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Carocas de Granada
El singular arte de la malafollá granaínaDesde astrofísicos hasta músicos, los quintilleros presentan cada año sus propuestas para que se conviertan en una de las carocas que ilustra Antonio Mesamadero
Antoñico bajaba por el Zacatín de la mano de su padre, arrastrados por el fresquito mañanero que desembocaba en Bib-Rambla. Como todos los años, acudían a ver las carocas, esas quintillas ilustradas que estaban allí arriba, altísimas a los ojos de un chavea granadino. Cincuenta años después, Antoñico repasa una a una las veinte carocas que ya reinan en el cielo de la plaza. «Yo venía cuando era chico con mi padre. Y mi padre venía con su padre. Y así te remontas hasta sabe Dios cuándo...». Antoñico sonríe y resopla, como si lo viera todo al mismo tiempo. «Y ahora soy yo el que las pinta. Me siento un privilegiado».
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Antoñico es Antonio Mesamadero (1966), dibujante habitual de IDEAL y, desde hace una década, ilustrador de las carocas. «Las tradiciones son el hilo que cose a la sociedad a lo largo de los años», dice el artista que ha pasado dos semanas dibujando a todo trapo. «Voy a tope, pero lo disfruto mucho. Intento poner toda la carne en el asador para que le guste a la gente, pero sobre todo a los autores de las quintillas».
Mesamadero entiende las carocas con una sencilla frase descartiana: «Pienso, luego río». «Las carocas, aunque traten distintos temas, tienen un hilo conductor: la malafollá», ríe. «La malafollá como si no fuera nuestra, pese a que es algo que vivimos continuamente. Y me parece bonito: Granada pasa, pero la malafollá permanece».
«Granada pasa, pero la malafollá permanece»
Antonio Mesamadero
Hablando de malafollá. El lunes, a primera hora de la mañana, las carocas ya lucían en Bib-Rambla. Aunque, todo sea dicho, algunas son harto complicadas de ver por la cantidad de 'cosas' que hay por la plaza. El caso es que un grupo de turistas con la piel tostada leían con atención la quintillas ilustrada por un montón de Wallys (el personaje de la camiseta rojiblanca que no juego en el Granada): una quintilla en el idioma de Shakespeare. A su lado, un tipo les observaba como el que mira por el telescopio. «Me gusta mucho sentarme al lado de las carocas y ver la cara de la gente. Y llevo años fijándome en que los guiris no se enteran de nada. Por eso he escrito una en inglés en la que intento explicarles todo menos una cosa, que es imposible: la malafollá».
El tipo observador es Nicolás Morales (Granada, 1973), ingeniero electrónico del Instituto de Astrofísica de Andalucía. Y sí, alguna que otra vez ha salido en el periódico por haber descubierto objetos espaciales más allá de Neptuno. «Lo mío no podría estar más alejado de las letras –se carcajea–, aunque también tengo que caracterizar los objetos que encontramos y por ahí lo mismo se parece en algo». Morales tiene cinco quintillas expuestas en Bib-Rambla, esto es, un cuarto del total. De hecho, una de sus carocas está dedicada al 50 aniversario del Instituto de Astrofísica. «Y tiene su malafollá –dice divertido–, porque Mesamadero ha puesto el logo de la Estación Experimental del Zaidín, que aunque seamos compañeros, no es lo mismo».

Morales lleva desde 2002 participando en el concurso de quintillas (ha ganado en dos ocasiones, en 2007 y en 2020), inspirado también por el recuerdo de su infancia: «Venía con mis padres y mi hermana a ver los chacolines, después de tomar un helado en Los Italianos. Siempre tuve el gusanillo». Suyas son también una dedicada a los gamberros que pintan las paredes, otra sobre el apagón y el uso de consoladores y, por último, una crítica al propio certamen de las carocas: «Es sobre el premio. Desde el año 2002, por cada quintilla seleccionada se pagan 90 euros. Lo mismo ya toca revisar eso... Hay que atraer a los jóvenes para que se animen a escribir y no se pierdan la tradición».
De lejos
La tradición de las carocas viene desde el siglo XVI, aunque fue a partir de 1845 cuando se convirtió en un elemento de crítica social para dar caña a Isabel II. Técnicamente, las quintillas son cinco versos octosilábicos de rima consonante, aunque se puede asonantar. Los dos últimos versos no pueden rimar entre ellos ni tampoco pueden ir tres versos en rima seguidos. Los quintilleros se pasan todo el año con una libreta al lado, anotando temas de la actualidad granadina que se puedan transformar en una buena caroca.

Eso es exactamente lo que hace Cristina Cueto, profesional del mundo de la Justicia, que lleva escribiendo quintillas desde hace 7 años. «Yo me siento impostora, porque soy asturiana –bromea–. Pero mi abuela era granadina y me inoculó el cariño. Comprábamos IDEAL y le mandábamos el desplegable con las carocas a la familia». Cueto, precisamente, ganó el concurso con una poesía dedicada al que fuera director del periódico, Melchor Saiz-Pardo. Este año aporta dos carocas, una dedicada a las escaleras del Palacio de Congresos en los Goya, y otra sobre la zona de bajas emisiones y la dificultad para aparcar en la ciudad.
Manuel Mateo, músico y artista, además de llevar a cuestas su maleta de Federico es un enamorado de la tradición oral. El de Lombarda firma dos quintillas este año, una dedicada a la Feria del Libro y otra sobre la vacuna de la malafollá para 2031. «Participo en el curso desde 2014, que gané ese año con una quintilla sobre Cecilia de Rocco, de Los Italianos».

Mateo cree que el concurso de las carocas es «manifiestamente mejorable». «Es un concurso literario de poesía tradicional. Y, como todos los concursos literarios de España, debería de presentarse bajo plica, sin que el jurado supiera su autor. Además, no tiene sentido que se repitan tanto los temas: este año hay cuatro dedicadas al apagón. Eso se tiene que arreglar». Pero en lo que todos los autores coinciden es en el problema del tiempo: «El Corpus empieza el sábado. ¿Por qué no estaban puestas las carocas? El domingo había muchos padres con sus hijos aquí y no pudieron ver las quintillas... Tiene malafollá».
Y eso, la malafollá, tiene su arte.
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