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Con la labor, entre otros, de Francisco Estévez, los problemas por el estado de alarma han sido más llevaderos. JAVIER MARTÍN
«Si me hubiera quedado en casa, las pescaderías habrían tenido que cerrar»

«Si me hubiera quedado en casa, las pescaderías habrían tenido que cerrar»

Francisco‌ ‌Estévez‌ ‌| Mayorista de pescado en Motril ·

La lonja motrileña ha estado en permanente funcionamiento todo este tiempo, con mayor o menor actividad. Gracias a mayoristas como Francisco no ha habido desabastecimiento de pescado

Jesús Lens

Granada

Jueves, 25 de febrero 2021

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Francisco Estévez Estévez lleva toda su vida profesional trabajando en la lonja motrileña, que es casi como decir toda su vida. Nacido en 1968 en Motril en el seno de una familia marinera, la enfermedad prematura de su padre le llevó a trabajar desde muy pequeño. «Éramos ocho hermanos y tocaba arrimar el hombro», recuerda.

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Siguiendo la tradición familiar, empezó embarcándose. «Aquello no era lo mío. A los dos meses cambié el barco por la colla, cargando cajas de pescado en camiones». Siempre ha estado trabajando en la lonja de Motril, hasta convertirse en mayorista de pescado. «Ahora compro y vendo al por mayor. Compro el pescado en la lonja de Motril para diferentes mayoristas de España y también lo llevo a Mercagranada. De allí me bajo para las pescaderías, chiringuitos y restaurantes de la Costa el pescado de Huelva, Levante o del norte que habitualmente no capturan los barcos motrileños, como bacaladillas, mejillones o almejas».

Francisco, que actualmente reside en Salobreña y al que todo el mundo del gremio conoce como 'Monini', recuerda que con la llegada de la pandemia hubo mucho miedo. Apenas salían a faenar dos o tres barcos. Los demás quedaron amarrados. También cerraron varias pescaderías. «Estábamos muy asustados, pero con el apoyo y la comprensión de mi familia, decidí tirar para adelante y que fuera lo que Dios quiera». Monini habla de echarle redaños a la situación, aunque utiliza una expresión más coloquial.

A pesar de haber estado en contacto con muchas personas, él no se ha infectado. «Toco madera. He tenido suerte, pero no podía quedarme parado. Mucha gente dependía de mí y si yo me quedaba en casa, muchas pescaderías habrían tenido que cerrar por falta de género».

El sector de la alimentación contribuyó, con su normal funcionamiento, a que el confinamiento estricto fuera llevadero. Y tranquilo. «Si hubiera habido desabastecimiento de comida, los problemas habrían sido muchísimo mayores y la gente se habría echado a las calles».

Eso sí, el producto que tenía como destino principal los restaurantes y chiringuitos, como la quisquilla o el marisco, prácticamente desapareció, dado que apenas tenía salida y se quedaba sin vender. Poco a poco, se fueron animando a salir más barcos y a abrir más pescaderías. «Con el cierre de la hostelería empezó a venderse mucho más género en las pescaderías, porque se consumía más en las casas. Las ventas llegaron a multiplicarse por cuatro».

En la Costa, durante el verano, la cosa fue bien. «No al 100% ni para tirar cohetes, pero se ha trabajado. Ahora, con la tercera ola, las ventas están más repartidas entre restaurantes y pescaderías».

Chiringuitos afectados

De cara al futuro, y si la cosa no empeora, «nos podremos medio mantener». «Eso sí, como se prolongue; habrá quienes tengan que cerrar definitivamente». Francisco no sabe de ninguna pescadería que haya desaparecido por la pandemia. En la hostelería, sin embargo, sí percibe situaciones realmente dramáticas. «Los grandes chiringuitos están en horas bajas. Muy afectados».

Sin querer darse importancia, Francisco sí termina por reconocer que su gremio ha hecho una labor muy importante estos meses y ha contribuido a mejorar el día a día de la gente.

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