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Desfile de la Tarasca en 2015 por las calles de Granada Ramón Pérez

La «kalokagathia»: la esencia de la Tarasca

En medio de la fealdad del mundo, la Tarasca se erige como un recordatorio de que la bondad y la belleza siempre prevalecen.

Álvaro de la Torre Araus

Granada

Martes, 17 de junio 2025, 09:48

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La belleza en la tradición cristiana busca transmitir y hacer sentir que la vida se orienta hacia la plenitud y que en la verdadera belleza se intuye la presencia de lo divino. Esta conexión se refleja en la Tarasca, que siempre busca estar a la moda y ser bella. A través del arte y la creatividad, la Iglesia se acerca al mundo, inspirando a los hombres y mujeres a soñar con un futuro diferente. En medio de la fealdad del mundo, la Tarasca se erige como un recordatorio de que la bondad y la belleza pueden prevalecer.

Esencialmente, la Tarasca lleva consigo la noción de «Kalokagathia», un término griego que se refiere a la unión de lo bello y lo bueno. Durante mucho tiempo, la belleza se ha reservado para los personajes bondadosos, mientras que a los malvados a menudo se les ha dotado de fealdad. Sin embargo, es importante señalar que el miércoles previo al Día del Corpus no vemos una procesión de la Tarasca; lo que realmente ocurre es un desfile que comunica públicamente la fiesta del Corpus. Este cambio refleja la evolución de la tradición, que ha ido perdiendo su significado original pero ha sabido adaptarse a los tiempos. En 1770, se estableció una Real Orden que dio forma al desfile, consolidando así su lugar en la celebración como un símbolo del triunfo del bien sobre el mal.

La Tarasca de Granada siempre sale a las calles el miércoles previo al Corpus. Su presencia, junto al Santísimo el jueves, representa la unificación de la ciudad en una celebración de alegría y diversión. Aunque no tengamos certeza histórica sobre el origen preciso del Corpus en Granada, sí es innegable que la festividad ha evolucionado para convertirse en un evento donde la comunidad se reúne en un aluvión de color y vida. Se dice que los Reyes Católicos proclamaron que «la fiesta ha de ser tal y tan grande la alegría y el contentamiento, que parezcáis locos», un legado que resuena aún hoy en cada rincón de la ciudad.

La Tarasca aparece en la «Leyenda áurea»

La tradición de la Tarasca se remonta al siglo XIV, cuando comenzó la costumbre de procesionar una imagen del bien, representada por una mujer, sobre el mal encarnado en un dragón. Este ritual tiene su origen en la región francesa de Tarascón, cuyo nombre nos da pistas sobre el camino recorrido por esta fascinante figura. Desde allí, la Tarasca se fue extendiendo hasta llegar a España, asentándose especialmente en ciudades mediterráneas como Granada. Una tradición antiquísima, que retrotrae a una temática nuclear en la tradición europea: el punto donde se encuentran lo mitológico y lo cristiano para enfrentar al bien contra el mal.

La Tarasca aparece en la «Leyenda áurea», una importante colección de hagiografías recopiladas por el dominico italiano Santiago de la Vorágine a mediados del siglo XIII. En esta obra, el santo la ubica en el denso y por entonces inhabitado bosque que sigue el río Ródano entre Arlés y Aviñón, en Francia. La Tarasca, venida de Anatolia central (Turquía), era a la vez hija del Bonnacon, un clásico del bestiario medieval, y del mismísimo Leviatán. Con semejante linaje, no es de extrañar que las historias de la Tarasca atemorizan a los hombres del Medievo. Sin embargo, todo culminó cuando Santa Marta intercedió a favor de los habitantes de Tarascón, logrando domar al monstruo y llevándoselo con una correa. Aunque la gente del pueblo decidió eliminar el peligro de raíz, linchando a la Tarasca, su leyenda perduró, transformándose en un símbolo único de la lucha entre el bien y el mal.

Así, la Tarasca no solo representa un elemento festivo; es un símbolo profundo de la lucha entre el bien y el mal, el reflejo de una cultura rica y variada, y un recordatorio de que, a pesar de las adversidades, siempre hay un espacio para la belleza y la bondad en nuestras vidas. En este sentido, la Tarasca continúa vigilante, emanando luz y esperanza en cada celebración del Corpus en Granada, recordándonos que la esencia de la fiesta persiste en la unión y el amor de su gente.Á

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La «kalokagathia»: la esencia de la Tarasca