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Los hechos ocurrieron en Zafarraya hace un año. Carlos Valdemoros

Crónica negra

Un año del doble crimen que conmocionó a Zafarraya

Eugenio mató a su exnovia, de 20 años, y a su exsuegra, de 49, tras una noche de fiesta y, después, de suicidó

Laura Velasco

Granada

Sábado, 5 de julio 2025

Aquella era una de esas noches idílicas de verano. Verbena de pueblo, fresquito nocturno, mojitos, amigos. En las fiestas del Puente de Don Manuel, en el municipio malagueño de Alcaucín, se compaginaban bailes con brindis. Eran los días grandes, esos que los vecinos esperan todo el año, como en cualquier otro pueblo de España. Sin embargo, aquel fue el preámbulo de una madrugada trágica, en la que un hombre mató a su exnovia, de 20 años, después de una noche de fiesta en aquella verbena. También le quitó la vida a su exsuegra -la madre de la chica-, de 49 años, y, acto seguido, se suicidó.

De aquello hace ya un año, pero parece que ocurrió justo ayer. Preguntados varios vecinos por el tema, indican que hay «mucho respeto» al respecto e intentan hablar lo menos posible sobre ello. «Es muy doloroso, lo seguimos viviendo con mucha pena», admite uno de ellos. La joven no figuraba en el sistema VioGén ni constaban denuncias por violencia de género.

La pareja había estado saliendo unos meses y desde hacía varias semanas ya no estaban juntos, tal y como explicaron vecinos y conocidos de ambos. Sin embargo, seguían coincidiendo en Zafarraya, pueblo en el que vivían ambos, en el que normalmente residen unos 2.000 habitantes. Allí todos se conocen.

«Tenía la mirada perdida»

Laura, de 20 años de edad, estuvo aquel sábado de madrugada en las fiestas del Puente de Don Manuel con sus amigas. Por allí también se dejó ver Eugenio. Estaba solo en una barra, según relataron en su día algunos jóvenes de Zafarraya cercanos a la víctima. «Me lo crucé y tenía la mirada perdida, sabía perfectamente lo que iba a hacer», explicaban apenas unas horas después de conocer la noticia. Él, de 34 años, iba «todos los días a la puerta de su casa» para decirle a la víctima que tenían que hablar. «Todos sabíamos cómo iba a terminar», apuntaban los vecinos que residían en las casas contiguas a las víctimas.

Según pudo saber IDEAL, cuando Laura regresó a casa con su madre, Eugenio ya la estaba esperando. La vecina que dio el aviso a la Guardia Civil indicó que la joven encontró en su habitación los zapatos de él, alertó de su presencia a su madre, Marian, de 49 años, y ambas lo encontraron en la planta inferior. Los disparos sonaron a las 5.30 horas.

«Estaba hablando al teléfono con Laura. Escuché un disparo y cómo ella gritaba: '¡Mi madre, mi madre!' y 'Vamos a hablar'. Después hubo otros dos disparos», señaló en su momento una amiga, muy afectada por lo ocurrido. El hombre usó una escopeta –era aficionado a la caza- para quitarles la vida. Después, se pegó un tiro en otra vivienda. El hermano e hijo de las víctimas encontró uno de los cuerpos cuando llegó a casa después de pasar la noche en las mismas fiestas. Una vecina presente en el lugar de los hechos lo alejó de la escena del crimen para evitarle un mayor dolor. El muchacho tuvo que ser atendido en un centro hospitalario tras sufrir una crisis de ansiedad.

La Guardia Civil recibió el aviso antes de las 6.00 horas y se desplazó a la zona, donde también acudieron agentes del área de Criminalística. El juez ordenó el levantamiento de los tres cadáveres a lo largo de la mañana de aquel trágico sábado. La zona en la que se encontraba la vivienda de las víctimas estuvo acordonada en todo momento. Detrás del cordón policial se agolparon vecinos y conocidos de la familia. Varias mujeres, entre lágrimas, pedían a la Guardia Civil poder pasar para poder despedirse de ellas.

A 350 metros de distancia, en el domicilio en el que él se quitó la vida, varias decenas de personas mostraron su apoyo a los familiares del hombre. En la puerta, dos mujeres no se explicaban lo que había hecho Eugenio, un hombre «apuesto, con mucha labia y muy fuerte». «Las dos familias de los fallecidos son muy buenas. Han quedado marcadas para siempre», indicaron entonces a este periódico.

Agresiones previas

Los vecinos recalcaron que el presunto agresor la había atacado ya previamente tanto en privado como en público, puesto que una semana antes presenciaron cómo le pegó en la feria de Alhama. «Hace tiempo la vi con morados y le pedí que lo dejara ya», contaba una conocida. Otros vecinos aseguraban que el hombre acudía a casa de ella «a gritarle desde la calle para pedirle que hablaran». «Estaba obsesionada con ella, no era amor», decía una señora mientras consolaba a su hija, amiga de Laura.

El Ayuntamiento de Zafarraya decretó tres días de luto y las banderas ondearon a media asta. «Eran dos mujeres magníficas, llenas de fuerza y vida, que han sido silenciadas y apartadas de su futuro tan prometedor», indicó el consistorio. Los dueños de varios comercios de la localidad decidieron no abrir por estar demasiado afectados como para atender a los clientes. Aquel sábado por la noche, después del día más largo que Zafarraya recordara haber vivido, unos 600 vecinos salieron a la calle para «rechazar» la violencia de género y trasladar su pésame a los familiares de las víctimas.

El pueblo se llenó de jóvenes que lloraban desconsolados. Al hablar con los antiguos compañeros de instituto de Laura, la definían como risueña, amable y trabajadora. Era camarera en el bar del campo de fútbol y había encadenado varios empleos en el sector de la hostelería y en cooperativas de la zona. «Era la típica niña simpática; por dónde pasaba iba sonriendo», señalaba un conocido. Un año después, nadie ha olvidado ni a Laura ni a Marian, las dos vecinas a las que les arrebataron la vida de la forma más injusta y cruel.

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