes clásicas. Este, como advirtió, es escaso. Abula se menciona en la geografía de Ptolomeo (II d.C.) como uno de los asentamientos que formaban parte de la 'regio bastetana', que a su vez estaba compuesta por 16 ciudades.

Oretania, Turdetania o Bastetania son una serie de denominaciones dadas por los geógrafos romanos para demarcar (en mejor o peor medida) el territorio que ocupaban los íberos, una suerte de topónimos que vienen a su vez heredados de aquellos que les dieron los griegos. Que estos se correspondan con cómo se identificaban a sí mismos los íberos es otra historia que aún desconocemos.

Otra fuente a tener en cuenta es el 'Itinerario de Antonino', del siglo III después de Cristo. En este documento se señalan todas las «paradas» que se encuentran a lo largo de la Vía Augusta y se marcan las distancias entre determinados puntos como villas o mansiones (mansio). Junto a la mención a Abla se encuentran referencias a Urci, Turaniana, Murgi o Abdera, otros reconocidos símbolos de la presencia romana en la actual provincia de Almería.

Junto a su repaso por las fuentes, Cano García trató la situación del oppidum ibérico de Abula, el cual aún no se ha excavado pero del que se han hallado algunos elementos arqueológicos fruto de encuentros casuales y prospecciones arqueológicas. Según su hipótesis, el actual municipio sigue una trama urbanística similar a la que se desarrolló en la protohistoria (entorno a los siglos V y III a.C.).

El entorno de Abla, situado en un conjunto montañoso con Sierra Nevada a su frente, cuenta con una situación estratégica que le permitiría tener un control del territorio circundante. Según el historiador almeriense, «el terreno en el que se asienta Abla en la actualidad cumple con todas las características de un oppidum ibérico». Estas particularidades serían la posición en altura, la alta visibilidad, la presencia contigua de un curso de agua y una suerte de edificaciones en ladera. Un oppidum (o fortaleza) a menudo controlaba una suerte de poblados secundarios.

Bastetania, la región que a día de hoy ocuparía Almería, Granada y partes de Albacete, Jaén, Málaga y Murcia se reconoce de este modo por la ciudad ibérica de Basti (Baza) célebre por el descubrimiento de la Dama de Baza, escultura insigne del mundo ibérico que en su momento mantuvo la función de urna funeraria.

Por su parte, José Luis López Castro dedicó su ponencia a analizar las huellas del contacto entre íberos y fenicios en el sureste de la península. Constató que a día de hoy lo que mejor se conoce acerca de la presencia de los fenicios en esta zona son los poblamientos en la etapa inicial de relación (siglos IX-VIII a.C.). Según su relato, esta sociedad proveniente del Mediterráneo Oriental fundó diversos asentamientos costeros (Baria, Abdera, Elba, Sex, Selambina o Malaka) que utilizaron como punto de partida para formar conexiones con la población local que habitaba en zonas del interior peninsular y que con el tiempo derivaron en ciudades que la población local usó como «puertos de interior».

Fruto de este contacto, las labores de intercambio y el desarrollo tecnológico que vino aparejado a las innovaciones venidas de oriente, se gestó un nuevo grupo social con complejos núcleos aristócratas, aquellos a los que ahora conocemos como íberos. Dicho grupo humano fundaría a su vez numerosos núcleos que derivarían en ciudades: Acci, Iliberris, Tutugi y Tagilit, entre otras. López Castro señaló que «había una convivencia demostrable entre la tecnología del sílex del bronce final y los primeros ejemplos de la metalurgia del hierro introducidos por los fenicios».

Esta sociedad íbera se consolida plenamente a principios de la sexta centuria antes de Cristo, y su desarrollo tuvo lugar contemporáneamente a otras sociedades como la Etrusca. Estos últimos mantuvieron diversas luchas por el control del centro del mediterráneo con Cartago, la metrópoli de los fenicios en occidente.

A su vez, se convirtió en foco de disputa el control de los recursos metalúrgicos de la península, a raíz del suculento beneficio que les suponía a los semitas la explotación de los minerales de Iberia, como el plomo de la Sierra de Gádor.

De este material se obtenía la codiciada plata con la que se elaboraban ricas piezas de orfebrería. Estas, a su vez, recorrieron el mundo conocido hasta entonces a través de las rutas comerciales que habían forjado los fenicios de Tiro a lo largo de los siglos.

El catedrático hizo énfasis en que estas conexiones no fueron siempre pacíficas: «El latino Justino hace referencia a un ataque dirigido por un pueblo íbero hacia los fenicios en Gadir. A su vez, Macrobio también comenta que el templo sagrado de Melqart en Gadir sufrió un ataque dirigido por un rey íbero».

El nivel tecnológico de este grupo surgido del contacto entre el mundo oriental y las poblaciones del Bronce Final llegó a una especialización muy compleja. López Castro señaló ejemplos de presencia de ánforas de tipología ibérica y monedas emitidas en Tagilit con leyenda en caracteres semitas. A su vez demostró que el mundo simbólico ibérico se empapó de la influencia fenicia en tanto en cuanto asimilaron sus dioses y adaptaron sus ritos.

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