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Radiografía de la cárcel de Albolote

Radiografía de la cárcel de Albolote

148 presos son homicidas, 400 están por un delito de tráfico y el 90% fueron arrestados por drogas | Hay 23 terroristas y Marisol Yagüe es la cara famosa

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Domingo, 1 de abril 2018, 01:42

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Felipe es el nombre falso de un varón de 33 años dedicado a la venta ambulante desde los últimos días de su adolescencia. Su furgoneta era parte de su familia, pasaba más horas al volante que en su propio hogar. Mercadillo arriba, mercadillo abajo, sorteaba los sinsabores de las penurias económicas y con mucho esfuerzo lograba llevar el pan de cada día a casa. Nunca contempló la posibilidad de verse encerrado entre las rejas de una prisión. «El primer día que entré allí se me cayó el mundo encima. Se pasa miedo porque no sabes qué te puedes encontrar ni cómo será aquello. A mí me tuvieron unos días en los módulos de clasificación y después me enteré de que había dos conocidos dentro, eso me ayudó bastante. No tuve problemas serios dentro». Hoy es un hombre libre, pero en 2011 cumplió una condena de dos años y nueve meses por un delito contra la seguridad vial: lo 'cazaron' sin carné de conducir, no una, sino más de cuatro veces. Casi la tercera parte de los 1.360 presos de Albolote cumplen una condena por un delito de tráfico: 422 en estos momentos.

Felipe no tiene un perfil delictivo al uso, ni consume ni trafica con drogas, nunca se ha visto envuelto en un robo ni atraco ni en ninguna otra actividad castigada por el Código Penal, pero su primer día en la cárcel no lo olvida.

Ese primer momento cuando se van cerrando las puertas conforme el interno avanza por los pasillos es duro. «Siempre va a depender de cómo haya sido su vida en el exterior; no es lo mismo para una persona que vive en un ambiente delincuencial que para aquel que tiene su primera experiencia delictiva; en todo caso, se trata de que en los primeros momentos no esté solo; porque tiene que ser muy duro, sobre todo si eres primario (nunca antes ha estado en prisión), sentirse privado no sólo de la libertad, sino de algo más que va a llevar aparejado el ingreso: ha de ser identificado, fotografiado, cacheado, debe de prescindir de todo aquello que le identifica con el exterior (DNI, tarjetas, objetos de valor, etc.), le van a dar un nuevo documento que le servirá para la actividad interna, y el nombre se va a asociar a un número de identificación. Además, has de estar en la celda con un desconocido y compartir el aseo dentro de ella», señala el director de la prisión, Jaime Hernández.

Existen 36 celdas de aislamiento donde ahora mismo hay 16 presos y tres internas

La cárcel de Albolote es como un pequeño pueblo con 1.360 internos, entre los cuales hay 1.200 reclusos que en su día fueron arrestados por cometer algún delito vinculado con las drogas, ya sea tenencia, tráfico o cultivo, entre otros. Además, muchos de ellos cumplen condena por más delitos. El Gobierno central ha indultado esta Semana Santa a uno de los presos encarcelados en 2017 por un delito contra la salud pública, tal y como está tipificada esta infracción penal. Entre este grupo de presos que cumplen condena por narcotráfico hay uno que fue arrestado hace tres años dentro del penal, acusado de dirigir una organización dedicada a la venta de cocaína en Huétor Tájar.

Albolote es la segunda cárcel más poblada del país, según mantienen los sindicatos de prisiones, que no cesan de denunciar un déficit importante de funcionarios. «La falta de personal deriva en agresiones y en un aumento de los conflictos entre los internos», apunta uno de estos trabajadores. Sólo el pasado año se encontraron 56 objetos punzantes o cortantes escondidos en las celdas o entre las ropas de los reclusos, elaborados artesanalmente por ellos mismos. Las celdas del departamento de régimen cerrado son aquellas destinadas a los internos clasificados en primer grado de tratamiento penitenciario (terrorismo o delitos muy graves). También suelen ser utilizadas para el cumplimiento de las sanciones de aislamiento en celda y para el aislamiento provisional de algún interno, justo después de protagonizar un incidente regimental muy grave. Albolote dispone de 36 'chabolos' de este tipo, ocupados por 16 internos y 3 reclusas, al menos, según los datos disponibles por este periódico desde hace ocho días. Los presos condenados por terrorismo yihadista son habituales de estas celdas. Allí pasan gran parte del día, ya que sólo disfrutan de cuatro horas de patio cuando no están el resto de los internos.

Las zonas donde no existe conflictividad o al menos se respira un ambiente más relajado son los módulos de respeto, donde los presos son ingresados porque se lo han ganado a pulso por su buen comportamiento, o los terapéuticos donde acuden para desengancharse de su adicción a las drogas. Allí trabajan profesionales de Proyecto Hombre o del Centro Provincial de Drogodependencias -CPD- que ayudan a estos internos a rehacer sus vidas.

Los patios de cada módulo son los caldos de cultivo de lo peor que se suele mover en la prisión granadina. Allí imperan las leyes no escritas de la cárcel, heredadas de generación en generación. Violadores y abusadores de menores se suelen encontrar con más problemas de lo habitual por parte de otros reclusos que no pasan por alto estos hechos. En la cárcel, también se saldan cuentas pendientes entre presos y los chivatos no disponen de buena reputación entre las paredes de los 86.430 metros cuadrados construidos de este penal. Una pequeña localidad donde habita esa otra parte de la sociedad que suele pasar más desapercibida, es la cara oculta de Granada. De los 1.360 presos internos, sólo 681 son de esta provincia. Estos últimos son los más conocidos de la Policía Nacional, Guardia Civil o policías locales.

Allí el peculio es el dinero que mueven los internos en forma de tarjeta, gracias a ello muchos disponen de su propio televisor en el 'chabolo' donde están al día de todo lo que ocurre en el exterior. Ni teléfono móvil ni conexión a internet están autorizadas para los internos. Y los días más felices son los dedicados a las visitas de familiares o a los vis a vis, estos últimos dedicados a descargar sexualmente en la mayoría de las ocasiones, las tensiones del interior. La cárcel es un espejo de la sociedad y como tal allí dentro no falta la droga, tampoco quienes se afanan en aprovechar el tiempo estudiando para labrarse un porvenir y quienes buscan en la religión una salida a su infierno. Felipe no ha vuelto más a prisión desde 2011.

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