Patrimonio Histórico de Granada
Los 23.000 años del Hombre de MoclínLa Cueva de Malalmuerzo se convierte un gran 'laboratorio' de la Prehistoria tras descifrarse el genoma de un varón de 30 años que explica las migraciones en la Edad del Hielo
El pasado 2 de marzo los ojos de la ciencia se giraron hacia un pequeño pueblo de Granada que se llama Moclín. Ahí, incrustada en la montaña, hay una cueva en la que se ha demostrado la presencia de seres humanos hace 38.000 años. No se han hallado por ahora restos físicos de estos hombres y mujeres, pero sí de los útiles que utilizaron para vivir –o más bien para subsistir–. Lo que sí se han encontrado son huesos de moradores posteriores. Entre ellos, el diente de un señor que residió en aquellos pagos moclineros hace 23.000 años y cuyo genoma se ha demostrado que es el más antiguo del sur de la Península Ibérica.
Un descubrimiento cuya relevancia va más allá de la 'anécdota' de las fechas. Un descubrimiento que ha permitido constatar algo tan trascendente como que las poblaciones que se marcharon del centro y el norte de Europa durante la última Edad del Hielo, hace entre 24.000 y 15.000 años, encontraron refugio en la franja meridional de la Península sencillamente porque aquí hacía más calor. Un movimiento migratorio que posteriormente se produjo en sentido inverso, cuando finalizó la glaciación. Así se desprende de los estudios comparativos de las cadenas de ADN de individuos prehistóricos de diferentes latitudes.
Pero ¿cómo era la vida del Hombre de Moclín? La persona que más la ha estudiado es Pedro Cantalejo, experto en Arte Rupestre y el principal investigador de la Cueva de Malalmuerzo, que así se llama la caverna habitada por aquellos ancestros nuestros de hace 23.000 años –Cantalejo realizó los primeros estudios en 1983 y regresó en 2016 para realizar el primer muestreo científico–.
«Lo primero que hay que aclarar es que la Cueva de Malalmuerzo no era lo que hoy entendemos como una casa, sino que solo era utilizada para cenar y pernoctar; el resto del día estaban fuera buscándose el sustento», explica Cantalejo. Y es que la Cueva del Malamuerzo tiene una situación estratégica. Se halla en el valle del río Velillos, que orográficamente conforma una especie de corredor natural que une la depresión del Guadalquivir con la Vega y Sierra Nevada. Se trataba, comenta Cantalejo, de un ecosistema muy rico donde podían obtener alimento cazando, pescando truchas y recolectando –aún no existía la agricultura–.
Datos
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1600 La Cueva de Malalmuerzo, la única caverna que hay en el valle del río Velillos, ocupa una superficie de 1.600 metros cuadrados y se adentra 130 metros en la montaña.
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20 La comunidad de la que formaba parte el Hombre de Moclín estaba integrada por unas veinte personas que se organizaban en círculos de protección.
En la zona se podían hallar con facilidad frutos silvestres, bayas e higos. También especies cinegéticas básicas. La principal fuente de alimento para el Hombre de Moclín era el conejo, aunque también comía ciervos, cabras montesas, caballos y uros, que abatía con flechas y lanzas de sílex. ¿Como cocinaba? Poniendo los alimentos directamente sobre las brasas o humeando y asando. Es decir, colocando la carne sobre una superficie incandescente. Lo normal es que descuartizara las piezas en el mismo lugar donde las mataba. Allí comía las partes que eran más difíciles de transportar, mientras que las extremidades sí se las llevaba a la Cueva de Malalmuerzo para pasarlas por el fuego y deglutirlas antes de dormir. Hay restos de hollín en las paredes.
«En la cueva había un espacio para la fabricación de útiles, otro para cocinar y un tercero, el más oscuro, para dormir»
Pedro Cantalejo
Investigador
«Nuestro objetivo es la puesta en valor del yacimiento para que sea otro motor económico de Moclín»
Marco Pérez
Alcalde de Moclín
Según Pedro Cantalejo, en la Cueva de Malalmuerzo se observan tres espacios más o menos diferenciados. Un primero, justo a la entrada, el más luminoso, que era dedicado para la fabricación de los útiles que empleaban en su día a día. Después había otro intermedio, que es donde preparaban los alimentos. Y por último, en la zona más escondida, los 'dormitorios' –no existían habitáculos dispuestos como tales–. «Los depredadores nunca se acercan hasta la penumbra, lo que aseguraba la protección», indica Cantalejo.
Relaciones sexuales
El Hombre de Moclín también mantenía relaciones sexuales, aunque no lo hacía con nadie de su comunidad o de su 'familia'. De esta manera, él y los suyos evitaban la endogamia y garantizaban la procreación. ¿Cómo lo hacían? Pues básicamente propiciando encuentros con los componentes de otras comunidades. Hace 23.000 años había cuatro relativamente próximas. Unos en la Cueva Horá de Darro, otros en la Cueva de las Ventanas de Píñar, unos terceros en el Campamento del Cubillas y por último los de la Cueva del Malalmuerzo de Moclín. Entre los unos y los otros había unos lugares comunes intermedios «en los que se producían los encuentros».
El aspecto del Hombre de Moclín es similar al actual –estatura y complexión–, aunque su esperanza de vida al nacer era sensiblemente inferior porque, obviamente, no existían remedios contra las enfermedades. Los más longevos superaban los cuarenta años. Respecto a la forma de organizarse y las jerarquías, aún no existía el concepto de 'familia' tal y como lo entendemos ahora. «Era una organización social muy protectora en torno a los más débiles», comenta Cantalejo. Los más protegidos eran los bebés. Cuando se hacían niños, estos se convertían en el 'escudo' de los recién nacidos. Los adolescentes y los jóvenes ya se incorporaban a la tareas diarias fuera de la Cueva de Malalmuerzo junto a los adultos. Los ancianos, con todas sus limitaciones, gozaban de un nivel de seguridad similar al de los más pequeños.
Según Pedro Cantalejo, la Cueva de Malalmuerzo tiene un enorme interés desde cuatro puntos de vista. Desde la geología, desde el propio continente, una cavidad de roca caliza de 1.600 metros cuadrados que se adentra unos 130 metros en la montaña –se aprecia la formación de estalactitas y estalagmitas–. Pero también desde la perspectiva arqueológica, al haberse encontrado abundantes vestigios animales, vegetales, humanos e instrumentales. También esporas de polen que han permitido la reconstrucción paleobotánica del paraje, donde había abundancia de encinas, robles, pinos, almeces y acebuches –procesaban la aceituna para obtener aceite, que usaban como combustible–.
Pero la Cueva de Malalmuerzo también es un centro artístico de primer nivel, ya que se han localizado un centenar de dibujos realizados fundamentalmente durante el periodo solutrense. Y un interesante 'laboratorio' antropológico.
El alcalde de Moclín, Marco Pérez, recuerda que en 2015 el Ayuntamiento se vio en la obligación de intervenir en la Cueva de Malalmuerzo después de que se violentara su acceso y se produjeran unos expolios que encendieron todas las señales de alarma. «A raíz de aquellos sucesos, se contactó con la Junta para examinar la Cueva de Malalmuerzo y realizar una intervención de urgencia, y se procedió al cierre con cuatro candados y llaves magnetizadas», dice. También se instaló un sistema de videovigilancia que graba cualquier intento de acceso.
«Nuestro gran objetivo –afirma el regidor– es que se siga investigando y, al mismo tiempo, avanzar en el proceso de puesta en valor para que la Cueva de Malalmuerzo sea visitable, con todas las limitaciones que implica la preservación de un bien así, tanto por los ciudadanos de Moclín como por los visitantes. Sería otro motor económico además del castillo, la vía ferrata y la ruta del Gollizno», dice el primer edil.
Quedan muchas incógnitas por despejar en torno a la Cueva de Malalmuerzo. Incógnitas de un pasado remoto donde nació, creció y murió el mismísimo Hombre de Moclín.
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