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Una gaviota sombría, Larus fuscus, en el puerto de Motril

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Una gaviota sombría, Larus fuscus, en el puerto de Motril J. E. GÓMEZ

Vivir en el puerto

Paisajes y Biodiversidad ·

Las dársenas pesqueras y deportivas son un nuevo ecosistema donde sobreviven aves acuáticas, peces e invertebrados marinos | Diversas especies de gaviotas, cormoranes, y garcetas esperan, cada día, la llegada de los pesqueros para aprovechar descartes y restos de las redes

Juan Enrique Gómez y Merche S. Calle

Martes, 27 de agosto 2019

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Vuelan con las primeras luces del alba desde sus dormideros en los cañaverales y los bosquetes de tarajes de los humedales de Motril, las charcas de Suárez y Vinuesa. Son grupos de garcetas, aves grandes, de plumaje blanco y largos picos preparados para atrapar peces y anfibios. Cada mañana se desplazan hacia la dársena pesquera del puerto a esperar a las embarcaciones que con artes de cerco acuden a descargar sus capturas antes de la subasta de las siete y media en la lonja motrileña. Se unirán a otras aves de gran tamaño, cormoranes, que acuden desde los peñones de Almuñécar donde han pasado la noche. Compiten con bandos de gaviotas patiamarillas, sombrías, las exclusivas de adouini e incluso algunas reidoras, garzas reales… toda una legión de aves acuáticas que esperan conseguir en la dársena el alimento que necesitan para sobrevivir.

El incremento de los espacios urbanos en las costas del litoral granadino y la masiva presencia humana en las playas, incluidas las calas más recónditas, han mermado considerablemente las posibilidades de conseguir alimento para numerosas especies de aves acuáticas que pescan en zonas de aguas poco profundas. La escasez ha provocado que la mayoría de las especies de gaviotas, charranes y cormoranes se conviertan en oportunistas, hayan hecho del seguimiento de los barcos pesqueros, mientras faenan en aguas cercanas a la costa, y los puertos, una de sus principales fuentes de alimentación. Las dársenas se han convertido en las últimas décadas en un nuevo ecosistema inducido en el que numerosas especies de fauna, tanto terrestre como submarina, logran sobrevivir a las condiciones, cada días más difíciles, que les impone la presencia humana en el litoral.

Garceta común; gorriones entre las redes; juvenil de gaviota patiamarilla J. E. GÓMEZ
Imagen principal - Garceta común; gorriones entre las redes; juvenil de gaviota patiamarilla
Imagen secundaria 1 - Garceta común; gorriones entre las redes; juvenil de gaviota patiamarilla
Imagen secundaria 2 - Garceta común; gorriones entre las redes; juvenil de gaviota patiamarilla

Los puertos, en particular el de Motril, son espacios perfectos para la observación de numerosas especies de aves y conocer sus pautas de comportamiento. Las gaviotas, en grupos numerosos, descansan sobre la superficie del agua a la espera de la llegada de los barcos. Saben a qué embarcaciones han de seguir (en ocasiones llegan a un insistente acoso) porque son las que llevan las redes a la vista o han comenzado la tarea de descarte de capturas que no les interesan, por lo que las devuelven al mar. Las gaviotas atrapan esas piezas al vuelo y en la superficie antes de que logren escapar a aguas de mediana profundidad, donde sí pueden capturarles los cormoranes, que bucean hasta varios metros de profundidad para dar con la pieza que se les pone a su alcance. Las garcetas, mientras tanto, buscan entre las artes de pesca depositadas en el muelloe, entre los aparejos, y aprovechan lo que los pescadores arrojan a tierra. También pescan en la lámina de agua, pero no se posan a la espera del paso de peces, los ensartan o capturan con su largo pico en vuelo a centímetros de la superficie.

Tras las subastas, la presencia de avifauna en el puerto desaparece de forma drástica. Gaviotas y cormoranes se marchan a seguir barcos en el mar, a descansar en las playas y pescar entre los acantilados. Los cormoranes vuelan hacia las lagunas litorales de Suárez, Punta Entinas y pantanos de interior. En el puerto, mientras algunas gaviotas, sobre todo sombrías, ocupan las farolas como atalayas para divisar el movimiento de las embarcaciones, los gorriones recorren las artes de pesca depositadas en tierra en busca de todo tipo de restos comestibles y elementos para sus nidos. Una tarea en la que compiten con colirrojos y estorninos que se acercan desde las vegas cercanas.

Sumergidos

Bajo la superficie se extiende otro universo. Las aguas tranquilas de la dársena, a pesar del alto índice de contaminación por hidrocarburos y basuras arrojadas por algunos pescadores, se convierten en un hervidero de actividad. Hay especies de peces que también forman parte de la fauna oportunista, que aprovecha la presencia de restos orgánicos para alimentarse. Las lisas son los peces más habituales en la dársena, pero también se ven salpas rayadas de amarillo entre las rocas y las quillas de los barcos, donde nadan bancos de alevines de especies tan conocidas como boquerones y jureles. Obtienen alimento de forma fácil y refugio en tiempos de mala mar, aunque en ocasiones se convierten en presa de las aves acuáticas, sobre todo de las garcetas que apoyadas en maromas y barcas pueden lanzar su pico hacia el agua para capturarles.

Bajo la superficie, en los muros que delimitan los muelles, se observan manchas de color rojo. Son estrellas marinas que aferradas al hormigón filtran el agua cargada de plancton y microorganismos. Junto a ellas, erizos y moluscos que como los mejillones, aprovechan los detritos orgánicos. Las numerosas cuerdas, cadenas y elementos de anclaje que nadan y fondean en el puerto, se ven colonizados por crustáceos que como balanus y lepas aprovechan esos agarres para sobrevivir. También se adhieren a las quillas de los barcos donde forman verdaderas costras calcáreas.

En los espacios más cercanos a mar abierto, en las rocas que forman el espigón, la vida submarina se asemeja a la de arrecifes y roquedos litorales sumergidos. Un estudio 'in situ' de la publicación on line, Granada Submarina, señala la presencia de la mayoría de la fauna de aguas poco profundas: bancos de sargos, salpas, gobios aferrados a las rocas, pulpos, sepias, meros entre las oquedades de los bloques que forman el espigón, donde también sobreviven corales, anémonas, tomates de mar y comunidades de lapas y caracolas. En las zonas más profundas, con cotas de 15 y 20 metros, entre bancos de lisas, es posible observar de forma casual algún escualo y delfines que siguen a las embarcaciones.

A media tarde, incluso en verano cuando el sol aún está alto, las gaviotas y cormoranes vuelven al puerto desde sus posaderos en playas, acantilados y humedales. Lo hacen antes de las seis y media de la tarde. Se posan en las aguas y esperan la llegada de los barcos de arrastre, palangre, nasas y alcatruces, con la esperanza de aprovechar los descartes de peces, mariscos y pulpillos que no dan la talla. Es la hora de la segunda subasta en la lonja. El momento clave para la supervivencia del puerto y de todos sus habitantes.

Gaviotas patiamarillas buscan entre las redes J. E. GÓMEZ

Los habitantes de la dársena pesquera

Una gran variedad de especies de fauna, terrestres y marina, viven en simbiosis con las dársenas de los puertos pesqueros. Aprovechan los descartes del pescado y la materia orgánica que se encuentra en sus aguas.

Conoce la biodiversidad de los puertos en Waste Magazine

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